Historiador Nodier Botero Jiménez |
Palabras de saludo al reingreso de un miembro de la AHQ, durante una charla sobre Historia y Literatura, junio 14 de 2012, en la SMP de Armenia.
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Regresa el armenio Nodier
Botero Jimenez a la Academia de Historia del Quindío con gran complacencia para
nosotros, sus integrantes. Con su estilo denso pero juicioso en sus textos —los
cuales es preciso leer y releer para sacarles el jugo que conservan sus
escritos en el fondo—, vuelve con una noticia sorprendente y novedosa: que está
corriendo el rumor de que la historia está mejor contada por los novelistas que
por los historiadores profesionales. (Es posible que German Arciniegas, o
Indalecio Liévano Aguirre, se revuelvan en sus tumbas con esta enunciación).
Aquel escritor
norteamericano que proclamó hace unos años el fin de la historia, olvido
consignar esta opinión de que el fin de la historia sobrevendría por causa de
la literatura. Lo cierto es que para muchos autores la literatura ha venido ocupando
gradualmente un lugar muy destacado en la historia, por su capacidad de narrar
los hechos, recrearlos y volverlos accesibles a la mayor cantidad de personas
posibles; se supone en consecuencia que los hechos históricos y sus protagonistas
tienen así más recepción popular que la labor metódica y paciente de los
investigadores.
Esta será una buena polémica
entre los contadores de historias, es decir, los divulgadores que comentan los
sucesos históricos sin investigarlos a fondo, como Diana Uribe, y los
verdaderos peritos que traen a la luz evidencias desconocidas que ayudan a
explicar los motivos o la trascendencia de algún acontecimiento en especial. Por
mi parte diría que no está mal, por ejemplo, que los millones de libros del
escritor italiano Valerio Manfredi nos ofrezcan animados y variados detalles
sobre la historia de los romanos en China, y otras obras del mismo tenor, con
supuestos diálogos imaginarios incluidos.
No obstante, hago la primera
reserva de que no se debe sustituir la realidad en el altar de la ficción: esa
es la preocupación principal sobre la cual se podría dialogar más largo con
Nodier Botero, mucho más desde el punto de vista de un aficionado a la historia
como este servidor, que de un literato metido a grande. Si bien me atrae la
difusión mediática (ahora que los escolares carecen de profesores de historia,
como si hubiesen exterminado las raíces de la sociedad), también me importa el
rigor de la verdad —que estimo más bien alterada, en aras del rating, en el
caso de ciertas telenovelas de le TV nacional.
2
Con todo su enorme bagaje intelectual,
Nodier Botero es ante todo un pensador, y en calidad de tal nos hace
reflexionar como lo hará esta tarde aquí, en los salones de la SMP. Aun más: quisiera
destacar que es un pensador como pocos en el Quindío. Desconozco por ahora el
canon de los ensayistas de postín o los filósofos nacidos por aquí y que hayan
dado y dejado una obra notable a las letras quindianas. Mientras me llegan nuevas
fuentes de información, quisiera aludir a los pensadores que he conocido de
cerca, tres personas especiales que tienen la paradójica virtud de ser
calarqueños.
Me refiero, en primer lugar,
al constitucionalista Carlos Retrepo Piedrahita —hace años embajador de
Colombia en Alemania Oriental— quien describió, en un bello libro, su largo viaje
hasta Austria y Suiza con el fin de conocer y palpar una roca agreste en Sils
Maria, cerca de Saint Moritz, donde, recostado en ella, meditaba Federico Nietzsche
sus famosos postulados sobre los prejuicios morales y la muerte de Dios.
De igual modo, me refiero al
abogado y filósofo Darío Botero Uribe, ya fallecido hace un par de años, quien
salió muy poco del campus de la
Universidad Nacional, pero cuya extensa obra filosófica (más de diez libros) conformó
una doctrina llamada el vitalismo cósmico
que tiene discípulos en muchas partes del mundo, amen de haber sido reconocida
por su profesor J. Habermas en su tiempo.
Finalmente, me refiero al también
abogado Nelson Mora Guevara, de ascendencia cundiboyacense, quien combinó su
profesión de penalista con la de traductor empírico y analista de los filósofos
germanos W. Dilthey y Nicolai Hartman, fuera de otros ensayos que tenía listos
para su publicación. Su libro Amor y
Filosofía, editado en 1965, está integrado por cuatro estudios, uno sobre el
amor y otros dos sobre Martin Heidegger y El
Banquete de Platón; su novela corta, La
Guerra Final, es tal vez el primer texto de ciencia ficción escrito en esta
comarca[i].
Como todos ellos, Nodier,
nuestro invitado de esta tarde, es el pensador del momento quindiano y quien
como autor, y a veces como editor, ha venido enriqueciendo notablemente las
letras de este departamento y sus alrededores. Acabo de leer su profundo y complejo
ensayo sobre la identidad quindiana, y después de eso uno queda uno listo para decir
que en esta materia ya no podemos improvisar más.
Por todo lo anterior nos
alegra tenerlo de vuelta a la AHQ, un foro de hombres libres donde lo más
respetable es la tolerancia a las ideas ajenas y el debate permanente en torno
al espíritu quindiano.
[i] Botero Uribe, Darío. Vitalismo Cósmico. Siglo del Hombre
Editores y Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 2002. Nelson
R. Mora G., Amor y Filosofía.
Junta de Fomento y Turismo de Calarcá, junio 1965. Restrepo Piedrahita, Carlos. Cuaderno De Viaje: Tras Las Huellas De Nietzsche Y
Maquiavelo .Universidad Externado de Colombia, 1993.
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