La polémica por la iniciativa de cambiar el actual escudo del departamento del Quindío ha sido muy fructífera desde todas las aristas. La primera de ellas es la de lanzar a la opinión pública un debate que, a simple vista, carece de importancia en estos tiempos donde los blasones y banderas pasaron a ser productos de los tiempos del Medioevo. Pero no aquí, donde un tema como estos nos serviría para colocar el espejo del pasado, sobre la pérdida paulatina del civismo y de organizaciones comunitarias, constructoras reales de este departamento.
Ese civismo se fue diluyendo como las ochenta y pico quebradas que existían en el municipio de Armenia. Un debate como estos nos serviría para unirnos en la pluralidad de la discusión y preguntarnos: ¿qué somos y para dónde vamos? La Asamblea Departamental del Quindío, con la ordenanza número 18 de 1972, del 27 de noviembre, convocó un concurso para adoptar la bandera y el escudo del nuevo departamento con un premio de $5.000. En el caso del escudo se tenía una condición, debería llevar la frase “Joven, rico y poderoso”. La ganadora fue la gestora cívica Solita Lozano de Gómez.
51 años después, nos encontramos revaluando este blasón. Una reingeniería cultural y patrimonial. ¡Qué bueno! Cambiar el símbolo creado por uno de los artistas más importantes de la región, Roberto Henao Buriticá, con su tronco y el hacha. Síntesis genial del momento cultural vivido en la región a finales del siglo XIX: la colonización en el Quindío. No la antioqueña, sofisma de distracción para nuestra historia. El debate termina aquí, con respecto al tronco y el hacha, es un símbolo tomado del escudo de Armenia. Es decir, el gobernador plantea crear un escudo que concentre un nuevo sentir de los quindianos. Las críticas a su iniciativa van más por el devenir político que por unos planteamientos profundos sobre la identidad y la pluriculturalidad.
Que se coloque un pájaro o la palma de cera, o una hermosa y encantadora heliconia, con su guadual al fondo, dicen unos, otros exagerados, un jeep o un machete. Ninguna de las anteriores es nuestra realmente, les pertenece a todos, no tienen sentido de memoria histórica o de conciencia histórica. Si un blasón significa “una representación gráfica, generalmente con forma de escudo, que contiene los emblemas y a veces también los lemas que representan simbólicamente una nación, una ciudad, un lenguaje”.
La respuesta está frente a nosotros. ¡Qué pena histórica! Desconocer lo más importante que nos ha dado esta tierra. La llevamos en el río, en la palma de cera, en la hoya hidrográfica, la llevamos en la memoria, en el tiempo, en las señales luminosas de las guacas, en los rostros del pasado. He venido, oh amigos hablarles de los quindos o su terminación final Quindío, con collares, con plumas de colores, con el brotar de las flores. Aquí todo se le llamó Quindío, está por todas partes, es la madre, es el espíritu de lo que iba a venir y de lo que puede pasar.
Lo precolombino no está muerto. Aquí se estudia y se estudia los quimbayas de principio a fin, pero nunca a los quindos. Somos un pequeño grupo de tierra tímida. Los quindos son la sombra que arrojan mis palabras. Una pequeña muestra de su arte de cerámica u orfebrería sería la fuerza que está necesitando ese escudo.
El Quindío es el único departamento del Eje Cafetero que lleva nombre indígena. A través del diseño, que tiene como objeto defender, revaluar, hacer palpable y claro todo el mundo prehispánico, encaja Quindío con el sentido de identidad y diseño.
Qué terrible es no pertenecer, no tener suelo, no tener raíces, no tener rostro. Solamente los pueblos con pasado pueden construir un presente y un futuro. Sin pasado los territorios se quedan sin rostro. El arte es un lenguaje que sale de las más profundas entrañas de los pueblos y el Quindío tiene múltiples posibilidades de existir no solo por tener a su haber uno de los primeros libros de arqueología en Colombia “Recuerdos de la Guaquería del Quindío”, escrito por el fundador de La Tebaida, sino el origen del “Tesoro Quimbaya”.
“Joven, rico y poderoso”, discurso de
una línea de profanadores de tumbas, un concepto de sobrados. Efectivamente en
la década del 60 este territorio reverdecía de agricultura y de industrias, es
más las primeras carreras creadas para la existencia de la Universidad del
Quindío, fue agronomía y topografía, para sembrar y medir la pequeña parcela.
Una palabra “Quindío” bastará para sanarnos.
Jorge Hernando Delgado Cáceres
Académico de Número – Academia de
Historia del Quindío.
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