Junta Militar de Gobierno 1957 |
La oposición al gobierno del presidente (teniente general) Gustavo Rojas Pinilla se hizo intensa desde comienzos de 1957. Él procuraba su reelección a través de la Asamblea Nacional Constituyente (ANAC), hecho que alertó a la clase política, la cual no permitiría que una tercera fuerza le disputara el poder. El malestar ciudadano, especialmente en las capas medias, fue estimulado por la Iglesia católica y el Frente Civil. Los primeros en movilizarse fueron los estudiantes universitarios que se declararon en huelga desde comienzos de mayo. Previo acuerdo entre directores, los principales diarios del país dejaron de circular, los bancos cerraron sus puertas y el paro económico se extendió por varias ciudades. Las élites políticas y empresariales se empeñaron a fondo para no aceptar una solución distinta a la salida del general.
Tras una larga consulta con personalidades del orden nacional, el 10 de mayo se llegó a un acuerdo que contemplaba la renuncia de Rojas, la designación de una Junta Militar, la constitución de un gabinete paritario, la liquidación de la ANAC, el llamado a elecciones y un compromiso conjunto de retorno a la normalidad. De esta manera, las Fuerzas Armadas, a través de la Junta Militar de Gobierno, servirían de intermediarias entre los partidos para asegurar su regreso al manejo del Estado.
En horas de la mañana de aquel día, el general Rojas se dirigió por radio a los colombianos : “[…] sería un contrasentido que quien le dio la paz a la Nación, y buscó la convivencia ciudadana, fuera el causante de nuevas y dolorosas tragedias, he resuelto que las Fuerzas Armadas continúen en el poder con la siguiente Junta Militar […] la Junta deberá presidir las elecciones en las cuales el pueblo colombiano elegirá al mandatario que ha de regir los destinos de Colombia en el periodo constitucional de 1958 a 1962”.
Los oficiales concibieron un programa que comprendía la integración democrática y el reajuste de las instituciones que los políticos, y no los militares, habían deshecho bajo el influjo de la pugna sectaria. Tras cumplir con la misión asignada, el 20 de julio de 1958, el general Gabriel París (quien presidía la Junta) ofreció una alocución, que incluyó un informe de gestión en todos los órdenes, y declaró inauguradas las sesiones del Parlamento.
Así, finalizaron cinco años de
intervención de los militares en política. Al día siguiente, el editorialista
del diario El Tiempo destacó un fragmento del discurso del general: “El más
grave error en que puede incurrir cualquier grupo político es el de empeñarse
en ganar con fines indebidos o inconfesables las simpatías de las Fuerzas
Armadas. Inútil empresa querer minar la conciencia nacional del militar. El
soldado no debe cubrirse con pliegues distintos a los de la bandera nacional,
ni tener otro partido que el de la patria”. Además, subrayó: “Los militares
amamos la carrera de las armas porque en ella hemos encontrado una manera de
servir a Colombia. Comprendemos que no debemos invadir campos que la Constitución,
norma suprema de nuestra conducta, no haya colocado a nuestro alcance”. Sabias
y sensatas palabras.
César Augusto Castaño Rubiano
Académico Correspondiente /
Academia de Historia del Quindío
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