Periodista Celedonio Martínez Acevedo |
La noticia causó no sólo una tremenda sensación
entre los ciudadanos, sino una violenta reacción entre sus amigos y
copartidarios liberales, habiéndose formado manifestaciones que recorrieron las
calles y que terminaron en la Plaza de Bolívar, en donde varios oradores
llevaron la palabra para condenar el vil asesinato.
En el radio-periódico Radio Gaceta, que se
transmitía por La Voz de Armenia, con la dirección de Germán Gómez Ospina y la
locución de Martínez Acevedo, quien además colaboraba con artículos y
editoriales, se hacía un análisis a fondo de las actividades políticas y muy
especialmente del estado de violencia a que estaba sometido el Quindío por la
acción de los antisociales - pájaros - y la complicidad de las autoridades; se
hacía a diario una acérrima defensa de los copartidarios perseguidos y en forma
clamorosa se predicaba la paz.
En la sentencia proferida por el Juez Superior,
doctor William Gómez Villegas, con fecha 3 de junio de 1960, se expresa: “Desde
varios años atrás el señor Martínez Acevedo venía empeñado en una campaña a
fondo encaminada a combatir el estado de violencia que ha imperado en diversos
lugares del país y, particularmente, en la región del Quindío. Desde los
micrófonos de una emisora radial de Armenia clamaba todos los días contra los
elementos depravados que en nefandas asociaciones delictuosas se dedicaban al
asesinato, al asalto, al robo y a toda clase de actos atentatorios contra los
derechos de los ciudadanos y de sus bienes; pedía la estricta aplicación de la
ley a quienes venían violándola a cada paso; condenaba la impunidad y reprobaba
la conducta tolerante y a veces cómplice de ciertas autoridades que en vez de
cumplir el mandato constitucional de hacer respetar la vida, honra y bienes de
las personas, se desentendían de su alta misión contribuyendo a estimular la
criminalidad, cuando no amparándola abiertamente”.
Esta noble actitud del periodista, su abnegada lucha
en bien de la comunidad, lucha llena de graves peligros, es claro que no podía
ser del agrado de los violentos, de los individuos que tenían interés en que se
prolongara indefinidamente la situación de anormalidad social que les daba
margen para el ejercicio de sus oscuras venganzas, para obtener provecho
ilícito de sus continuas depredaciones, o bien, simplemente para saciar y dar
satisfacción a destructores instintos primitivos.
En este ambiente de bajas pasiones, de odios,
saturado del más depravado salvajismo, fue donde indudablemente nació la idea
que quitar de en medio al desvelado periodista que fustigaba sin temor las
actividades de los delincuentes, los vicios sociales perjudiciales para la
comunidad, la conducta negligente de ciertos funcionarios que ningún honor
hacían a su investidura oficial.
Era indispensable acallar la voz persistente del
censor de la violencia que era un verdadero obstáculo para las actividades
proclives de los interesados en sostenerla, así directa como indirectamente. Y
esa idea de eliminar a Martínez Acevedo fue tomando cuerpo hasta cristalizar en
un efectivo plan criminal que por desgracia habría de cumplirse de manera
total”.
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