Por Armando Rodríguez Jaramillo - Miembro de la Academia de Historia del Quindio.
Las
declaraciones del Presidente Santos el pasado 3 de julio sepultaron el proyecto
del embalse, iniciativa que no logró la unión de voluntades políticas para su
realización.
La
historia registra que en 1987 la CRQ y la JICA propusieron, en el Plan de
Desarrollo Agrícola Integrado de la Cuenca del Quindío, que el sitio de confluencia
de los ríos Navarco y Boquerón tenia las mejores posibilidades para un
reservorio de agua. En 1998 el Corpes hace el estudio preliminar de acueducto
regional con base en el embalse. En 2006 y 2007 se entregan los diseños
conceptuales por Esaquín y la Unión Temporal Embalse Quindío. En 2009 Sefinver
Banca de Inversión estructura el proyecto y en 2010 recalcula los datos
hidrológicos para evaluar un eventual racionamiento de agua en el Quindío y entrega
otra evaluación económica del embalse multipropósito. Luego vino la
contratación de Fonade, cofinanciada por Departamento, para la elaborar estudios y diseños
definitivos para la construcción de la presa.
Pero a medida que el
presupuesto cambiaba con cada estudio (primero, 75.000 millones; luego, 117.025;
al final el Presidente habló de 550.000 millones ante la existencia de fallas
geológicas), los recursos con los que se contaban provenían de la venta de acciones
de la EDEQ al Grupo EPM, el cual giró a la Nación 36.000 millones, al
departamento 10.400 y a EPA una cifra un poco superior, además de otros montos
inferiores a cada uno de los once municipios restantes.
Aunque hubiera sido ideal haber
destinado esos recursos a la financiación de un proyecto de impacto departamental,
es sabido que EPA y cada municipio invirtió lo suyo en necesidades inmediatas
mientras que el Departamento guardó su parte en una cuenta con destinación
específica para el embalse, dineros que fueron parcialmente utilizados para pozos
sépticos. En cuanto a la Nación, el Ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga, a
través de un memorando de entendimiento firmado en 2010 con el Gobernador López
Espinosa, se comprometió a incluir estos dineros en el Marco Fiscal de mediano plazo
(2010 – 2014) que se presentaría al CONPES, cosa que nunca se hizo.
Así que no hacer el embalse por
la existencia de fallas geológicas no es la causa sino el motivo de la decisión.
El proyecto se marchitó porque nunca fue un propósito colectivo que
comprometiera las voluntades de los centros de decisión local. Como el modelo
político imperante no promueve el diálogo entre gobernantes, cada uno haló para
su lado: Los alcaldes de Armenia nunca se implicaron porque lo vieron como un
proyecto de la Gobernación, los municipios invirtieron los recursos recibidos
de EPM en la solución de problemas puntuales, Calarcá mostró interés mientras
se habló de hacer el embalse en el río Santo Domingo, Salento pensó en la obra como
un atractivo turístico, el resto de municipios guardaron silencio, EPA y
Esaquin no se hablaron y los congresistas no apadrinaron el proyecto.
Mientras muchos imaginaban una
versión mejorada de Calima para el turismo, no discutimos cómo el embalse le
daría vida a un acueducto regional para medio millón de quindianos, cómo
facilitaría una agricultura de precisión con sistemas de riego, cómo se podría generar
energía eléctrica y cómo regularía los caudales de nuestros los ríos.
Armenia, 29 de julio de 2015
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