La historia del Tesoro
Quimbaya también es la de sus protagonistas. Desde el presidente Carlos Holguín Mallarino
que lo obsequió, hasta el más sencillo guaquero que intervino en el saqueo,
poseen un reservorio de informaciones personales y anecdóticas que la pesquisa
documental se encargará de divulgar sobre este suceso fabuloso de finales del
siglo XIX.
Dos de sus actores fueron
Román María Valencia y Carlo Vedovelli -Breguzzo. El primero fue uno de los fundadores de
Calarcá; el segundo era un comerciante italiano de la época. Ambos han quedado registrados en el recuento
cronológico del Tesoro Quimbaya como los primeros que produjeron descripciones
detalladas o alegóricas de las piezas de oro encontradas.
Las fuentes escritas de
noviembre de 1890 -días después del hallazgo- nos indican que las piezas de oro
fueron ofrecidas a muchos coleccionistas de los alrededores y de Manizales,
Salento y Pereira. En este momento
aparecen en la red comercial los nombres de conocidos negociantes de
antigüedades, como fueron Tomás Henao, Valeriano Marulanda y Juan Pablo
Jaramillo Lalinde, entre otros.
Fue este último quien
finalmente llevó los objetos a Bogotá en diciembre de 1890, para ofrecerlos en
venta y exponerlos en su casa, pues los había adquirido, al parecer, en
Manizales ya que allí tenía otro centro de recepción de objetos arqueológicos e
históricos.
En el periplo que
cumplieron dichas piezas orfebres, desde Filandia, parece que estuvieron en
Salento, donde se asegura fueron exhibidas, antes de llegar a Manizales. Todo indica que allí fueron apreciadas por
Román María Valencia, también coleccionista de piezas y quien escribe esto el
10 de noviembre de 1890, en Calarcá, el pequeño corregimiento de Salento donde
residía:
“Hace cuatro años que anuncié en La Voz de Antioquia, y en
una hoja suelta titulada Calarcá, la fundación de una nueva población que lleva
ese nombre; así como el descubrimiento de las guacas y demás riquezas que
contiene este hermoso valle.
Desde esa época he venido observando que no pasan cuatro ó
seis meses sin que se hagan nuevos descubrimientos de guacas, de donde sacan el
oro en grandes cantidades, y objetos de arte de belleza incomparable; pero lo
que hoy causa estupor es que en estos días, en el mismo valle y cerca de la
población de Finlandia, han descubierto dos pueblos (como dicen los guaqueros)
donde, por el oro que he visto y los informes más fidedignos que he adquirido,
pasa de ocho arrobas el oro que han sacado de allí.
No es la cantidad del oro lo que más llama la atención: es el
arte con que está fabricado. El obraje
pequeño de joyería está representando figuras alegóricas y animales de toda
especie: mariposas, aves, lagartos, sapos, peces, caracoles, etc.; lo demás
está en forma de ídolos de oro macizo con insignias y alegorías, como bastones
de oro, que representan en sus mangos águilas coronadas y otras aves igualmente
con corona; vasijas de oro de servicio doméstico, instrumentos musicales,
algunos en forma de corneta, cuyo tañido
se oye a larga distancia; en fin, tanta variedad de formas y tamaños, que sería
largo enumerar”.
Valencia manifestó en su
escrito (publicado por el periódico EL CORREO NACIONAL en su edición del jueves
20 de noviembre de 1890) una petición interesante: “Todas estas cosas, que
debieran conservarse en nuestro Museo Nacional, se pierden
indistintamente. Yo estoy formando una
colección hasta donde me sea posible conseguirla”. El mismo 20 de noviembre, otro periódico
capitalino (EL RELATOR, no. 505), fundado por Felipe Pérez en 1877, publicó una
nota en el mismo sentido, que se colige también se deriva de varios telegramas
que envió Valencia a la capital.
Era la primera vez que se
relataban con detalles las características de las piezas de oro y de algunas
vasijas y figuras de cerámica, de las que Valencia hace una descripción que
permite identificar las que parecen ser alcarrazas (o vasos silbantes), sellos planos
y circulares, así como volantes de huso.
El italiano Vedovelli –
Breguzzo, quien era además miembro de la Sociedad Geográfica de Roma, apareció
en la escena en la misma fecha de la observación realizada por Valencia, lo que
motivó se escribiera la segunda mención detallada de las piezas del Tesoro
Quimbaya. Todo indica que este personaje
también viajó a Manizales, de cuya visita quedó tan motivado que publicó el
catálogo denominado COLECCIÓN FINLANDIA en francés. Su texto es más prosaico y alegórico, pues no
tenía un conocimiento tan amplio de la arqueología colombiana, aunque sí de los
hallazgos faraónicos de Egipto, cuya comparación realiza en la descripción de
los objetos, tal cual se aprecia en la traducción realizada por el escritor
calarqueño Elías Mejía:
“Entre estas piezas, aunque descubiertas en una tierra de
naturaleza volcánica, no se ha encontrado un solo instrumento ofensivo, ni la
más pequeña arma, ni siquiera una pulgada.
Su examen demuestra evidentemente que la mayor parte de este tesoro
pertenecía al culto: ¿pero cuál culto? Las mitras, una de grandor enorme (No.
26 de las fotografías) recuerdan aquellas de Media, de Siria y de Egipto. El No. 7, vaso en forma de figura humana en
oro fino, servía sin duda para la quema de inciensos, y parece ser del más puro
estilo egipcio.
Todos estos ídolos sentados o de pies, machos o hembras, con
los signos de su naturaleza bien pronunciados, indican evidentemente el culto a
Venus y a Príapo, cultos que existían en los tiempos de la civilización
egipcia”.
Vedovelli no es tan
directo en la relación detallada de las piezas, lo que desmerece mucho su
escritura, aunque anota una opinión interesante, cual es la de sugerir el
carácter de objetos de “culto”, como así lo asevera con relación a los poporos
antropomorfos de oro.
El mérito del texto de
este extranjero -que también había fundado su empresa de importación y
exportación llamada Museo Commerciale Italiano -es la lista detallada de los
objetos del Tesoro Quimbaya y la publicación de tres fotografías que muestran
la totalidad de ellas, las que había logrado un fotógrafo y artista, también
italiano, llamado Antonio Paccini.
Tampoco aparece mayor
información sobre la cerámica en el catálogo de Vedovelli. Aunque llama la atención la fotografía de los
cascos repujados y los alfileres de poporo, pues allí aparecen tres objetos
cerámicos. Son dos son figuras antropomorfas, llamadas popularmente “retablos”
en el Quindío y una vasija también conocida en este departamento como
incensario. Lo curioso es que las tres
corresponden a un período posterior cronológico que se conoce como el Tardío y
la explicación de por qué aparecen en dicha fotografía es que, ante la ausencia
de la cerámica del hallazgo, se anexaron las tres piezas de otra colección,
para el registro del catálogo que se requería publicar con urgencia.
En
una conversación sostenida con don Argemiro Buitrago, un conocido guaquero de
Quimbaya, a finales del siglo XX en su residencia, él nos aseguró conocer el
sitio exacto donde se encontró el Tesoro Quimbaya y acotó algo que se había
divulgado en muchas ocasiones: la cerámica de las tumbas más ricas no era
tenida en cuenta en labores de guaquería, más bien se rompía o se dejaba allí
olvidada.
Próxima entrega: El Tesoro Quimbaya en la fría Bogotá de 1891.
Por: Jorge Hernán
Velásquez Restrepo y Roberto Restrepo Ramírez.
Miembros de Número de la Academia
de Historia del Quindío
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