La piedra, material olvidado y despreciado en el panorama cultural y turístico del Quindío

Templo del Sagrado Corazón de Jesún en Armenia

Con este material, se construyeron grandes edificaciones en el Quindío como lo es la llamada “Iglesia de Piedra”, ubicada en pleno centro de Armenia. 

La piedra —material natural, noble, duradero y fresco—ha marcado las historias de las regiones, de la misma humanidad y hasta del pasado geológico.

No obstante, en los procesos culturales y turísticos del Quindío, la piedra, tomada de la naturaleza para diversos fines, tallada o trasladada, ha sido despreciada y olvidada.  Podríamos presentar una lista extensa de la subvaloración de bienes culturales que han sido empleados o transformados desde las características eternas de lo pétreo. Entre otras manifestaciones tangibles están las siguientes:

La llamada “Iglesia de Piedra” de Armenia —el templo del Sagrado Corazón de Jesús— que, a juicio del escritor Helio Martínez Márquez, es una de las 17 edificaciones religiosas que existen en el mundo, levantadas en piedra.
Los petroglifos, de las voces “petro”, piedra; “glifos”, grabado son piedras que están ubicadas en campo abierto, o cerca de las quebradas y ríos y son de característica arqueológica.  En el Quindío, la mayor concentración de petroglifos se encuentra en jurisdicción de La Tebaida. Las piedras presentan diseños antropomorfos y zoomorfos. Los indígenas prehispánicos de esta región esculpieron esas figuras mitológicas hace unos 1.500 años. Están a campo abierto, su acceso es fácil, pero ello coloca en riesgo a estos vestigios antiguos, que prácticamente son patrimonio cultural de la humanidad.

Las crónicas históricas del Camino del Quindío nos mencionan el recuento que hacían los viajeros del siglo XIX en cuanto a leyendas e inscripciones que algunos dejaban en las piedras a la vera de esa vía importante. La noticia más destacada es la inscripción que José Celestino Mutis dejó en una de ellas, cuando hizo la travesía por la zona del río Barbas.

Es llamativo el interés de los historiadores del pasado por aquellas piedras grabadas. Heliodoro Peña, por ejemplo, en su obra “Geografía e historia de la provincia del Quindío”, escrita en 1892, página 26, subtitula con el término “particularidades” lo siguiente: “Encuéntranse cuatro enormes piedras en las que se ven grabados varios caracteres que hasta hoy nadie ha descifrado: La primera a orillas del río Chinchiná, la segunda en el alto del Chagualo, ambas en el área del Distrito de María;  la tercera en el río San Francisco;  y la cuarta en “Dos Quebradas”, a tres cuartos de legua de Pereira”. Es claro que Peña se refiere a los petroglifos y, en especial, al de La Marcada, en jurisdicción de Dosquebradas.

En la Casa de la Cultura de Montenegro, escondida en una de las vitrinas de exhibición, se encuentra la talla de piedra más antigua del Quindío, de 9.000 años de antigüedad. Los arqueólogos la llaman “punta de proyectil”.  Es una piedra fina en punta que se amarraba a una lanza de madera, para cazar mastodontes.  Este vestigio y otros que se han encontrado en el Quindío son la muestra palpable del paso de cazadores y recolectores por este territorio hace miles de años. La fecha más antigua de este período está datada en 9.470 años y su registro se conoce como Salento 24.

Los fósiles son objetos petrificados que tienen origen orgánico y que se encuentran en la naturaleza, como producto de procesos de fosilización, de millones de años. Lamentablemente ellos hacen parte de una cadena de tráfico mundial ilegal, lo que lleva a estos materiales a la venta prohibida de tales testimonios geológicos. En el jardín ubicado frente a la entrada de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad del Quindío, un fósil vegetal, llamado xilópalo, de una antigüedad estimada en 40 millones de años, fue allí colocado sin protección alguna.  Alguien lo depositó en ese lugar, sin que haya conciencia sobre el cuidado que se debe tener para evitar su extravío.

Miles de yacimientos arqueológicos se hayan de forma ocasional en territorio del Quindío.  Algunos son formaciones rectangulares, conformadas a manera de sarcófagos.  Los especialistas las llaman estructuras líticas, mientras los campesinos las denominan “tumbas de cancel”.  Grandes y pesadas lajas que fueron traídas desde la cordillera y ríos lejanos, para dar la forma a estas interesantes estructuras, dan cuenta de motivaciones religiosas o rituales de los pueblos del pasado. La mayoría se destruyen, porque se cree que pueden contener ofrendas de oro. Sólo dos conjuntos de ellas se conservan en el Quindío, en el Barrio Montevideo Central de Armenia y en el Instituto Quimbaya de la población de las “velas y faroles”.  Es tal el desconocimiento sobre su importancia que, en 1919, el 7 de agosto, el alcalde de Salento grabó una de las lajas con la siguiente leyenda: “A los héroes de Boyacá, el Pueblo de Salento”, ignorando entonces que se irrespetaba un objeto arqueológico. Se encuentra en el sector sur del parque principal.

La lista es muy larga, porque deberían mencionarse objetos muebles arqueológicos, como hachas, barretones u objetos rituales de piedra, de siglos de antigüedad, que también se comercian en el tráfico ilegal de piezas.  O los pilones de piedra, tallados a finales del siglo XIX en Salento, junto con las piedras de molino para trigo. O los denominados metates, piedras talladas curvas, que los indígenas prehispánicos empleaban para triturar el maíz.  Se encuentran abandonados en predios rurales o adornando antejardines y parques, si bien ellos deberían estar en los museos.

Tal vez el conjunto de piedra más bello y singular lo tuvo el municipio de Filandia. En las primeras décadas del siglo XX, incorporado a la nómina de la alcaldía, existía un cargo singular, el empedrador.  Varios personajes desarrollaron esa ocupación muy curiosa en la región, consistente en empedrar calles, andenes y patios interiores de casas

El empedrador más conocido de Filandia era el padre de la pequeña mujer más querida del pueblo, Fabiolita Murillo, de 80 años de edad, quien actualmente se encuentra en el Hogar de Bienestar del Anciano.  “Murillito” cargaba la piedra pequeña, redonda y fina desde el río Barbas, en cajones especiales que llevaban las mulas. La superficie de piedra más famosa se conoció como El Empedrado y dicho camino, junto con las calles del municipio, se empedraban desde el trazado inicial de una, dos o tres líneas rectas que marcaban la puesta perfecta de las demás, en simetría admirable.

Hoy, calles, andenes y patios de piedra han desaparecido. Sólo se conserva un maltrecho andén frente al Hospital Mental, en regular estado, y el patio particular de la casa de doña Fabiola Arias, en buena condición. 
En el municipio, durante el mes de septiembre de 2019, se acometerá la peatonalización de la Calle del Tiempo Detenido. Qué bueno sería, para el turismo cultural de Filandia, que esta calle se empedrara de nuevo, utilizando como referencia la supervivencia de una foto especial de 1920, que muestra el hermoso trazado de piedra de entonces. Regresaría Filandia a sus fueros de poblado señorial y patrimonial.

Roberto Restrepo Ramírez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío


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