Gravado colonial de Don Pedro de la Gasca (1493-1567) que se halla en la iglesia de Santa María de la Magdalena (Valladolid, España) (Tomado de Wikipedia) |
Mientras el chambelán golpeaba el suelo con su enorme
bastón repujado y pronunciaba el nombre del visitante, Carlos V atento a su
llegada, acariciaba su prominente mentón de talante Habsburgo y acto seguido ordenaba
a su guarda personal Vosso, hábil tanto para manejar una alabarda como un
alfiler, el destrabe del ultimo juguete de cuerda de su colección personal. Era
verdaderamente apasionante la curiosidad que el monarca sentía por aquellos
artefactos mecánicos, solaz lenitivo de sus fatigosas jornadas de trabajo.
El sacerdote Pedro de La Gasca de sotana desteñida,
sandalias desgastadas y portando su inseparable breviario, se abrió paso por
entre personajes que hacían ostentación con lechuguillas, mantos y túnicas
adornadas con brocados. Un creciente murmullo se escuchó en la antesala, que
cesó una vez las puertas se abrieron y se cerraron tras el levita. Apareció
ante su majestad una figura de largas piernas en contraste con su pequeño tórax
y una giba manifiesta que juzgó, no dejaba alternativa entre lo burlesco y compasivo.
Por un instante restó credibilidad sobre el carácter y ponderaciones
intelectuales que su hijo el príncipe Felipe y el gran Duque de Alba tanto le
habían reiterado, pero bien recordó que La Gasca había estado bajo su servicio
cuando se desempeñó como Visitador de los Tribunales de Justicia y Hacienda de todo
el Reino, demostrando gran talento y dinámica en el desempeño de su cargo, el portafolio
que yacía en su escritorio bien sustentaba tales aseveraciones. Haber sido un
destacado estudiante de la Universidad de Alcalá y un egresado emérito de la
Universidad de Salamanca, para luego alcanzar la rectoría de la misma
institución, era por supuesto un hecho de gran relevancia. Las primeras
respuestas del sacerdote al interrogatorio a que fue sometido, demostraron una
vez más una mente organizada y un caudal de conocimientos
sobre la cosa pública que daba tranquilidad al monarca. La conversación giró hacia
temas esenciales como la necesidad de restablecer la autoridad y el orden en
ultramar. Perú en manos de los Pizarro no garantizaba la llegada del quinto
real oportunamente y extender la fe católica hasta los confines del universo y
defenderla una vez establecida, se consideraba una de las grandes prioridades
del reino. Carlos V, mientras se atragantaba con los bocadillos que en forma
inveterada permanecían sobre una pequeña consola de su despacho, reiteró a La
Gasca en su español carrasqueado, la urgencia de restablecer cuanto antes el
envío de oro y plata para cubrir necesidades apremiantes, de las menguadas
arcas del estado.
La sociedad que conformaron Francisco Pizarro, Diego
de Almagro y Fernando Luque para conquistar el Perú, evidenciaba serios
problemas relativos a los medios de que disponían para llevar a cabo su
empresa, reiteradamente pidieron ayuda a la Gobernación de Panamá con
resultados infructuosos y finalmente deciden que Pizarro se desplace a España,
para requerir el amparo de Carlos V quien resuelve apoyarlos, y nombra a Francisco
Pizarro gobernador del Perú con el título de Adelantado Mayor del país. Almagro
se resiente por no haber sido tenido en cuenta y tilda a Pizarro de desleal,
Pizarro reconoce su ligereza y ambición e invita Almagro a compartir con él la
Gobernación, pero ya la amistad había tenido un notable resquebrajamiento que
se agudizó, cuando Almagro regresa de su expedición a Chile en 1537 y ocupa a
Cuzco por considerarla que pertenecía a su gobernación, se enfrenta
triunfalmente con su ejército a los hermanos Pizarro Hernando y Gonzalo, a
quienes hace prisioneros en la batalla de Abancay el 12 de junio de 1537.
Francisco Pizarro negoció con Almagro el destierro y libertad de sus hermanos
pero no cumplió, y una vez liberados les dio el mando y juntos se enfrentaron a
Almagro. Los “almagristas” fueron derrotados en abril de 1538 en la batalla de
las Salinas. Almagro es ejecutado por estrangulamiento de torniquete en la
cárcel y su cadáver decapitado en la plaza mayor de Cuzco. Por este hecho, Hernando
fue encarcelado durante 20 años en España de donde salió libre el 27 de mayo de
1561.
El Perú entra en una guerra fratricida y las quejas a
la corte española sobre la tiranía y crueldad de los Pizarro se hace
ostensible, Cristóbal Vaca de Castro es nombrado por la Corona para zanjar el
conflicto, pero su tardanza en llegar hace que los partidarios de Almagro-hijo
se exasperen y urden la conspiración que dio muerte al gobernador Francisco
Pizarro el 26 de junio de 1541 al son de viva el rey y muerte a la tiranía.
Una vez se hizo presente el emisario Vaca de Castro portador
de una cédula real que lo autorizaba a tomar el mando, se proclamó Gobernador
del Perú. Almagro-hijo que había sido pregonado virrey por sus copartidarios,
se declara en rebelión contra las banderas de la corona y es derrotado en la
batalla de Chupas por Vaca de Castro y posteriormente ejecutado. Vaca, decidido
a poner orden en la administración tuvo logros importantes en el fomento y
creación de riqueza pero incurrió en los mismos excesos que tanto había
censurado a sus adversarios, disfrutando de cuantiosas ganancias de rentas que
correspondían a la Corona y creándose asimismo serias dificultades en la
implantación de “Las Leyes Nuevas”, que se promulgaron con el fin de establecer
control a los abusos por parte de los encomenderos frente a los nativos. Pronto
se propagó el descontento y las quejas llegaron al rey, quien decidido perentoriamente
a terminar con tal estado de cosas, nombra como primer virrey del Perú a Blasco
Núñez de Vela quien desembarca en 1544 en la fortaleza “Nombre de Dios”. Núñez
de Vela se mostró poco experimentado en la administración del ente público, obrando
con arbitrariedad y parcialidad en el ejercicio del poder. Sus actuaciones
provocaron que las fuerzas españolas instaladas desde hacía años en el Perú, se
alzaran contra él y buscaran a Gonzalo Pizarro para que los representara. El
Virrey al provocar directamente la muerte del ciudadano local Illán Suárez de
Carbajal, exasperó los ánimos y prendió la rebelión, siendo apresado el 18 de
septiembre de 1544 y procesado por la Real Audiencia de Lima quien ordenó su
regreso a España. En desacato a la orden impartida, organizó tropas emprendiendo
una guerra fratricida entre españoles de ultramar, enfrentándose a Gonzalo
Pizarro en la batalla de Añaquito que terminó con la vida del Virrey el 18 de
enero de 1546. Después de la derrota de las tropas leales a la Corona, Pizarro
se hizo presente en Lima con el boato propio de un monarca vencedor que entra
en su corte.
El sacerdote Licenciado Don Pedro de La Gasca bien
tenía por supuesto un panorama bastante complejo que contender allende los
mares, pero a sus 53 años disponía de energía suficiente para lidiar con la
complejidad de dificultades que se le avecinaban. De muy noble y antiguo
linaje, había nacido en la pequeña aldea de Navarregadilla en 1493, de preclara
inteligencia adornaban su personalidad grandes atributos que lo distinguían por
su carácter enérgico, valiente, decidido, intrépido, igual que benévolo, compasivo,
paciente y pertinaz súbdito leal a la Corona.
Embarcó en Sanlúcar de Barrameda el 26 de mayo de
1546, pisa tierra americana en la fortaleza “Nombre de Dios”, el 27 de julio y
se traslada a Panamá el 13 de agosto de 1546. Prevalido de su cargo de Presidente
de la Real Audiencia de Lima que le fuera otorgado en febrero de 1546, era así
mismo portador de facultades plenas concedidas por el monarca, relativas a cédulas
reales para todas las autoridades de las Indias y cartas firmadas en blanco por
el rey. Poseedor de tres armas contundentes: conocimiento, persuasión y
paciencia, no dudó en aplicarlas con certero juicio. Innovó, desde el primer
momento que desembarcó, dando comienzo a la aplicación del método de
información escrita oportuna clara y sencilla, utilizando impresos escritos distribuidos
por un fraile dominico a los alfabetos, que indudablemente eran minoría pero
que sirvieron de anunciantes acuciosos. En dichos volantes se explicaba el
programa de beneficios a quienes colaboraran en el cometido de sosegar los
ánimos y colaborar con la autoridad establecida, ofreciendo además amnistía y
perdón para los revoltosos. En su finalidad misional estableció una red de
información que actuó como un organismo serio, expedito y oportuno. Paulatinamente
se fue ganando la confianza de la gente afecta a Gonzalo Pizarro y la de sus
más eficientes y apreciados subalternos y ello fue patético cuando obtuvo para
su propósito las simpatías del gobernador de la fortaleza “Nombre de Dios”,
teniente Hernán Mejía y del gobernador de Panamá Alonso de Hinojosa jefe de una
escuadra de 22 buques.
La Gasca instó en repetidas ocasiones interlocución
con Pizarro para que acatara la autoridad del rey y depusiera su actitud prevenida
y arrogante, en la intención de que nada podía temer de un pacífico sacerdote
sin armas, que no deseaba sino hacer bien a todos, pero en una última
exhortación, Gonzalo Pizarro respondió manifestándole que se volviese a España
a proponer al Rey que lo nombrase gobernador del Perú. Sin dudarlo, La Gasca
planeó su estrategia de acción mientras Pizarro se debatía en la incertidumbre,
tratando de descifrar cómo “bajo el exterior modesto de aquel hombre, se
ocultaba un poder moral más fuerte que el de todos sus soldados cubiertos de
acero, que obrando silenciosamente en la opinión pública, minaba toda su fuerza
y poder”. Lo embargó una situación de desazón que le hizo reflexionar,
recordando aquella ocasión en que Hinojosa le dijo “que La Gasca con toda su
reputación de santo era la persona más mañosa que había en España e más sabio”
y Carvajal agregaría “que las mañas y palabras del clérigo eran más de temer
que las lanzas del rey de Castilla”.
Fue por lo tanto inevitable la contienda bélica entre
los bandos de Gonzalo y La Gasca en Jaquijahuana, en la pampa de Anta, cerca de
el Cuzco, el 9 de abril de 1548. La batalla fue realmente una deserción masiva
de las tropas de Pizarro y según relata el inca Garcilaso de la Vega, Gonzalo
Pizarro se volvió hacia su Maestre de Campo Juan de Acosta y le dijo: “¿Qué
haremos hermano Juan“, éste presumiendo más de valiente que de discreto,
respondió: “Señor, arremetamos y muramos como los antiguos romanos“, pero
Gonzalo Pizarro le contestó: “Mejor es morir como cristianos”. La Gasca había
ofrecido el perdón y los soldados de Pizarro empezaron a desertar. Entre los
primeros desertores se encontraban el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, padre
del inca historiador y el oidor Diego Vásquez de Cepeda. Gonzalo Pizarro,
Francisco de Carvajal y todos sus capitanes se entregaron, fueron apresados en
el mismo campo y sometidos a proceso sumario. Las cabezas cercenadas de Gonzalo
y Carvajal en jaulas de hierro hicieron presencia en la plaza principal de Lima.
El cadáver decapitado de Gonzalo fue llevado al Cuzco y enterrado bajo el altar
mayor de la iglesia de La Merced, donde ya estaban los cadáveres de Almagro El
Viejo y Almagro El Mozo: Habían pasado menos de siete años desde la muerte de
Francisco Pizarro.
En su tarea de renovación administrativa La Gasca
entre otros logros, abrió nuevas escuelas, racionalizó la explotación de las
minas incrementando la productividad, organizó la contabilidad aumentando los
recaudos y disminuyendo las cargas impositivas, que los contribuyentes pagaban
a la Corona. Cuando los ricos colonos españoles fueron a despedirlo, le
obsequiaron 50.000 castellanos de oro los cuales no aceptó diciéndoles en tono
amable pero explícito: “He venido a pacificar el Perú y a servir al rey no
quiero deshonrarme con un acto que empañaría mi pureza de conciencia y mis
intenciones”
El sacerdote Don Pedro de La Gasca partió de la
fortaleza Nombre de Dios el 24 de mayo de 1550 a los tres años, nueve meses y
tres días de su llegada al Nuevo Continente. El l4 de septiembre, entraba la
armada en Sanlúcar y el 25 desembarcaba con toda su gente en Sevilla. Lo
acompañaba su hermano Juan quien con un cartapacio de balances contables ansiaba
cuanto antes deshacerse de ellos y entregarlos a los organismos de vigilancia
de la corte. La Gasca, quien siempre utilizo en primea línea el apellido de su
progenitora, se fundió en un solo abrazo con su anciana madre para luego
disfrutar con humildad de las distinciones y las más altas muestras de
consideración que le brindó la corona y el pueblo español.
Fue ascendido a la dignidad de Obispo el 17 de mayo
de 1552. Falleció el 13 de noviembre de 1567 en Sigüenza, España y sus restos
reposan en la Iglesia de Santa María de la Magdalena en Valladolid.
Alfonso Gómez Echeverri.
Escritor
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