Apartes del discurso que pronunció Jaime Lopera Gutiérrez, presidente de
la Academia de Historia del Quindío, en 2005, en homenaje a Jesús Arango
Cano como uno de los fundadores de la Academia de Historia del Quindío. Este texto fue publicado por La Crónica del Quindío el 15 de febrero de 2015.
La fotografía se tomó en el homenaje que la Academia hizo con motivo del centenario del nacimiento de Luis Arango Cardona, padre de Jesús Arango Cano, realizado el 25 de junio de 2009 en las instalaciones la Sociedad de Mejoras Públicas de Armenia (Quindío). De izquierda a derecha: Armando Rodríguez Jaramillo, Jesús Arango Cano y Jaime Lopera Gutiérrez, miembros de la AHQ.
Jesús Arango Cano.
El nombre de Jesús Arango Cano desde hace tiempo es reconocido como un
quindiano representativo, mucho más que caldense, no solamente por sus libros
sino también por las polémicas nacionales, hoy superadas, que alguna vez tuvo
con la Federación Nacional de Cafeteras y por su experticia en asuntos de esta
materia.
La versatilidad de nuestro personaje es proverbial. Escuchen los roles o
papeles que ha ocupado Jesús Arango Cano en el curso de su vida, y verán que no
solamente es un estudioso y escritor permanente, sino una persona con una
necesidad creciente de mostrarse, de revelar su talento, de hacer cosas, y de
hacerse oír. Cafetero, diplomático, autoeditor, coleccionista, filántropo,
polemista, académico, periodista, líder cívico, novelista, historiador y
economista. Su curiosidad intelectual no tiene límites, y su capacidad para
devorar libros es una actividad coherente con su necesidad empírica de
aprendizaje y trascendencia.
Una vida más o menos holgada, favorecida por la posibilidad de
investigar y estudiar, le permitió abrirse al mundo y conectarse con las
experiencias externas para destilar luego ese conocimiento en los libros que
escribió. Su papel filántropo se revela en la donación que en 1956 hiciera al
municipio de La Tebaida para el hospital Pío X, nombre de un Papa que al
parecer fue protector de una hermana de Jesús Arango, y cuyo busto pontificio
fue aportado por ella para tal ocasión.
Hemos visto la bibliografía de Jesús Arango Cano y encuentro en ella
estudios sobre el café, serias exploraciones sobre la cerámica aborigen, sobre
la mitología indígena en América Latina, sobre los abusos de la política, y los
fenómenos de la inmigración, pero sobretodo por sus cuentos y novelas, sus
narraciones infantiles y desde luego por sus estudios críticos sobre la lengua
española, trabajos que le valieron ser miembro de número de la Academia
Colombiana de la Lengua y la de Historia, amén de la Sociedad Geográfica de
Colombia, entre otras distinciones que le ha ofrecido la vida.
Cuando se desempeñó como subsecretario de Asuntos Económicos de la
Cancillería, el tema de los inmigrantes (1951 y 1953) fue determinante en las
investigaciones que hizo JAC para el gobierno de entonces, estudios que se
vieron reflejados en un par de libros que consagran su posición en torno a este
asunto. Esa época ya venía marcada con su interés en la economía del café a tal
punto que en 1957 dio a luz su mas importante obra, La Industria Mundial del
Café, que no solo consagró al quindiano como un experto en esa materia, sino
que fue ese libro el mas citado en las facultades de economía y en las oficinas
de los caficultores.
Entre el 59 y el 62, JAC se detuvo a pensar en los problemas políticos
del país y produjo un libro, Verdades Amargas de la Democracia, del cual quedan
aun sus ecos como prueba de que estaba llegando al fondo de un problema sin
solución. Por esas mismas calendas publicó la Geografía Física y Económica de
Colombia (1964) que, en definitiva, lo consagró como uno de esos economistas
jóvenes que le dieron un vuelco al diseño de las políticas monetarias y
fiscales de la época.
Desde 1974 en adelante, la pluma inquieta de JAC empezó a cubrir el tema
de las civilizaciones aborígenes de Colombia, y en especial las características
de la cerámica quimbaya y las mitologías de los aztecas, chibchas e incas. En
uno de ellos, la Mitología en la América Precolombina (1989), el autor se
detiene en señalar la importancia que para esas culturas tuvo la mitología,
principalmente para el entendimiento de los fenómenos naturales tales como la
lluvia, el sol, la luna, las estrellas, los terremotos, y también para entender
las señales de la vida y la muerte. Los mitos de América Latina, dice Arango,
no ceden en nada, en cuanto a belleza y magnitud, a los romanos, griegos,
chinos o egipcios.
Quisiera rastrear con él, algún día, esa etapa de JAC que voy a
denominar la de la ternura. Desde 1987, cuando se valió del Museo Rayo para
publicar Mi Mundo Interior y Con los Ojos del Espíritu, hasta 1997, cuando
publicó Reflexiones, nuestro personaje penetró el vasto mundo de los
sentimientos y de la meditación interior, como si en esos diez años estuviese
atravesando una etapa de congojas y alegrías que él necesitaba revelar a los
demás a efecto de que alguien pudiera compartir las características de su
desazón.
Suele decirse que esto de ser, por años, el escritor más conocido del
Quindío, quizás después de Vidales, es una crítica implícita a la literatura
del departamento. Si aceptamos esta situación como cierta, debemos aceptarla
con beneficio de inventario: el más conocido sí, si se trata de un columnista
polémico que es bien reconocido en los medios porque se lo asocia como la
contraparte de la Federación Nacional de Cafeteros y por ello se le da
audiencia.
Por Jaime Lopera Gutiérrez
4 Comentarios
Jesús Arango Cano fue, quizás, el más amado de todos los primos de mi padre Alberto Arango Toro. Quiero pensar que ahora ambos en el cielo continúan sus tertulias!
ResponderBorrarHola, creo ser familiar de Don Alberto Arango Toro. Quisiera saber más si no le molesta.
BorrarHola, creo ser familiar de Don Alberto Arango Toro. Quisiera saber más si no le molesta.
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