Antes de que finalice este año, el del cincuentenario de nuestro
departamento y, al mismo tiempo, de la Sociedad de Ingenieros del Quindío SIQ,
he querido dar a conocer, a grandes rasgos, diferentes aspectos de la vida de
quien no solo fue el primer ingeniero nacido en el territorio del actual
departamento del Quindío, sino también el primero en ejercer su profesión en
él: Manuel Buriticá Pérez.
Nació el 8 de junio de 1892, en la esquina de la calle 19 con carrera 15
de la actual nomenclatura de Armenia, en ese entonces corregimiento del
distrito de Salento, provincia del Quindío, Estado Soberano del Cauca, en el
hogar formado por José Jesús Buriticá Melo, natural de Riosucio, y Carmen
Pérez, natural de Neira. El pequeño Manuel estudió la primaria en Armenia y
luego fue a Cartago, donde inició la secundaria como interno en el Instituto
Mariscal Robledo; posteriormente viajó a Manizales a terminar dichos estudios
en el Instituto Universitario.
A su regreso a Armenia, entra a trabajar en el almacén de don Chucho, su
padre. Después de algunos años, Manuel decide estudiar ingenieria civil en la
Escuela Nacional de Minas de Medellín (hoy universidad Nacional de Colombia,
sede Medellín) donde termina estudios en 1923. Su tesis fue sobre la
construcción de una planta hidroeléctrica. En esa época el gobierno no exigía
título para poder ejercer, bastaba haber terminado estudios, porque, entre
otras cosas, las pocas universidades que había eran todas buenas y no existían
las ahora denominadas de “garaje”.
Se casó en 1924 con Teresa Baena Hoyos, nacida en Armenia, en la “falda de las arrugas” (calle 19 entre carreras 12 y 13), la que años más tarde sería pavimentada por Manuel. Tuvieron 8 hijos entre los cuales hay tres ingenieros. Ellos fueron: Alberto, Ana, Jorge, Gabriel, Alfredo, Diego, Amparo y Rodrigo, quienes les dieron 20 nietos.
Grado de profesores y alumnos.
En 1939 la Escuela llamó a todos los ingenieros que habían terminado
estudios en sus aulas para un grado colectivo, el 30 de noviembre, en el cual
se graduaron profesores y alumnos al mismo tiempo. Con Manuel se
graduaron destacados ingenieros a nivel nacional, entre ellos: Pedro Nel
Gómez; Otto de Greiff; Mariano Ospina Pérez, después Presidente de Colombia, y
su hermano Tulio Ospina Pérez; y José María Villa Villa, constructor del Puente
de Occidente sobre el río Cauca entre los municipios de Santa Fe de Antioquia y
Olaya, declarado Monumento Nacional.
Trazó la carretera Armenia - Calarcá.
En los primeros años de su ejercicio profesional Manuel entra a trabajar en las
minas del “Aporreao” en Amagá, Antioquia, y luego pasa al Ferrocarril Central
del Norte en Santander. Después elabora varios trazados de carreteras en el
Chocó y retorna luego a la región del Quindío como ingeniero de zona en Calarcá
y Armenia; traza, entonces, la carretera Armenia - Calarcá. Luego trabajó en el
diseño de las plantas eléctricas de las entonces empresas Eléctrica Quindío y
Eléctrica Municipal. Construyó el puente de Don Nicolás sobre el río Quindío.
Fue jefe de Carreteras del departamento de Caldas, zona del Quindío. Diseñó y
construyó las carreteras Barragán - Génova, Río Verde- Córdoba y Río Verde
–Pijao, Quimbaya-Altagracia-Arabia, Cruces-Filandia y Asia-Viterbo. Construyó
los cementerios Libre de Circasia y San Esteban de Armenia. Construyó también
el acueducto de Filandia cuya bocatoma todavía está en la quebrada Bolillos.
Hizo la concentración escolar Alejandro Suárez en la carrera 19 con calle 19 de
Armenia, donde después se levantó la sede de la entonces Telecom. Construyó el
parque principal de Montenegro, cuando todo el que pasaba daba instrucciones y
“casi lo enloquecen”; así se lo dijo al gobernador de Caldas en la
inauguración.
Industrial de Armenia.
Fue socio de la firma Constructora del Pacífico, la cual levantó rieles del
ferrocarril y construyó la carretera Tumaco - El Diviso. Además de la
diversidad de obras de ingeniería en las cuales se desempeñó, Manuel fue
industrial. En Armenia creó la fábrica de Aceites Quindío donde se elaboraba
aceite de ricino (higuerilla), de ajonjolí, de girasol y de semilla de algodón.
Esta fábrica después la trasladó a Bogotá, donde montó también la primera
fábrica de líquido para frenos de Colombia: Líquido para Frenos Alfa. También
tuvo una fábrica de fertilizantes.
Dueño de un fino sentido del humor, sus anécdotas deleitaban a sus contertulios; enamorado de su “Teresa del alma”, le llevaba serenatas al finalizar sus jornadas, primero de trabajo y luego de aguardiente; formador de sus hijos les inculcó el amor al estudio y les decía que escogieran la carrera que más les gustara y el lugar del mundo donde la quisieran estudiar, que él los costeaba. Hombre probo a más no poder, es un ejemplo de ejercicio profesional que la SIQ no ha dudado en reconocer: una de las condecoraciones que otorga lleva su nombre: Medalla Manuel Buriticá.
Tuve la fortuna de conocerlo y ser su amigo, ya en el ocaso de su vida, cuando yo apenas me iniciaba en este ya largo periplo de 45 años de ejercicio de la ingeniería. Fueron muchas las tertulias que tuvimos y las historias que le escuché, como cuando me dijo que a pesar de ser conservador, la mayoría de sus amigos eran liberales y por ello en su juventud, alguna vez lo llevaron a Fredonia, Antioquia, a una manifestación política liberal, la misma que él “se tiró” porque se pasó de tragos; casi le pegan al “indio Buriticá” como cariñosamente le decían.
Pero hay una anécdota en la que yo estoy involucrado: una noche de septiembre de 1976, en el marco del XIII Congreso Nacional de Ingeniería que se celebró en Armenia, estábamos en el inolvidable Club América con su hijo el Ing. Diego Buriticá Baena y el entonces rector de la universidad del Quindío, el Ing. Fabio Arias Vélez. Al calor de algunos whiskies se me ocurrió invitar al ingeniero Manuel a que fuéramos en los próximos días a visitar algunas obras hidráulicas que como Jefe de la entonces División de Acueducto y Alcantarillado de Empresas Públicas de Armenia, yo adelantaba. El viejo Manuel aceptó inmediatamente y fue cuando Diego me dijo, en medio de la risa de Fabio: “te metiste en la grande, seguro que mañana a las 7 a. m. estará mi papá llamándote para que lo lleves a ver las obras”. Efectivamente, al día siguiente a las 7 y 10 a. m. entró a mi casa la siguiente llamada: “doctor Orlay habla Manuel Buriticá, ¿cómo amaneció?, le cuento que ya lo estoy esperando para que me recoja y me lleve a hacer la visita a las obras que me prometió anoche”. Tuve que modificar mi agenda matutina y a las 8 a. m. ya estábamos en las zanjas…
Murió de un coma diabético en Cali a la edad de 85 años. Sus restos reposan en el cementerio Metropolitano del Sur, en el municipio de Jamundí, Valle del Cauca.
Dueño de un fino sentido del humor, sus anécdotas deleitaban a sus contertulios; enamorado de su “Teresa del alma”, le llevaba serenatas al finalizar sus jornadas, primero de trabajo y luego de aguardiente; formador de sus hijos les inculcó el amor al estudio y les decía que escogieran la carrera que más les gustara y el lugar del mundo donde la quisieran estudiar, que él los costeaba. Hombre probo a más no poder, es un ejemplo de ejercicio profesional que la SIQ no ha dudado en reconocer: una de las condecoraciones que otorga lleva su nombre: Medalla Manuel Buriticá.
Tuve la fortuna de conocerlo y ser su amigo, ya en el ocaso de su vida, cuando yo apenas me iniciaba en este ya largo periplo de 45 años de ejercicio de la ingeniería. Fueron muchas las tertulias que tuvimos y las historias que le escuché, como cuando me dijo que a pesar de ser conservador, la mayoría de sus amigos eran liberales y por ello en su juventud, alguna vez lo llevaron a Fredonia, Antioquia, a una manifestación política liberal, la misma que él “se tiró” porque se pasó de tragos; casi le pegan al “indio Buriticá” como cariñosamente le decían.
Pero hay una anécdota en la que yo estoy involucrado: una noche de septiembre de 1976, en el marco del XIII Congreso Nacional de Ingeniería que se celebró en Armenia, estábamos en el inolvidable Club América con su hijo el Ing. Diego Buriticá Baena y el entonces rector de la universidad del Quindío, el Ing. Fabio Arias Vélez. Al calor de algunos whiskies se me ocurrió invitar al ingeniero Manuel a que fuéramos en los próximos días a visitar algunas obras hidráulicas que como Jefe de la entonces División de Acueducto y Alcantarillado de Empresas Públicas de Armenia, yo adelantaba. El viejo Manuel aceptó inmediatamente y fue cuando Diego me dijo, en medio de la risa de Fabio: “te metiste en la grande, seguro que mañana a las 7 a. m. estará mi papá llamándote para que lo lleves a ver las obras”. Efectivamente, al día siguiente a las 7 y 10 a. m. entró a mi casa la siguiente llamada: “doctor Orlay habla Manuel Buriticá, ¿cómo amaneció?, le cuento que ya lo estoy esperando para que me recoja y me lleve a hacer la visita a las obras que me prometió anoche”. Tuve que modificar mi agenda matutina y a las 8 a. m. ya estábamos en las zanjas…
Murió de un coma diabético en Cali a la edad de 85 años. Sus restos reposan en el cementerio Metropolitano del Sur, en el municipio de Jamundí, Valle del Cauca.
Por Orlay Muñoz Marín
Ingeniero Civil - Miembro de la Sociedad de Ingenieros del Quindío - SIQ
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