Los "mil jesuses" es una de las tradiciones heredadas de Antioquia, que consiste en entonar oraciones en torno de la pronunciación de la palabra Jesús, mil veces, de forma ininterrumpida. A la vez, la tradición va acompañada de la elaboración de cruces rústicas de madera o de ramas, para ser colocadas ellas en el patio de la casa campesina o en la pared del interior de la vivienda. El rezo de los mil jesuses y la colocación de las imágenes se convierten en mecanismos de protección, utilizadas por las clases populares, lo que se interpreta como espantamiento del demonio y de las malas influencias.
Pero el suceso más gracioso ocurre en el rezo. A medida que se pronuncia, mil veces Jesús, se distorsiona el contenido, terminando el murmullo con la escucha de la frase que contiene otro sentido lingüístico. Algo así se oye, en medio de la solemnidad de la pronunciación, y que generalmente está a cargo de la abuela piadosa:
Jesús, Jesús, jesús, jesús, jesús, jesús, quesos, quesos, quesos, quesos...
La agradable anécdota, generada a raíz del rezo de "los mil jesuses" nos recuerda el encuentro con las fervorosas rezanderas del templo católico. Ellas, mientras mencionan las letanías en los oficios de difuntos, combinan el rezo con el chismorreo. El desaparecido cronista John Jaramillo Ramírez, en las páginas 65 a 67 de su libro "Pieza del reblujo" (2006), nos regaló una prosa formidable que él tituló "LAS BEATAS", pues recrea el texto con la remembranza de aquellas mujeres, vestidas de negro, "blusa de cuello alto, manga larga, saya de paño a la garganta del pie, una correa negra, envueltas en una mantilla de crespón" y que se caracterizaban por la charla "piadosa" y coloquial que entablaban dentro del templo, rezando y murmurando a la vez.
En recuerdo a nuestro apreciado amigo, fallecido recientemente, me permito transcribir parte de ese fabuloso capítulo sobre las costumbres de Armenia del ayer:
"... En aquellos dichosos tiempos, si alguien se hubiera acercado a una beata rezando, muy bien hubiera escuchado algo así:
En el seno de mi hogar hay, buen
Jesús, penas muy hondas y secretas (Maruja, espantá ese perro que se entró y de
pronto hace una porquería bien asquerosa delante de Nuestro Amo). Si tú
reinaras entre los míos con toda la intensidad del amor que tú mereces, no
habría en mi casa tantos y tan amargos pesares. (Mirá la Gladis, cómo vino de
escotada. Que se arrodille bien derecha si no quiere que se le vea todo). Ven,
ven oh, amigo dulce de Betania, pues en mi familia hay alguien que está enfermo
y tú le amas (Mirá culicagao, dejá de brinconiar que estás en la iglesia. Qué
irrespeto. Si es que los muchachos de hoy son más inquietos que mico en pesebre).
Cuando tú estás, hasta las mismas penas son suaves y a tu lado las espinas son
bálsamo de paz. (Mirá Maruja, el pite de saya con que vino Eucaris. Francamente
no se le ven los miaos porque se los tapa la vejiga). Ven pues y no tardes.
Apresúrate porque mi hogar está herido con la ausencia de seres queridos que
faltan en él Padre, madre, hermanos, todos crecimos junto al pie de la cruz. (Qué
sacristán tan descuidado. Mirá el talarañerío que tiene la cruz del sagrario).
Ah y después esa misma cruz nos ha ido separando del nido santo del hogar.
Maesto, hermano, amigo del alma, Jesús amado, ten misericordia también de los
míos que murieron (Y ya que menciono muerto, mirá con disimulo pallá y ponele
cuidado a la tal Argenis. Con esa palidez y esa flacura, ya tiene cara de
muerto. No le faltan sino los algodones en la nariz) y de aquellos que volaron
a la eternidad en el seguimiento tuyo. Duermen en paz porque te amaron y porque
tú eres infinito en caridad (Maruja, atisbá a misiá Débora, que vino estrenando
de todo. En ella sí gasta y lo tacaña que es con mi Dios. No viste el cirio tan
chiquito y tan ñurido que mandó pal Monumento? Y con el mundo de plata que
tiene) más al irse nos dejaron sombras y tristezas en el alma y una cruz en el
camino. Ah, pero bien sé yo que en tu corazón amabilísimo no puede haber
separaciones. En donde está la vida, aparece la horrible muerte. (Aguardate yo
me unto un poquito de babas en el dedo, a ver si me atajo un punto que se me
fue en la media). Por eso te pido paz sobre sus tumbas. (Vea mijita. No
estorbe, más bien váyase para su casa y dígale a su mamá que yo le mando a
decir que le dé un poquito de teneteallá) y a los que hemos quedado gimiendo en
este valle de lágrimas danos la resignación que levanta (Acordame de decirle al
Padre Pinzón que le lleve el Viático a misiá Pastora, pues yo creo que de esta
noche no pasa, y con lo atembadas que son las hijas, no acatan)el desapego a la
tierra y el amor al sufrimiento que nos unen inseparablemente a ti, amigo dulce
de Betania.(Le tengo qué decir al sacristán que le eche un poquito más de
aceite a la lámpara del Santísimo, que no lo perecidié tanto. ¿O será que se lo
está robando?). No cierres la preciosa herida del costado. Tengo que pedirte en
especial por los que sufren, por aquellos, Jesús mío, que te buscan con los
ojos cansados de llorar (¿Y esa señora por qué no callará ese muchachito? Con
esa llorantina me hace perder la devoción y me pone la cabeza como una
tambora), por tantos a quienes los duelos, las desgracias, las enfermedades
(Acordame de preguntar cómo amaneció misiá Laura, que ayer la vi muy malita) o
sus propias flaquezas han herido de muerte. Nazareno amabilísimo, tú sabes cuán
punzantes son las espinas del camino. Consuela a los atribulados, ten piedad de
los que sufren y ven a ellos amigo dulce de Betania......."
Roberto Restrepo Ramírez
Académico de Número 4 /
Academia de Historia del Quindío
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