Plaza principal de Filandia (Quindío - Colombia) en 1966 |
Por: Roberto Restrepo Ramírez. Miembro de la Academia de Historia del Quindío y Vigía del Patrimonio Cultural (publicado por el diario La Crónica del Quindío el 14 de diciembre de 2014)
Recientemente, La Cámara de Comercio de Armenia, la gobernación del
Quindío y operadores de turismo realizaron un evento significativo en el hotel
Mocawa para presentar el producto denominado “Rutas del Paisaje Cultural
Cafetero”. Se habló mucho, de nuevo, sobre las ventajas de esta tierra de la
cultura cafetera que se agrupa en 47 poblaciones de cuatro departamentos y que
requieren de urgencia —de eso no hay duda— mucha efectividad en el turismo.
No obstante la exposición sustentada y bien hecha del conferencista,
quedan muchas inquietudes en lo que respecta a la realidad de los municipios,
sobre todo Salento y Filandia. En este último, ahora sí, ha quedado evidente el
paso inicial a la segura desaparición de los inmuebles arquitectónicos
centenarios del estilo de La Colonización, pues se fue al suelo el interior de
una casa simbólica de esta tipología, que se encontraba en el marco del
parque principal y contigua al templo María Inmaculada. Fue intervenida luego
de obtenerse
la licencia por parte de la secretaría municipal de Planeación,
ignorando su importancia histórica. No se entiende cuál puede ser el propósito
de dicha intervención, si bien uno de los atributos del PCC se llama
precisamente Patrimonio Arquitectónico. Aunque la historia de destrucción de
casas en Filandia ya es de constante ocurrencia desde hace nueve años, cuando
un alcalde decidió demoler la antigua sede del colegio Liceo Andino de la
Santísima Trinidad. Por eso los ciudadanos ya no se asombran ante dichas
situaciones. Lo que es inconcebible tiene que ver con el mutismo oficial,
máxime cuando los funcionarios de la alcaldía habían sostenido que las
políticas tendían a conservar esas características que nos legaron los abuelos.
Los símbolos extraños
En el lugar que ocupaba la casa del parque principal muy pronto veremos el
símbolo animal de las Tiendas Ara, un proyecto de superficies grandes de
mercado que ha invadido poco a poco al Eje Cafetero. Qué dirán los filandeños
cuando en la fachada de la nueva construcción aparezca por siempre el nuevo
símbolo del consumo en Colombia, la guacamaya amazónica, y que nos recordará el
olvidado camello de Armenia o el indio pielroja, que estuvieron en el
imaginario de los quindianos durante mucho tiempo, así su origen se remontara a
otros territorios.
Detrás de estas decisiones (absurdas porque se trata de fenecer el
patrimonio que podría ser insumo para el turismo histórico y cultural) se dan
una serie de omisiones, negligencias y decisiones que ya debemos soportar
porque siempre se impone la marca del desarrollo. Omisión, porque a la alcaldía
municipal se le recordó el deber de cumplir el EOT (Esquema de Ordenamiento
Territorial) que anota claramente la declaración del municipio de Filandia y en
especial el entorno construido del parque como “poblado de interés
cultural en el área del patrimonio arquitectónico y ambiental”.
Negligencia de la alcaldía
Negligencia porque, existiendo una respuesta a la inquietud ciudadana en el
sentido de acogerse al EOT (como se contestó en una carta de mayo 12 del 2014),
la secretaría de Planeación, tras cinco meses de silencio, mostró la verdadera
decisión al conceder la licencia. Decisión acomodada, porque ya se dudaba de
tal acción institucional de defensa del inmueble, cuando en la Secretaría se
solicitaba una declaratoria de patrimonio especial de aquella casa, que por
supuesto no existe porque esta consideración es general para todos los
inmuebles del parque principal.
Tiendas Ara ha prometido en el aviso de “ampliación-restauración” de la
nueva sede, comprometerse “con el patrimonio de los filandeños”. No queda claro
si se refiere al arquitectónico, porque está probado que la casa desapareció
por completo. Lo cierto es que muy pronto se demandarán acciones invocando el
“derecho a la igualdad” de otras empresas, para invertir en el marco del parque
principal, aquel que hasta ahora era considerada como “el más armónico de los
municipios del Quindío”, por la Sociedad Colombiana de Arquitectos, en los años
ochenta.
Una imagen distorsionada
También se dice alegremente que se conservará la fachada, que entre otras
cosas, no corresponderá a la referencia histórica, pues presentará corredores
de tipo colonial. Craso error que ha ganado terreno en Colombia cuando se
considera que podríamos conformarnos con una imagen, así el interior sea
modificado sin control. Eso ha terminado inmisericordemente con el atractivo de
muchos centros históricos. En el caso específico del Quindío, ocurrió en el
municipio de Salento, donde se refaccionaron fachadas y establecimientos
internos de aquellas solariegas construcciones, lo que ha desfigurado y
desvirtuado el carácter de integralidad que debe tener el patrimonio de esta
región. No olvidaremos en el Municipio Padre del Quindío, en 2010, la
destrucción de la centenaria casa “de las escaleras de tijera”, en el parque
principal, para dar paso a un gran supermercado.
El templo también se afecta
Algo que fue advertido en el caso de la Tienda Ara en Filandia tiene que ver
con la afectación que tendrá la estructura de tapia pisada del templo
principal, pues se pondrá en riesgo la estabilidad de tal vestigio
constructivo. Más grave será la situación, pues la armazón de madera general no
podrá responder ante los movimientos sísmicos, pues quedará atrapada entre dos
estructuras de concreto, que son el nuevo establecimiento de comercio y la casa
cural. Así se afectará un templo que es un monumento de gran valor
arquitectónico y conserva 22 postes de madera de barcino. Vale la pena
preguntarse: ¿Este es el tipo de turismo que ofreceremos en el Quindío, el de
los nuevos emplazamientos que destruyen el patrimonio cultural construido? ¿La
nueva infraestructura urbana en los sitios de recordación histórica será tan
atractiva para visitantes o turistas?
Una ciudadanía indolente
Es una lástima que la ciudadanía no haya persistido en la decisión de evitar
que se colocaran las Tiendas Ara en Filandia. Las razones que esgrimieron con
fuerza algunos comerciantes hace unos meses, se esfumaron luego en medio de un
silencio que nadie se explica. Caso contrario ocurrió en Salento, pues la
ciudadanía rechazó la instalación de dicha tienda. O en las poblaciones
boyacenses de Chiquinquirá y Villa de Leiva, cuyos habitantes y comerciantes
solicitaron perentoriamente a los almacenes Éxito, en 2013, que no instalaran
el hipermercados en sus localidades, ya que sus habitantes sentían que el
patrimonio histórico era más importante que el “avance del progreso” que
traerían las nuevas construcciones, al desentonar con su arquitectura colonial
y afectar el turismo.
¿Cuál paisaje cafetero?
Mientras esto se escribe, o en tanto esto se lee, está cayendo, por la acción
humana y a pedazos, la tradición constructiva del Quindío. Negligencia e
indolencia ante un “Paisaje Cultural Cafetero” que la ciudadanía del Quindío no
ha aprendido a reconocer y a defender, pero que sí nombran a diestra y
siniestra, siendo ya una costumbre alardear de su singularidad y sus bondades,
en contextos tanto oficiales como particulares. Bondades cuya comprensión no
trasciende la retórica, y no se refleja en acciones decididas de defensa y
conservación de nuestro patrimonio. En Filandia, con la actitud conformista de
sus habitantes, perdimos una gran oportunidad para asegurarles a nuestros hijos
y nietos la vivencia plena de unas casas construidas con amor por nuestros
ancestros.
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