El Embajador de Colombia ante el Vaticano, Guillermo León Escobar, fué "Miembro Honoriario" de la Academia de Historia del Quindío.
Con la muerte de
Guillermo León Escobar Herrán, embajador de Colombia ante la Santa Sede,
acaecida en el amanecer del 17 de diciembre en Roma, pierde Colombia una
inteligencia portentosa, el Quindío a uno de sus hombres más valiosos y la
Iglesia a quien fuera fervoroso guardián de la Doctrina de la Fe como asesor
pontificio desde hace varios lustros.
El “embajador Pavarotti”
como se le llamaba cariñosamente en los círculos vaticanos por su parecido
excepcional al tenor lírico italiano, inició su formación académica con la
comunidad salesiana y la Compañía de Jesús para luego continuarla en Alemania
donde terminaría de forjar su carácter y su recia disciplina intelectual en el
yunque de la escuela germánica.
Sociólogo, filósofo,
teólogo, educador y politólogo, Escobar Herrán fue un humanista integral en el
estricto sentido de la palabra a la manera de Jacques Maritain el pensador católico
que le sirviera de fuente de inspiración. Escritor prolífico, diplomático, profesor
universitario y conferencista insuperable, dejó una vasta obra recogida en
libros y artículos especializados sobre los temas de ése su universo mental que
pareciera no tener límites.
Tres veces embajador de
Colombia ante el Vaticano durante los gobiernos de Andrés Pastrana Arango, Álvaro
Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, hizo de Roma su escenario natural por muchos
años. Era tan familiar su presencia en todos los rincones de San Pedro que
había construido un entorno afectivo y coloquial con sus habitantes, desde el
propio Papa hasta los presbíteros y los camarlengos, los guardias suizos, los
diplomáticos y el personal de servicio…
Fiel a la doctrina social
de la Iglesia y hombre de profunda sensibilidad emprendió y financió con
recursos propios, siempre en el anonimato, obras de beneficencia. La lucha
contra la pobreza y la búsqueda de la justicia social fueron su obsesión
permanente junto al anhelo de una depuración de la Iglesia : no le temía a que
ésta quedara reducida a una pequeña comunidad de cristianos auténticos
comprometidos con el mensaje del evangelio y alejados de “las obras y las
pompas del demonio”.
Todavía joven y convencido
de la necesidad de un cristianismo militante incursionó en la política
colombiana bajo las banderas la Democracia Cristiana. -“Cuatro gatos que
cabíamos en un Volkswagen”, solía decir
que fueron los ilusos que se aventuraron a esa empresa sentimental que no llegó
a ninguna parte. Abrazó entonces la causa del conservatismo convirtiéndose en
amigo y confidente de Misael Pastrana Borrero, de quien llegó a ser soporte
ideológico y noble escudero.
En la etapa final de su
vida se empeñó en la cruzada por la paz de Colombia. Con la misión específica
de lograr la visita del Papa Francisco a nuestro país para reforzar la prédica
de ese bien supremo, fue designado por tercera y última vez embajador ante la
Santa Sede. Su amigo el cardenal
Bergoglio, ahora en la silla de San Pedro, antiguo compañero de disertaciones
doctrinales en Aparecida (Brasil), no pudo resistirse a la invitación. El
periplo del Papa fue todo un éxito y la última misión del embajador Escobar
quedó coronada de satisfacciones.
Ahora que ha partido
nuestro amigo y compañero de la Academia de Historia del Quindío a la que honró
como miembro honorario hacemos propias las palabras de Juan Pablo Segundo ante
el cuerpo diplomático el día de la despedida de su segunda misión en Roma:
“Buen viaje Embajador Pavarotti”.
Por Germán Medina Franco
Miembro de número de la Academia de Historia
del Quindío
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