A los 70 años de la muerte de María Arsenia
Cardona, la esposa del fundador de Armenia, don Jesús María Ocampo, todavía se
desconocen detalles de esa relación que, por lo escrito sobre ellos, se tornó
distante, a tal punto que ella no lo acompañó en la travesía que emprendió
Tigrero cuando decidió partir a la montaña cordillerana del Quindío y donde
encontró la muerte. Muy diferente es esta situación a la que Arsenia y Tigrero
enfrentaron cuando salieron a explorar territorio, a finales del siglo XIX,
después de su matrimonio, y huyendo hasta la región donde fundaría la ciudad de
Armenia.
Cuando falleció, en la mañana del 21 de
febrero de 1950, Arsenia Cardona de Ocampo contaba con 77 años de edad. Vivía
en una pequeña casa del sector de El Bosque de Armenia, la cual había sido
otorgada por el municipio, junto con una pensión que le permitió sobrevivir con
su familia y además permanecer en cuidados médicos en el hospital San Juan de
Dios.
Había nacido en Salento en 1873, era hija de
Jesús María Cardona y Ramona Buitrago. Cuando estaba pequeña, la familia se
trasladó, primero a Circasia, y luego a la población de Anaime, Tolima, donde
su padre trabajó en una finca de Tigrero. Tenía 13 años cuando conoció a Ocampo
y finalmente contrajeron matrimonio en Ibagué en 1866. Tigrero tenía 37 años.
El 26 de septiembre de 1938, el cronista
Alfonso Valencia Zapata le hizo una entrevista a doña Arsenia, la cual fue
publicada en su primera edición del libro “Quindío histórico” de 1955. En el
escrito aparecen apartes de su vida, entre ellos la versión que le contó a
Valencia, con referencia a que el municipio le había confiado una ocupación de
parquera en el sector San José El Bosque, donde finalmente construyeron su
casa, en un lote donado por don Santiago Vélez Palacio.
Valencia Zapata escribió lo siguiente en la
página 75 de esa primera edición: “Algunos años después de la fundación de
Armenia, María Arsenia Cardona de Ocampo atendió requiebros y Tigrero desilusionado
se fue a la montaña, hasta que llegó la hora de su muerte en la quebrada de
Guayaquil en Río Verde”.
De acuerdo con el significado de aquella
expresión, “requiebros”, y del verbo “requebrar”, todo indica que ella pudo
recibir los piropos y los halagos de otra persona, lo que disgustó
profundamente a su esposo. El mismo autor, en sus ediciones de “Quindío
Histórico”, escribió lo siguiente: “Tigrero sufría las decepciones domésticas.
Amargo y doloroso fue su exilio. María Arsenia, que fue su mujer fiel a través
de la selva del Quindío, lo desdeñó al final de la jornada. Ocampo, mirando el
desdeño, abandonado por los afectos de quien fue su compañera, se fue en busca
de más selva porque solo en ella encontraba tranquilidad”.
Una historia de amor y desdén de los esposos
fundadores de Armenia, también llena de mitos y anécdotas de ambos personajes,
que muchos autores han abordado en sus obras literarias. Uno de ellos, Helio
Martínez Márquez, en la página 44 de su libro “Por los caminos del tiempo”,
anota: “Parece que dolorosas intimidades robaron a Tigrero el honor y el amor
de su esposa y solo y grande, se internó en lo profundo de la selva, para
identificarse con la naturaleza y abrazarse y fundirse con la tierra, su gran
pasión y su gran amor, y al pie de un árbol secular empezó, dicen las
historias, a lavar en las aguas cristalinas, el rubio metal que alimentara la
codicia de los hombres y la conquista del Quindío”.
Estas líneas se refieren a los últimos
suspiros de Tigrero quien, dice el registro histórico, murió aplastado por un
árbol, en su labor de minería de oro en aquellas montañas donde voluntariamente
se había confinado.
Otro autor, el historiador Miguel Angel Rojas
Arias, escribió en “Los amores de Tigrero”, año 1995, y en forma de cuento, los
eventos que rodearon a la pareja en sus pasajes de colonización y donde se
recrean la esgrima montañera o las acciones de personajes históricos o de
leyenda, entre otros aspectos singulares.
En la obra “Quindío histórico”, no se menciona
a Arsenia por sus ejecutorias, aunque sí por las curiosas anécdotas sobre ella
y Tigrero. En el capítulo titulado “Algunos recuerdos de los fundadores”, de la
edición de 1963, páginas 163 y 164, se consignan las dos más simpáticas. La que
se refiere a la caza de una hembra de jaguar, o tigre como llamaba Ocampo a la
fiera, y que le valió el apodo de Tigrero. Y la de las bacinillas de esmalte
fino que él le regaló a Arsenia. Asombrada por su hermosa y reluciente lámina,
y que reemplazarían al beque de madera de yarumo, le contestó que ella mejor
las guardaría “porque eran mejores para ordeñar”.
El día de la muerte de María Arsenia se
expidió el Decreto número 16 de febrero 21 de 1950, “por el cual se honra la
memoria de una fundadora de la ciudad”. Dos de sus mandatos rezaban lo siguiente:
“Artículo 4. Designar a don Jesús López Dávila para que lleve la palabra en el
Cementerio a nombre de todos los hijos de Armenia”. “Artículo 5. Todos los
gastos del entierro serán por cuenta del municipio”.
El cadáver fue velado en cámara ardiente, en
el salón del Cabildo, en medio de muchas ofrendas florales. A las cuatro de la
tarde fue trasladado hasta la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús al oficio
fúnebre y finalmente fue sepultada en el monumento a los fundadores, junto con
los restos de Tigrero, en el Cementerio San Sebastián. Allí estuvieron hasta
que el panteón y el camposanto fueron suprimidos y trasladaron sus cenizas a
una cripta de la iglesia de piedra, en dos bóvedas contiguas. La de ella
aparecía como “Arsenia Cardona de Ocampo Esposa del Tigrero”.
Hoy las cenizas de ambos reposan en el Parque
de Los Fundadores de Armenia, en el nuevo monumento.
Roberto Restrepo Ramírez.
Miembro de Número de la Academia de Historia
del Quindío
Febrero de 2020
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