Cultura Quimbaya - Cacique sentado sobre taburetes. Museo de América - Madríd. |
Este
es el comienzo relatado de una historia que tiene visos de leyenda, entroncada
en el componente de identidad cultural de la región del Quindío, para el país
entero y el continente americano. Corresponde a la primera entrega de una serie
que hemos querido titular “Tesoro Quimbaya, historia, leyenda e identidad”.
Sus
inicios se ubican en 1890, 398 años después del contacto ibérico con los
pobladores amerindios. Sucedió en un joven caserío del entonces distrito de
Cartago en el departamento del Cauca, llamado Filandia, y que había sido
fundado por mayoría de antioqueños 12 años antes, es decir en 1878.
Filandia
se había emplazado en la propia vía estratégica llamada históricamente el Paso
o Camino del Quindío, que también cruzaba por el ya fundado Salento (un
distrito al que pertenecían a su vez Armenia y Calarcá) en dirección al norte y
Alcalá, en dirección al sur del territorio.
Históricamente
es esa una época de fieras colonizaciones, de aventuras de sus protagonistas y
de guaquería. Es esto último lo que
determinó la aparición de muchos personajes que hurgaban la tierra fértil de
los poblados recién instalados para saquear las sepulturas indígenas de los
pueblos del pasado, en búsqueda del oro trabajado por los orfebres avezados que
habían dejado tales objetos como ofrendas.
Es precisamente de esta característica, la ofrenda funeraria, también
llamada “huaca” o “huaco” en la lengua quichua, de donde proviene el término de
huaquería o guaquería.
Los
relatos fabulosos de esta tierra colonizada son abundantes, como también fueron
los que se generaron en los caminos cordilleranos del Paso del Quindío,
atravesando en mulas la agreste geografía entre Ibagué y Salento y que se
recuerdan en tantos capítulos escritos por extranjeros que hicieron dichos
recorridos, a lomo de animal, a pie y también “a lomo de humano”, pues existían
los cargueros de esa vía histórica.
Tampoco
se pueden olvidar, simultáneamente con las guaquerías, las anécdotas y relatos
de arriería, actividad que persistió en esos caminos conquistados, hasta las
décadas de los 40 y 50 del siglo XX y que -como ocurrió con el imaginario
guaquero– estuvo también signada de agüeros, pensamiento mágico y alta dosis de
imaginación en el recuento de sus historias.
En
1890, se estaba fundando otro caserío, cuyo nombre también había nacido al
fragor de la guaquería. Se trataba de Montenegro y de cuya instalación hay
comprobación historiográfica sobre el hallazgo de muchas sepulturas indígenas
con ajuar en oro y buena cerámica. Las limitadas informaciones sobre las
frecuentes reseñas de los parajes horadados en Montenegro quedaron opacadas con
la notica más fabulosa, lo que ocurrió en el mes de octubre, según se colige
del cálculo histórico que se estableció en esas semanas del suceso y que así
quedó registrado en la prensa capitalina de Bogotá:
- EL CORREO NACIONAL, 11 de noviembre de 1890. TELEGRAMA dirigido al director, el 8 de Noviembre. “Señor Director. Pronto llegará a ésa la famosa colección de antigüedades indígenas procedentes de Calarcá. Créese que ellas fueron de ese cacique, o de algún magnate, pues tanta así es su importancia. El propietario desea que se publique en…”
- EL TELEGRAMA, 15 de noviembre de 1890. “Sabemos de una manera positiva que en un punto llamado Monte Negro unos mineros Antioqueños que andaban en busca de fortuna, se han encontrado un gran tesoro en el sepulcro de uno de nuestros más importantes Caciques. Según nos han dicho, las joyas son de gran valor por su mérito, pues dizque no se ha visto cosa igual en materia de antigüedades. En estos días llegarán a Bogotá sus dueños con ellas y esperamos que los amantes al estudio de antigüedades, las examinen detenidamente, porque se puede sacar de ese estudio gran provecho”.
- LA CAPITAL, n° 14, 21 de noviembre de 1890. “GRAN TESORO. En estos días llegarán a Bogotá los antioqueños con el gran tesoro de antigüedades que se encontraron en la guaca de indios, en el sitio Montenegro (Antioquia), de valor inapreciable y fabuloso”.
- REVISTA COMERCIAL E INDUSTRIAL, 25 de noviembre de 1890. “Guacas. Me escriben de Pereira, con fecha 12 del presente. Los guaqueros de Filandia están de fiesta. En esta nueva población, que dista de aquí unas tres leguas, se ha extraído de los sepulcros indígenas el oro por muchas arrobas. Dos compañías compuestas de hombres trabajadores muy pobres, han extraído en estas dos últimas semanas, la una 28 libras en piezas tan hermosas que para exhibirlas en una exposición no tienen precio; y la otra, que partió para Manizales, conduce tres arrobas y libras, según el peso, en piezas muy variadas de oro macizo, sumamente hermosas, empacadas como loza en una carga de baúles. Uno de los dueños nos dijo que fuera de unas 4 libras de oro que habían dejado en Filandia, habían vendido el que llevaron, a un recomendado de una casa de Manizales, por $39.600 y pico, y creemos que los ha engañado enormemente. El número de libras de oro que extraen personas ocupadas en la guaquería, es muy considerable”.
Son cuatro
noticias, referenciadas por primera vez en el trabajo de grado realizado por
Carmen Cecilia Muñoz Burbano. Aparecieron en publicaciones diferentes de
Bogotá, sólo en el mes de noviembre de 1890 y dan cuenta del suceso más
importante de aquella época. Si tenemos
en cuenta la lentitud de las comunicaciones a finales del siglo XIX, podemos
deducir que el impacto que causaron fue enorme, habida cuenta las
características de aquel fascinante hallazgo que hoy, 128 años después, seguirá
captando el interés de todos los colombianos.
La
población de Filandia entró en la historia de la humanidad, desde ese momento,
con el reporte de las piezas de oro prehispánico que ocuparon -y ocuparán- el
interés de los estudiosos en metalurgia aborigen. Por esa razón, el Tesoro Quimbaya fue
considerado el hallazgo más espectacular de colección orfebre alguna en América
hasta que se encontró en la costa norte del Perú el yacimiento denominado El
Señor de Sipán a finales de la década de los ochenta del siglo XX.
Llaman
la atención las siguientes precisiones a los cuatro reportes noticiosos: El
director de EL CORREO NACIONAL era Carlos Martínez Silva, quien más adelante
formaría parte de una Comisión encargada por el gobierno para la exposición de
Madrid en 1892. El director de EL
TELEGRAMA era un caballero de apellido Argáez, de quien se comprueba es amigo
del italiano Carlo Vedovelli- Breguzzo, quien realizó el primer catálogo del
Tesoro Quimbaya. El telegrama enviado a Martínez Silva no tiene destinatario y
tampoco fue culminado por la persona que lo envió desde Manizales. Se confunden en las noticias las poblaciones
de Calarcá, Montenegro y Filandia.
Próxima
entrega: Características de los yacimientos arqueológicos del Tesoro Quimbaya
según la historiografía
Por: Jorge Hernán Velásquez Restrepo y Roberto Restrepo Ramírez.
Miembros de Número Academia de Historia del Quindío.
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