Cuando el adelantado Sebastián de Belalcázar incursionó por estas tierras en 1536 con doscientos soldados españoles ávidos de conquista trajo consigo un contingente de indios yanaconas sustraídos al imperio inca y puestos al servicio de sus tropas. En su travesía fundacional de pueblos por el suroccidente del Nuevo Reino de Granada desde la frontera septentrional del Tahuantinsuyu (Pasto, Popayán y Cali) estos “indios amigos”, todos ellos quechuahablantes, no solo fueron la vanguardia del ejército invasor, sino también criados y cargueros, intermediarios y auxiliares según las circunstancias. Contados por millares después de su forzoso desarraigo, los que no sucumbieron a los rigores del clima o de la guerra lograron asentarse, dispersos, en los vastos territorios conquistados.
Invisibilizados por historiadores y cronistas, los yanaconas cumplieron un papel protagónico en la conquista, pacificación y colonización del sur de la actual Colombia como bien señala la académica Susana Matallana Pérez[1] no obstante advertir acerca del “escaso interés de los investigadores en el tema de la participación indígena en las huestes de Belalcázar y lo poco o nada que se sabe sobre los miles de nativos provenientes de Quito y sus alrededores que acompañaron al adelantado…”. Para la docente la envergadura y relevancia de la participación de los yanaconas en ese proceso a través de diferentes roles no puede desconocerse … “Como intermediarios –dice- demostraron ser indispensables franqueando las barreras lingüísticas y culturales que existían entre europeos y locales. Como aliados militares –añade- constituyeron el grueso de unas tropas sin las cuales la conquista desde el sur del futuro territorio neogranadino no se habría llevado a cabo.”
En su relato de las andanzas de éstos hombres trasplantados la investigadora refiere algunos episodios que rescató de las crónicas antiguas, entre ellos un informe de 1542 sobre la primera rebelión de los quimbayas –invocando a Friede- donde se narra que “un indio de nombre Apaca testificó que el cacique Yamba había matado a una india llamada Isabel y a los yanaconas que la acompañaban” (ib.); o un informe de 1562 en el que se denuncian los excesos cometidos por el teniente Luis de Guevara contra los naturales durante una expedición punitiva para castigar la rebelión de los quimbayas de 1557 donde aparece que “Guevara fue acusado de abusar de ellos de tal manera que incluso los indios yanaconas, aliándose con los indios de la localidad, se habían rebelado contra los españoles. Una india yanacona llegó a la población de Anserma para invocar e incitar a todos los caciques de esta provincia” (ib).
Lea: Variaciones sobre el nombre del Quindío.
Las pesquisas de Matallana Pérez sobre la presencia de los yanaconas en estos territorios constituyen una valiosa fuente de información acerca de ese pueblo peregrino que luchó en primera línea en la conquista y que pareciera condenado al olvido. Siguiendo el hilo de su narración encontramos otros datos muy ilustrativos que nos ayudan a tejer el mapa yanacona en el Nuevo Reino de Granada: 1. Que en la medida en que avanzaba la conquista fueron surgiendo resguardos con los yanaconas sobrevivientes “desde Popayán hasta Neiva y de allí hasta Ibagué”. 2. Que en 1569 un “lengua” (traductor) yanacona de Quito se dirigió a una multitud de indios (muiscas) en Tunja para transmitirles la última proclama del alcalde de la ciudad Juan López de Cepeda contra las prácticas de idolatría. 3. Que en 1590 en un repartimiento de indios yanaconas del Perú llamado Chucuni, en las afueras de Ibagué, una india de nombre Elena cuyos padres habían peleado al lado de los españoles elevó un recurso de amparo ante las autoridades pidiendo protección frente a un pretendido desalojo -“Digo que yo la dicha Elena tengo un pedazo de tierra que lo heredé de mis padres los cuales lo ganaron en otros tiempos con la lanza en la mano de otros enemigos […] dicha tierra […] se llama Chucuni” (AGN, CI 66, . 619 r.- 624 v, op. cit.). 4. Que en 1696 el indio don Tomás, gobernador indígena de los yanaconas que vivían en Neiva acudió a la audiencia de Santafé en demanda de un permiso para su reubicación por fuera de la jurisdicción del gobernador español don Juan Marruto cuyos abusos se habían hecho intolerables… petición que no prosperó pues “los yanaconas constituían una fuente de mano de obra barata de la cual la ciudad se negaba a prescindir” (ib.).
Sobre la ocupación del territorio por parte de Belalcázar y sus hombres el historiador Albeiro Valencia Llano[2] -con apoyo en los cronistas de Indias y en Juan Friede- nos cuenta que el conquistador motivado por el espejismo de El Dorado y en prosecución de un paso hacia el oriente a través de la cordillera central envió desde las cercanías del actual Cali la expedición de Francisco de Cieza, con cien hombres, por la banda derecha del Cauca hasta llegar al extremo sur de la provincia de los quimbayas lo cual “lo convirtió por tanto en el descubridor de esta región… Divisó las cimas nevadas del Quindío, pero se vio obligado a regresar al no encontrar paso y por la fatiga de sus hombres y de los caballos.”
Según la narración, una vez replegada la tropa luego
de ese primer intento de conquista es el capitán Jorge Robledo quien retornará a
la zona años después para someter a las comunidades indígenas y emprender su propia
fundación de pueblos (Anserma 1539, Cartago 1540). En 1542 el futuro Mariscal es
remitido a España para rendir cuentas ante la corona por una presunta
usurpación de jurisdicción y en su lugar Belalcázar deja encargado al capitán
Miguel Muñoz que pronto se haría célebre por la crueldad de sus métodos de
pacificación. Como consecuencia de tales desafueros ese mismo año estalla la
primera rebelión Quimbaya que si bien no alcanzó a escalar hasta un
levantamiento general de los indígenas contra los conquistadores “… sentó un
fuerte precedente contra las arbitrariedades de éstos, pues fueron muertos dos
encomenderos, 12 españoles vecinos (que 92 trabajaban en haciendas de los
encomenderos), 55 indios de servicio (yanaconas, fieles a los españoles), 3
yanaconas libres, 12 indios esclavos y 12 esclavos negros” (Friede citado por
Valencia Llano).
La reincidencia de los conquistadores en sus prácticas
brutales contra los indígenas provoca una nueva insurrección en 1557. En los
relatos aparece de nuevo una alusión a los yanaconas (“indios de servicio que
trajeron los españoles de otras partes…” anota el citado Friede.). En esta
ocasión como en la primera “la causa inmediata del descontento entre los
quimbayas fueron las crueldades cometidas por el capitán Andrés Gómez en
Cartago, quien entró a "mano armada" en los pueblos Yyugumanzo (o
Yuguanco) y Oruma; a pesar de que estaban en paz, destruyó sus casas e incendió
las cosechas, y como consecuencia murieron de hambre unas 20 personas. Esta
chispa sublevó la población indígena; Los indígenas quemaron las casas de los
encomenderos, desorganizaron la economía de la zona, pues los indios yanaconas,
que eran cultivadores, fueron obligados a huir. Durante cinco días estuvo
sitiada la ciudad de Cartago, por lo que el Cabildo se vio precisado a enviar
un destacamento para someter a los rebeldes.” (ib.)
Ante la evidencia de las pruebas documentales y
testimoniales de la época respecto de la llegada y permanencia de los indios
yanaconas en los territorios que se iban sometiendo al dominio español no
resultaría aventurado afirmar que éstos “indios amigos” no solo estuvieron
presentes en el cortejo fundacional de Cartago -en el sitio donde hoy está
Pereira- sino que algunos de ellos, sobrevivientes de la travesía, se
establecieron en la región quimbaya recompensados por los conquistadores, seguramente
y como era usual en esos casos, con pequeñas franjas de tierra labrantía que de
otra forma no hubieran podido conseguir en su lugar de origen donde vivían condenados
a una servidumbre perpetua a favor de la nobleza incaica.
Sea como fuere, lo cierto es que establecidos en éstas
vecindades los yanaconas trajeron consigo su milenario acervo cultural, su
visión del mundo y la sonora expresión de su universo simbólico -cargado de
imágenes y de alegorías- a través del quechua, lengua materna y lengua de un
imperio en el ocaso. En quechua se comunicaban, expresaban sus emociones y sus
fantasías y designaban a los seres vivos, las cosas inanimadas y las fuerzas de
la naturaleza. Algunas expresiones de esa lengua andina penetraron desde
entonces en el torrente circulatorio del castellano y han logrado sobrevivir
inalterables hasta nuestros días como huaca, tambo, chuspa, chagra. Otras, a
juicio nuestro, fueron enriquecidas a través del mestizaje cultural y
lingüístico como el vocablo “quindi” que significa colibrí y derivó en “Quindío”
en boca de los españoles para denotar cantidad y variedad de quindis y a poco
andar el tiempo para darle el nombre a la región que les servía de hábitat a
éstas criaturas luminosas.
La huella cultural del pueblo yanacona por los caminos de la conquista quedó marcada para siempre desde esos tiempos de alborada. En el Valle de Sibundoy, Putumayo adentro, “Quindicocha” - la “laguna del colibrí”- es otro testimonio vivo de la presencia perenne de los “indios amigos” en nuestro territorio.
Armenia, mayo 16 de 2022
Germán
Medina Franco
Académico de Número 13 / Academia de Historia del Quindío
Correo: germanmedina@hotmail.com
[1] Matallana Pérez, Susana. 2013. Yanaconas: indios conquistadores y colonizadores del Nuevo Reino de Granada, siglo XVI. Bogotá: ICANH, Fronteras de la Historia, Vol. 18 2/2013, pp 21-45
[2] Valencia Llano, Albeiro. 2010. Raíces en el
tiempo. La región caldense. (Concurso Literatura Caldas 2009). Manizales, Gráficas Tizán Ltda.
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