1
Dice una muy
divulgada leyenda que desde 1834 el famoso padre Francisco Romero, párroco de
Salazar de las Palmas, Santander del Norte, ponía como penitencia a sus feligreses
la obligación de sembrar determinada cantidad de matas de café a cambio de los
pecados que él absolvía en nombre de Dios. Eso fue cierto.
No obstante, si
bien fue un difusor extraordinario del dichoso arbusto que confirma nuestra
economía, el padre Romero más que un párroco escuchando y repartiendo
bendiciones en un confesionario, era asimismo un político conservador y un
experto en la compraventa de tierras, cacaoteras, cañeras o cafeteras cuando
este ultimo cultivo empezaba a diseminarse por los lados del Norte de
Santander.
En realidad fue el
granadino Manuel Ancízar quien, en 1853, en su libro “La Peregrinación de
Alpha”, por primera vez confirmó las ejecutorias del cura cuando lo conoció, a
su paso por Salazar de Las Palmas, en la época en la que trabajaba al servicio
de la Comisión
Corográfica del geógrafo italiano Agustín Codazzi. En este libro Ancízar cuenta que, desde 1834,
el párroco Francisco Romero “logró que los vecinos plantaran árboles de café
que allí prosperan admirablemente, viéndose de continuo las matas cargadas de
flor, fruto verde y cereza madura de modo que jamás termina la cosecha”[1].
Más adelante
Ancizar corrobora que el párroco Romero había llegado a Salazar para lograr
que, “con exhortaciones y penitencias en el confesionario”, los vecinos del
lugar plantaran los árboles de café.
Mientras tanto y gracias a la ayuda que le proporcionaba el señor
Santiago Fraser, un veterano de la Independencia y posteriormente socio en sus
negocios, el padre Romero hizo en 1851 la primera exportación interna de 6.000
quintales de café como semilla para distribuir entre pequeños cosecheros
pequeños, en Colombia y en Venezuela, lo cual le permitió a cambio recoger la
suma de 800.000 pesos. Más adelante, el mismo Ancízar, para destacar la velocidad
y la rentabilidad como se regaba la noticia del grano relata la perseverancia
de un hacendado, el señor González, quien había plantado más de 30.000 matas de
café que “producen 3.600 arrobas de cosecha segura vendidas a 12 pesos”[2]. Los
anteriores testimonios de Manuel Ancízar son los que dan origen a la leyenda
promocional del padre Romero.
2
Pero un nuevo texto
sale para complementar lo dicho por Manuel Ancízar. En un aparte de la relación
de compraventas (ver Apéndice) que trae el libro del abogado Rafael Eduardo
Ángel[3] se
hace evidente --con la prueba fidedigna de muchas escrituras públicas de la
época auscultadas in situ por este jurisconsulto y historiador--, que el
negocio del padre Romero consistía más en comprar y vender predios con cultivos
de café, que pasaban de mano en mano gracias a su habilidad de traspasarlas a
su debido tiempo derivando beneficios para su parroquia y, presumiblemente,
comisiones para su bolsillo. Vale decir que el padre Romero descubrió las
posibilidades de la bebida, por rumores que le llegaban de Europa, pero al
mismo tiempo estaba pensando en sus propios intereses.
Estamos hablando de
agosto 11 de 1834, fecha desde la cual el historiador nortesantanderano Ángel,
deseando recuperar para su región la primacía en la historia del café en
Colombia, encuentra la primera escritura que parece inaugurar una cadena de
situaciones sobre las compraventas agrícolas en Salazar de Las Palmas y en la
Villa del Rosario de Cúcuta. En este primer documento se muestra al concejal
Rafael Ibarra y a Domingo Rodríguez quienes comparecen para otorgar un
documento de compraventa a favor del “señor cura de esta ciudad Doctor
Francisco Romero de una casa que “el otorgante tiene de (bara) bajareque y
lucua (sic)” en el sitio de Saque (ejidos de Salazar) y “el derecho que le
asiste de un pedazo de tierra que está allí mismo encerrado en cimientos y
ballado (sic) pertenecientes a dichos ejidos”[4].
3
El padre Francisco
Romero Torres era un teólogo y jurisconsulto rosarista, nacido en Usme, Cundinamarca,
en octubre de 1.807, de donde salió con varios destinos hasta recalar en
Salazar de las Palmas desde 1834 hasta 1850 cuando, según Ángel, comenzó a
extender su “sacerdocio cafetero” en Gramalote, Sardinata y Lourdes[5].
Durante su estadía en Salazar, aparte de ser párroco, Romero ocupó muchos
cargos tales como diputado de la Cámara Provincial de Cúcuta, donde desempeñó
luego el cargo de director de la Casa de Educación de aquella ciudad.
En noviembre de
1850 el padre Romero fue designado canónigo del Capitulo Catedral de la
Diócesis de Nueva Pamplona, examinador sinodial y cura propio de la Catedral de
la Parroquia de Nuestra Señora de Pamplona. En 1856, residiendo en Pamplona,
hace parte de la
Sociedad Democrática con Eustorgio Salgar, Felipe Zapata y otros. En 1859, a los 51 años, es
capellán del ejército conservador del general Leonardo Cabal; en 1861 es
elegido por la Provincia de Pamplona para concurrir a la Asamblea del Estado de
Santander, antes de caer prisionero del general liberal Santos Gutiérrez quien
lo mandó prisionero a las bóvedas de Cartagena.
Ya libre, el
sacerdote regresa por San Antonio del Táchira y de allí pasa, en 1865, a ejercer como
párroco de Bucaramanga gracias a la ayuda del vicario de la Diócesis de
Pamplona; desde entonces recuperó su campaña de promoción cafetera que traía
desde Salazar, tocándoles el corazón del negocio a unos ricos terratenientes
como los Puyana, los Reyes González, los hermanos Ogliastri y varios miembros
de la familia Mutis. En
1874, debido a su avanzada edad y sus achaques, el padre Romero fallece a los
67 años dejando como testimonio su esfuerzo en favor de la economía cafetera con
una cifra estadística que registraba, por su época, un 22 por ciento de
exportaciones de café colombiano, al decir elogioso de uno de sus biógrafos, Armando
Martínez G. Por supuesto que la cuenta de Ancízar, por ese entonces ya Cúcuta
estaba exportando más de 60 mil cargas de café y artículos como quina, tabaco,
cueros, cigarros, alpargatas y batán y otros[6] .
4
El libro del Rafael Eduardo Ángel trae
una interesante relación de las principales transacciones que se hicieron en la
región de Salazar de las Palmas y sus alrededores en el periodo de 1840 en
adelante. Una muestra de más de sesenta registros de compraventas compilados en
esta obra del académico nortesantandereano revela que el padre Romero hacía
amistad con los principales jefes políticos del Cantón de Salazar a los cuales
a menudo solicitaba su “satisfacción” para los negocios que emprendía. Como las
disposiciones sobre Rentas Comunales (derivadas de una ley del 19 de marzo de
1834 que autorizaba rematarlas por parte de los Concejos Municipales) le
entregaban al padre Romero esa posibilidad de remates, él utilizaba dicho
privilegio gracias a sus alianzas políticas para proveerse de tierras que luego
negociaba con particulares.
En 1840, por
ejemplo, el padre Francisco Romero vende a Francisco Ramírez Becerra una
hacienda compuesta de “cien mil matas de café más o menos”, situada en la finca
“Bellavista”, que constituyó una de las transacciones más importantes sobre el
cultivo del café y favorece la imagen de promotor y negociante cafetero que
este presbítero había venido haciendo por años. De pasada, el sacerdote no
deshecha las donaciones voluntarias que le hacen para sus congregaciones
católicas como en el caso de la señora Genoveva
Peñaranda quien le regala $100 para la Cofradía de la Virgen
de Belén, en Salazar, fundada por el prestigioso cura.
5
No obstante las
diferentes valoraciones de Rafael Eduardo Ángel para organizar detalladamente
la biografía del padre Francisco Romero (lo cual se alcanza en diversos
capítulos no del todo articulados, aunque en todos ellos se reconoce a Romero
como el iniciador del capitalismo cafetero en Colombia a finales del siglo XIX),
cabe señalar que los anteriores testimonios realmente le dan la razón a la
misión indiscutible del cura en el negocio cafetero informada por Manuel
Ancízar.
Pero fue antes, en
el Virreinato de la Nueva Granada, donde se pueden encontrar, según Angel, las primeras
huellas de la expansión cafetera en el país. El ciudadano de origen francés
Pedro Chauveau Peltier fue quien incubó la idea de hacer en 1794 una plantación
de café en el sitio “El Palmar”, una hacienda adquirida a Esteban Fortoul y en
la cual, en 1801, declaró tener 50.000 árboles de café en plena producción. En
consecuencia, esta área se convirtió en el centro de expansión de la rubiácea
hacia San Jose de Cúcuta (1812) y Chinacota (1815). Durante el receso de la
guerra de Independencia (1816-1832), Gabriel Maria Barriga en 1821 nuevamente
importó semillas de café desde Jamaica y, no mucho tiempo después (1834),
aparece el enorme empuje del padre Romero promocionando el café hacia
Venezuela, y desde luego hacia Rionegro, Girón y Bucaramanga[7].
No obstante estos
indicios colombianos, tampoco se puede pasar por alto que desde 1763, con la familia Omaña , ya
asoman en el vecino país los primeros palos de café por los lados de la
población de Rubio en los Valles de Aragua. Y que, un poco más adelante, en
1784, el padre Jose García Mohedano había iniciado ese cultivo en el Valle de
Caracas al parecer solamente como una planta de ornato en su jardín. Ni se
puede pasar por alto que el Estado de Táchira fue, desde ese tiempo, un
propagador del arbusto con muchos colombianos venidos de Mérida y Trujillo. Las
referencias venezolanas en torno al café parece que se cruzan con la vida de
muchísimos hacendados y, en especial, con el importante patrocinio de Juan Vicente Gómez
—quien hizo del negocio de las mulas para transportar cargas de café, desde
finales del siglo, una empresa utilitaria de enormes dimensiones[8].
Con el café se
financió en nuestro país vecino la “revolución restauradora” de Cipriano Castro
(1899-1908) y, por aquel entonces, se sabe que los cafés venezolanos inundaron
a Cúcuta, Michelena y Colón dado que este era el eje preciso para sacarlo con
destino a Europa y EEUU por el lago de Maracaibo. Pasado el milenio, las
referencias en torno al café colombiano y venezolano superan los logros del padre
Romero y se necesita hablar de muchísimos otros pioneros santandereanos como el general Leonardo Canal, los Fraser,
el expresidente Ramón González Valencia (entre otros, fundador de Fedecafé) y
David Puyana hasta llegar al año específico de 1926 cuando el Norte de
Santander –de los 32 existentes-- tiene 28 municipios productores que
contabilizaron más de 40 millones de cafetos, según la manera de contar que
tenía Diego Monsalve[9].
La presente breve reseña
del libro del historiador Rafael Eduardo Ángel
(400 paginas apretadas, 28 ilustraciones y una cuidadosa una
bibliografía de 134 textos consultados) es una importante muestra del papel
reivindicador que el autor se ha propuesto para darnos el mensaje de reconocer,
a los cafeteros del Occidente colombiano, que la verdadera industria del grano se
inició en Cúcuta y que el padre Francisco Romero es una leyenda de vida que no
puede ser menospreciada en los anales de la caficultura colombiana. No
disponemos de espacio para comentar más ampliamente los hallazgos del abogado
Angel en torno al nacimiento de la caficultura en Colombia, pero su libro es un
testimonio invaluable, el primero que se ofrece con juiciosos pormenores de
primera mano los cuales deben servir para identificar las verdaderas raíces de
nuestra industria cafetera y, en general, de la agricultura en Colombia.
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Apéndice
1836-1850:
ADQUISICIONES Y NEGOCIOS DE F. ROMERO
FECHA
|
ADQUIRENTES Y
NOTAS
|
1836, agosto 27
|
Marciano Reyes
vende al padre Romero “una tapia que actualmente sirve de Escuela Pública de
esta ciudad”, por $ 20.
|
1837, marzo 11
|
Presentes el
coronel Santiago Fraser (como fiador in solidum), y Francisco Romero (como
principal), en asocio con Alberto Peñaranda, se rematan unas tierras de “San
Marcos” pertenecientes al principal, “con la obligación de asegurarlas a
satisfacción de
|
1837, agosto 14
|
El padre Francisco
Romero como vendedor, y Santiago Fraser, como comprador, aclaran sobre “unas
tierras de entables de café de cuarenta mil matas más o menos” que el cura
dice tener en el sitio de Las Guayabas.
|
1837, agosto 14
|
Santiago Fraser
compra la tierra “Las Guayabas” con entables de café por $ 300, pagándose
“cada mil matas de café a quince pesos el mil”.
|
1838, septiembre
4
|
El padre
Francisco Romero anuncia el remate en publica subasta de las tierras
“Blanquisal”, “La Bruja” y “El Purgatorio” a favor de Santiago Fraser y
Alberto Peñaranda por $ 330, comprometiéndose los otorgadores a formar una
compañía a satisfacción del Jefe Político, señor Salvador Yañez.
|
1838, septiembre
4
|
Santiago Fraser,
Alberto Peñaranda y el presbítero Francisco Romero afirman haber rematado al
doctor Romero las tierras de “La Chuspa” (pertenecientes a las Rentas
Comunales que una ley del 19 de marzo de 1834 autorizaba rematar por parte de
los Concejos Municipales), por $
|
1839, febrero 12
|
Alberto Peñaranda
vende a los hermanos Faliaco, vecinos de la Villa de San Jose de Cúcuta, “un
globo de tierra compuesto por una sementera de cañas, entable de café, casa
de habitación y tierra de trapiche, compuesto este por dos fondos, dos yuntas
de bueyes y otros aderezos”, en el sitio de “Vivas”, lindando en parte con
tierras del presbítero Francisco Romero, por $ 90.
|
1839, mayo 6
|
El presbítero
Francisco Romero vende al Bachiller Fructoso Trujillo un globo de terreno llamado “El Potrero de
la Vega” por $ 250.
|
1840, julio 19
|
Manuel Salvador
Rangel vende al padre Francisco Romero una casa de tapia y teja y una
hacienda que consta de “una arboleda de cacao y otra arboleda de café” (que
no se sabe el número de árboles que tiene) y un trapiche de seis arrobas.
|
1840, febrero 24
|
Francisco A.
Martínez vende por $
|
1840, 27 febrero
|
Francisco Romero
vende a Francisco Ramírez Becerra una hacienda compuesta de “cien mil matas
de café más o menos” situada en “Bellavista”. El vendedor declara que esta
venta se hace por haber él fundado la hacienda y edificado la casa en tierras
propias por remate de 1837, y que las vende por $ 3.500 “con todos los
beneficios, usos y costumbres” (ver Protocolos de Salazar, folios
|
1848, 26 agosto
|
El doctor
Francisco Romero, cura y vicario de Salazar, vende a José Cárdenas un globo
de tierra de pancoger en “La Aguada” y lo vende “ahora en veinte cargas de
café”.
|
1848, agosto 1
|
Francisco Romero,
cura de esta ciudad, y Francisco Antonio Martínez, compran a Mario Esteban
Benítez, por $ 400, una hacienda denominada “El Placer” con 12.000 árboles de
café.
|
1850, marzo 19
|
Genoveva
Peñaranda hipoteca la hacienda “La Botija”, con árboles de cacao, café, caña
y trapiche, para segurar $100 a favor de
|
Fuente:
|
[1]
Ancizar, Manuel. Peregrinación
de Alpha, Tomo II, Biblioteca Banco Popular, Volumen 9, Bogotá, 1970. Cit.
por REA, pág. 174.
[2] Ancizar, Manuel. Óp. cit.,
Capítulos XXXVI y XL, especialmente.
[3] Rafael Eduardo Angel, “Colombia Cafetera Nació en Cúcuta, 1794-1870” ; Cámara de Comercio de Cúcuta, Cúcuta, 2007. Angel
fue miembro del Consejo Superior del Servicio Civil, una magistratura nacional
que administraba el sistema de carrera administrativa y resolvía los
desacuerdos formales de los servidores del Estado colombiano.
[4] Angel, óp. cit., página 151.
[5] Angel, óp. cit., pagina 211.
[6] Angel, óp. cit., página 212.
[7] Angel, óp. cit., Capitulo
67, página 319 y ss.
[8] Angel, óp. cit., página 224-232.
[9] Diego Monsalve, Colombia Cafetera. Barcelona, España,
1927.
4 Comentarios
Excelente crónica, vale la pena
ResponderBorrarMuy buen relato
ResponderBorrarExcelente documento histórico
ResponderBorrartodo un visionario Don Fransisco y su Café para pecadores
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