Monumento a Bolívar en el Puente de Boyacá |
El 7 de agosto de 1819 se encontraron cerca de Tunja, capital del
departamento de Boyacá, el ejército español comandado por el coronel José María
Barreiro que pretendía tomarse a Santa Fé de Bogotá para unir fuerzas con el virrey
Sámano y organizar un frente militar contra Bolívar, y el ejército libertador
comandado por el general Simón Bolívar que quería a toda costa impedir que los
peninsulares lograran su cometido.
El coronel Barreiro comandaba las
tropas de la Tercera División del Ejercito Expedicionario de la Reconquista
que cuatro años antes había iniciado la retoma del Virreinato de la Nueva
Granada con sesenta y cinco buques y 15.000 hombres bajo las órdenes del general Pablo Morillo, el
Pacificador. Eran 2.300 soldados de
infantería, 350 de caballería y 20 de artillería para un total de 2.670, además
de los coroneles Sebastián Díaz y Francisco Jiménez. Si bien era una fuerza
nada despreciable y bien armada, no se asemejaba en lo más mínimo a los
ejércitos que en los campos europeos se enfrentaban por el dominio territorial
de la época. Para ilustrar esta afirmación, cito como ejemplo que para la Batalla
de Waterloo en 1815 Napoleón comandó un ejército de 112.000 hombres y Wellington
un fuerza de 66.000.
Por su parte el Ejercito
Libertador estaba comandado, además del general Bolívar, por Francisco de Paula
Santander y José Antonio Anzoátegui, quienes tenían bajo su mando a 2.850
soldados venezolanos y granadinos entre criollos, mulatos, mestizos,
zambos, indígenas y negros, amén de un pequeño grupo de extranjeros encabezados
por la legión británica que habían acogido la causa de la independencia.
El Ejército Libertador estaba acantonado en Tunja al acecho de los
movimientos de las tropas realistas, emboscándolos de improviso en el puente de
Boyacá en las márgenes del río Teatinos. Todo fue rápido, casi no hubo combate,
nada parecido a lo sucedido trece días antes, el 25 de julio, en la Batalla del
Pantano de Vargas cuando los patriotas, desgastados por la travesía del Páramo
de Pisba luego de recorrer los Llanos Orientales desde Venezuela, libraron un cruento
enfrentamiento que dejó un saldo de 850 muertos, 500 de ellos realistas, cubriendo
de gloria al Ejercito Libertador y a los coroneles Jaime Rooke al frente de la Legión
Británica y a Juan José Rondón, que con su caballería de lanceros, recibió la
orden de Bolívar, ante la superioridad de los realistas, de entrar en combate con
la histórica frase: “Coronel salve usted
la patria”, a lo que respondió; “Es
que Rondón no ha peleado todavía”. Rondón cambió el rumbo del combate en el
Pantano de Vargas y dio la victoria a los patriotas.
A orillas del río Teatinos los realistas no pudieron eludir a las
tropas que los emboscaban y se rindieron
ante Francisco de Paula Santander ese 7 de agosto a las 4 de la tarde. Aquel
día el campo de Boyacá vio morir a 100 españoles y 13 patriotas. Barreiro con
su oficialidad y 1.600 soldados fueron hechos prisioneros.
A pesar de que no fue la gran batalla, la de Boyacá se le recuerda por haber sido el punto de partida de la
gesta independentista de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia,
permitiendo avanzar en las campañas que llevaron a los triunfos en Carabobo,
Pichincha y Junín.
Un hecho trascendental que por siempre recordará la historia colombiana,
fue que ante la huida realista por la inminente derrota, el coronel Barreiro y
uno de sus oficiales fueron sorprendidos en retirada por el negro José y Pedro
Pascasio Martínez a quienes Bolívar les había confiado el cuidado de los caballos.
Al ver que ofrecían oposición con sus espadas, el negro José y Pedro
Pascasio atacaron armados de lanzas hiriendo levemente a Barreiro en la
garganta. Ocurrió entonces que el Comandante de la Tercera División del Rey le propuso
a su captor que lo dejara libre ofreciéndole a cambio una faja con monedas de
oro, diciéndole: “Yo soy el general
Barreiro, toma y suéltame”, a lo que Pedro Pascasio respondió: “Siga adelante y si no lo arreamos”.
Este acto valor del campesino
boyacense que tan solo tenía 13 años de edad, fue premiado por Bolívar con la
suma de 100 pesos y confiriéndole el grado de sargento.
Dos días después, el 9 de agosto, Juan
José Francisco de Sámano y Uribarri de Rebollar y Mazorra, considerado el
último virrey efectivo de la Nueva Granada, fue informado en Santa Fe de
Bogotá de la derrota y escapó de inmediato hacia Cartagena de Indias, ciudad
donde se le desconoció el mando, embarcándose con rumbo a Jamaica.
Por su parte, el Ejercito Libertador ingresó a Santa Fe el 10 de agosto
encabezado por los generales Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander sin encontrar
oposición alguna en la otrora capital del virreinato de la Nueva Granada, terminando así 325 años de dominación
española en territorio colombiano.
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