El New Deal en Caldas

Hace rato le venía siguiendo la pista a un profesor de economía que me enseñó los rudimentos de esa disciplina en Bogotá en mis años principiantes. Hacia el año de 1982 Lauchlin Currie, nombre difícil de pronunciar, dictaba un curso informal en la sede de la Asociación de Exalumnos de Los Andes y allí concurríamos ejecutivos con experiencia y unos estudiantes de derecho que habíamos tenido la suerte de ser invitados.

Casi treinta años después, un amigo de Armenia me escuchó mencionar el nombre del forastero y decidió prestarme un libro ajado, sucio y subrayado que llama Caldas en 1952, y está suscrito por una Misión Currie en 1952. Ese libro deshilachado venía de una librería de viejo y con el recobré de improviso el nombre de mi maestro[1].

Este profesor canadiense de economía llegó a Manizales en 1951 y hubiese podido cambiar en breve tiempo las condiciones socioeconómicas a esta región de una manera sorprendente. Currie había sido miembro del grupo ejecutor del programa del New Deal (Nuevo Trato) que hizo del Presidente Roosevelt un personaje mundial después de la II guerra con la reconstrucción de los EEUU.

Laureano Gómez, a la sazón Presidente de Colombia, lo empleó a través del Banco Mundial para hacer un estudio sobre las condiciones económicas y sociales del departamento de Caldas. Con dicho contrato se salvó de ser procesado por el Comité de Actividades Antinorteamericanas que presidía el senador McCarthy y quien perseguía ferozmente a cualquiera que se sospechara de tener un leve aroma de comunista[2].

El macartismo causó estragos en la política y la cultura de ese país. Mitos de Hollywood como Charles Chaplin, Elia Kazan, Humphrey Bogart, Kirk Douglas, Orson Welles, Lauren Bacall o Frank Sinatra, e intelectuales como Henry Miller o científicos como el físico nuclear Robert Oppenheimer, fueron objeto de las investigaciones macartistas, y aunque dichas actividades fueron suprimidas unos pocos años después en plena guerra fría, dejaron una sombra negra en los anales de la política norteamericana.


Keynes en La Nubia

Lo cierto es que, si se hubieran puesto en marcha las propuestas de la Misión Currie, subcontratada por el Gobernador José Restrepo Restrepo (un hombre inteligente, inquieto y cívico), no hay duda de que las condiciones de esta comarca hoy serían muy diferentes: casi me atrevería a decir que el hoy llamado eje cafetero podría hoy ser percibido, con las debidas proporciones, como un territorio equivalente en desarrollo y riqueza al Estado de California en los Estados Unidos. 

El recién llegado consultor, vocero del afamado economista británico John M. Keynes, no había sido bien visto por los republicanos que le reprochaban sus ataduras al keynesianismo ―señalado por una irrupción exagerada del Estado en la economía que para muchos era, equívocamente, neto socialismo. Pero estando ya en Caldas, era peligroso volver a EE. UU. Decidió entonces inclinarse por la ciudadanía colombiana, que se la dieron en breve tiempo, en lugar de regresar a Washington lo cual era demasiado arriesgado para sus ideas.

Cuando arribó a Manizales (aun no existía el aeropuerto La Nubia), ya Currie tenía desde luego una cierta práctica no solo como profesor graduado en la London School of Economics y en la Universidad de Harvard, sino también como funcionario asesor del gobierno de Roosevelt pues hizo parte de los equipos que diseñaron el reputado Nuevo Trato que actualizó a Norteamerica. (Por cierto que la experiencia de otras Misiones norteamericanas ya se había dado en nuestro país con el aporte de la famosa Misión Kemmerer y otras con desiguales resultados[3]. 


Un diagnóstico desolador

Lo que Currie encontró aquí, en Caldas, fue desolador. En ese tiempo no existían prácticamente los economistas, y desde luego solo había estadísticas sencillas, contables, pero nada de las series de medios de pago, de ingreso nacional y de balanza de pagos o de costo de vida. Al instalarse en Manizales, el asesor se propuso hacer, según sus palabras, “una primera tentativa de presentar un estudio comprensivo y global de un Departamento individual en Colombia”.

Se acompañó de dos colegas, Lynton Coldwell [4] y Horst Mendershausen, con Jaime Quijano Caballero (fundador y dueño de la universidad INNCA en Bogotá años después) como secretario de la Misión, y una junta encabezada por los comisionados Mario Vélez Escobar, Secretario de Hacienda; Javier Ramírez Cardona, Secretario de Gobierno, y José Aristizabal Estrada, Secretario de Agricultura, entre otros. Dentro del personal auxiliar figuraban el conocido periodista radial Eucario Bermudez, y los quindianos Arturo Gómez Jaramillo y Jair Gutiérrez (luego dueño del teatro Yanuba de Armenia).


El debate público del Informe

Este grupo de servidores públicos ayudaron a la Misión Currie a elaborar un completo diagnóstico fiscal del Departamento buscando información en muchas partes y construyendo, casi de la nada, numerosas tablas estadísticas e índices que ofrecieran una mirada real sobre la economía de aquella época. La Gobernación de Restrepo apoyó notoriamente el esfuerzo, pero al parecer no todas las recomendaciones se llevaron a cabo. 

El Informe fue impreso y distribuido profusamente en las oficinas públicas, las empresas y las Universidades de la época y de sus conclusiones se ocuparon mucho los medios de comunicación existentes. Pero no estuvo exento de debates: Pedro Uribe Mejía, pariente de quien sería el Gerente de la Federación de Cafeteros, Manuel Mejía, impugnó públicamente las conclusiones del Informe acusando a Currie de desconocer las realidades de la agricultura cafetera y la cultura de la región, pero nunca obtuvo respuesta del profesor.

No obstante, como dijimos, fueron prácticamente inútiles las conclusiones del Informe. Una de las razones se supone que pueda ser esta: en el año de 1952 ya empezaba la Violencia partidista a causar los estragos que el país conoce y que en Caldas, en especial en el Quindío, fueron muy dolorosos. Era obvio: la seguridad pública debía predominar y el gasto público evolucionó hacia allá. Caldas perdió la enorme oportunidad de ser un auténtico polo de desarrollo a partir de la década de los años cincuenta.


Foto: Los primeros miembros de la misión Currier al llegar a Bogotá el 11 de julio de 1949. De izquierda a derecha: Gordon Grayson, Lauchlin Currie y Robert Garner recibidos por el presidente del Banco Nacional de Colombia, Martín del Corral.


Currie propone la Operación Colombia

En algunas tertulias que hicimos años después evocando las clases en Los Andes, algunos de quienes participamos en ellas hicimos memoria de los otros esfuerzos del profesor Currie para ayudar al desarrollo del país.

En 1959, luego de su incursión en territorio caldense, Currie asesoró al gobierno en la creación del Departamento Nacional de Planeación que fue desde entonces una escuela de economistas y planificadores que han servido con creces a la Nación. Pero en 1971 el profesor fue llamado por el jefe de Planeación Nacional de Colombia, Roberto Arenas Bonilla, para que ayudara a formular un plan de desarrollo para Colombia. Currie tenía en mente lo que planteó en "Operación Colombia", pero luego habría de agregar nuevos elementos.

Trabajaba yo como empleado en la Distribuidora Alan, una firma de importaciones inglesas de la familia Wightman, y observé varias veces a Currie entrar a conversar con Arenas, esposo de Patricia, una bella reina de belleza de Antioquia, defendiendo sus ideas sobre las causas del atraso de Colombia. Para él el alto desempleo, predominantemente rural entonces, “era consecuencia de una la mala distribución de los recursos humanos y técnicos”[5].

Desde entonces le escuché decir que la solución estaba, según él, en llevar la fuerza de trabajo de los campos a las ciudades, destinándola a actividades que requirieran obreros no calificados como la construcción de viviendas, mientras que la agricultura y la ganadería debían tecnificarse para elevar la productividad, mejorar el empleo en el campo y asegurar buenos salarios.


Otro plan: las Cuatro Estrategias

La contribución de Currie al gobierno de Misael Pastrana estuvo apoyada en sus ideas en torno a la llamada Operación Colombia. De este conjunto de novedosas reflexiones económicas, surgió luego el plan gubernamental Las cuatro estrategias que ocasionó debates de opinión muy serios y sensatos.

No puedo olvidar las interesantes discrepancias doctrinarias en torno a este plan que nutrieron la avanzada liberal del MRL. En una tertulia con Felipe Salazar Santos e Ivan Lopez Botero, senador por Caldas, ellos nos reconocieron, delante de la vanguardia joven del movimiento, que este plan era posiblemente la iniciativa de desarrollo más coherente que se había formulado en toda la historia de la planeación en Colombia.

Pero ni López Michelsen, ni sus congresistas, ni sus asesores, ni los voceros muy inteligentes de la economía marxista como Mario Arrubla, Jesús Antonio Bejarano y Bernardo García, dejaron de atacar duramente el Plan como un segmento de las críticas al neoliberalismo de la época [6] ―a las que se sumaron los trascendentales debates políticos contra la paridad y la alternación en el Frente Nacional. Estos puntos de vista eran naturalmente rasgos de la oposición al régimen conservador por parte de la izquierda liberal.

Con las competentes ejecutorias de Arenas, director del DNP y luego ministro de Gobierno, el novedoso plan se diseñó con base en varias directrices: un énfasis en el desarrollo urbano (tanto vivienda como servicios complementarios); un aumento de la productividad agraria y una mejor distribución de la propiedad rural y, finalmente, una cuarta estrategia basada en la redistribución del ingreso mediante un sistema progresivo de impuestos y un gasto público orientado hacia los servicios públicos esenciales para generar masivamente empleos bien remunerados. (Así nació el Upac que fue una revelación en los ahorros de los colombianos hasta entonces ciertamente excepcional[7].


Años finales

El profesor Currie se arraigó con fervor a Colombia hasta su muerte. Había casado en segundas nupcias con la colombiana Fabiola Wiesner quien, con sus dos hijos, Ronald y Elizabeth, le sobrevivieron en aquella productiva finca en el municipio de Albán donde lo reconocían los lugareños como un importante profesor gringo que le gustaba el campo. Un amplio recuerdo de sus enseñanzas quedó grabado en muchos funcionarios de planeación que siguieron el carácter de sus enseñanzas y en sus libros publicados.

Pero, para terminar, tengo la satisfacción de haber sido alumno temporal del profesor Lauchlin Currie en un amplio salón de la Asociación de Exalumnos de Los Andes donde, durante más de un semestre en 1982, solía citarse con un grupo de sus seguidores a dar una clase informal sobre el sentido común de la economía.

Durante la clase predominaba su macizo método de enseñanza socrática, basado en preguntas y reflexiones que nos dejaron desde entonces un aprendizaje persistente. Desde entonces la economía dejó de ser para mí una ciencia inabordable porque la lógica del viejo profesor la transformaba en una materia tolerable y reflexiva.

El Grupo Integración, como se autodenominaba, era coordinado por Fernando Cepeda, Jorge Valencia Jaramillo y Francisco Mejía, pero lo componían economistas, abogados y estudiantes que asistíamos a las clases de Currie con mucho interés y puntualidad. Puedo registrar ahora, con mucha convicción y estimación, que no debe ser una casualidad que casi todos sus miembros de ese grupo (excepto el inolvidable Alfonso Hanssen) fueron ministros o altos funcionarios internacionales en diferentes gobiernos.


Un pensador autónomo

Sin embargo, a la altura de hoy todavía no me explico que varios sectores de la izquierda colombiana hubiesen omitido, en sus duras críticas a las ideas de Currie, aquel importante episodio ante el Comité macartista de los EE. UU. que lo había calificado de procomunista. El reputado experto Jorge Child, amigo nuestro del MRL, al parecer lo conoció cuando estudiaban en Gran Bretaña por la misma época de Keynes y me temo que para él era difícil, aunque lo cuestionaba, desestimarlo como retrógrado. 

Era un pensador autónomo y ese atributo no fue muy reconocido en aquel entonces. Boris Salazar, un conocido economista de la Universidad del Valle y con importante doctorado en Nueva York, decía que Currie “logró combinar la influencia política del más alto nivel, muy cerca del oído y el cerebro del príncipe, con la independencia más absoluta de pensamiento”.

Estos son evocaciones de alguien que ayudó a mi formación y le dio congruencia y autonomía a un joven que entonces no pensaba tan claro. Después de todo la escuela económica que estaba detrás de Currie me tiene sin cuidado pues lo que más me cuenta ahora es su enseñanza de pensar por uno mismo, que otros llaman dialéctica.

 

Jaime Lopera Gutiérrez

Presidente de la Academia de Historia del Quindío. Exgobernador de esa región en 1982.



[1] Caldas en 1952. Informe de la Misión Currie. Imprenta Departamental, Manizales, 1952. Con cerca de 430 páginas, este informe es aún ignorado en muchas facultades de economía y administración.

[3] Hubo después otras importantes misiones extranjeras entre las cuales cabe mencionar la Musgrave (EE. UU.), la Misión Lebret (Francia, 1955), la Misión de la Cepal (1954) y la Misión Chennery del empleo (1986).

[4] El politólogo Coldwell fue, por cierto, unos años después de salir de Manizales, el padre de una ley de 1969 sobre política ambiental en EE. UU., un hito normativo mundial que dio inicios a toda la legislación ambiental existente hasta la fecha. Murió en 2006, a los 92 años.

[6] Arrubla, Mario (1962-1971). Estudios sobre el subdesarrollo económico colombiano. Medellín: Ediciones el Tigre

[7] Colaboración/dnp/gov.co/CDT/PND/pastrtana1_prologo.pdf

Publicar un comentario

0 Comentarios