Análisis referencial del cuento: El indio
Upira
Comienza la narración describiendo la crueldad de los
nativos y de los españoles, como hechos históricos acaecidos en la época de la
conquista española en América.
El protagonista: El indio Upira, perteneciente a la
tribu de los Upiramas, rememora y deplora la muerte de Turcama, cacique de
Chipata y contempla con asombro la ceremonia fundacional de Santa Ana de
Anserma. Se describe el diálogo entre el conquistador Jorge Robledo y el
cacique Ocuzca así como el acontecimiento circunstancial que provoco el
apresamiento de Ocuzca y su posterior evasión de las garras del conquistador.
Upira conoció así la muerte, la crueldad, la infamia
y la codicia y ruega a su deidad Xixarama borrar de su memoria aquellos
recuerdos vívidos que se aferraban a su memoria, no sin antes hacer un recuento
de la estirpe de sus congéneres.
Robledo extiende su actividad de conquista fundando a
Cartago (hoy Pereira) y Santa fe de Antioquia.
Upira fue renuente al vasallaje español y criticaba
la labor de algunos encomenderos de su estirpe que desarrollaban dicha labor, repitiendo
en su tarea cotidiana los mismos vicios que ejercía la aristocracia del
cacicazgo.
Cuando Upira fue avasallado para laborar en los
socavones de las minas de Cartama, no tardó en sentir los efectos emocionales
del confinamiento y el fantasma agobiante que para él representaba cumplir una
tarea específica en un tiempo determinado exigida por el Yomaraca de turno. Todo
ello reflexionaba, menguaba su libertad personal, Upira se siente así víctima
del síndrome de Plauto: ¡Los dioses confundan al primer hombre la manera de distinguir
las horas!, y confundan, también, a quien en este lugar colocó un reloj de sol,
¡para cortar y destrozar tan horriblemente mis días en fragmentos pequeños!
Finalmente, en el adoratorio frente a su ídolo
Mojana, Upira evoca a sus ancestros y pide la intervención de Xixarama quien
extrapola el tiempo y lo invita a reflexionar sobre su entorno espacio tiempo aludiendo
la teoría de la relatividad, para ello acude al símil referencial de la
representación bifronte de Jano. Finalmente
Xixarama hace referencia a la grandeza del Universo y a la trascendencia
espiritual del ser humano cuando abandona su albergue temporal.
Una vez se despertó del sueño..., Xixarama ¡Quería
solo mirar el conjunto y no la cara!
Vocabulario:
Bifronte: De dos frentes o dos caras
Espetó: De espetar, que significa ponerse tieso, afectando gravedad y
majestad. Tito Maccio Plauto:
Comediógrafo del siglo I A.C.
Guasábaras: Motines.
Jano: Dios de la mitología romana, representado con dos caras mirando
hacia ambos lados.
Lenguas: Traductor.
Material metálico: La armadura de Robledo.
Mercedario: Religioso de la real y militar orden de la Merced, fundada
por San Pedro Nolasco e instituida por Jaime el Conquistador.
Mojana: mito de la cultura caribe, se la considera la hembra del Mohán.
Objeto filoso: La espada de Robledo.
Pacurues: Pieza de madera mucho más larga que gruesa. (...hace la señal
de la Cruz)
Un hombre luciendo una túnica larga con capucha...: El sacerdote
mercedario fray Martin de Robledo primo hermano del conquistador Jorge Robledo.
Velas: Centinela nocturno
Xixarama: Deidad indígena, mal llamada por los españoles, diablo.
Yomaraca: Invasor extranjero, español.
El indio Upira
Cuento
Por Alfonso Gómez Echeverri[1]
Me
agazapé en lo alto de un arbusto mientras los latidos de mi corazón se
desbocaban, observé cómo el invasor extranjero hecho prisionero por la tribu
los Pozos a la cual yo pertenecía, era empalado y torturado hasta la muerte,
antes de ser devorado. Temía por sobre todo la represalia de las huestes
españolas que unidas con mis adversarios los Picaras y Carrapas ya estaban
rodeando el cerro rocoso, donde un millar de mis queridos congéneres hombres
mujeres y niños, se guarecían con una buena provisión de víveres. El fragor de
la batalla hizo que los niños se dispersaran despavoridos, para ser presa fácil
de los canes que con propósito manifiesto habían sido entrenados por los
españoles para devorar cruelmente sus entrañas. Aquellos chiquillos que
lograron escapar de las garras de los fieros mastines, fueron tomados de los
pies por mis nativos enemigos, quienes dando un giro de media vuelta,
estrellaban sus cráneos contra las peñas para luego como dragones hambrientos,
saciar su apetito. No sé del tiempo transcurrido, el cansancio me adormeció y
solo me quedaban fuerzas para mantener el equilibrio y no caerme.
Aún
mi corazón lanza destellos de desdicha al rememorar la muerte de Tucarma, cacique de Chipata,
condenado a la horca por orden de aquel
ser insólito, a quien una vez yo había
contemplado furtivamente y con asombro, forrado en un material metálico que
resplandecía con los rayos del Dios Sol;
cabalgaba ágilmente y vociferaba desenfrenadamente a un grupúsculo de
treinta personas, que se movían extrañamente acompasados a cada mandato
impartido por su superior, quien luego de ordenar hacer un hoyo en la tierra e
hincar un tronco de árbol, dio
cuchilladas al madero con un objeto filoso que lanzaba destellos, en tanto un
hombre luciendo una túnica larga color castaño con capucha, arrodillado con dos
palos cruzados en la mano derecha y un
estandarte en la otra, hablaba pausadamente mirando hacia el cielo. Nacía así la localidad de Santa Ana de Anserma, de manos del conquistador
Jorge Robledo. El
interés de Upira por acercarse a este personje, se puso de manifiesto cuando
hizo parte de la gran maza tribal con el cacique Ocuzca a la cabeza quien se
hizo presente atendiendo la convocatoria que hiciera el gran señor de tez blanca y barba de plata.
Robledo
acompañado del religioso mercedario fray Martin de Robledo y del escribano
Pedro Sarmiento,
ordenó al “lenguas”
traducir al dialecto
umbra la bienvenida
que daba el conquistador en nombre de su majestad el emperador don Carlos I de
España, y el deseo expreso que tenía de establecer entre ellos una colonia
cristiana, instándole a que se sujetara a su autoridad en el entendido de no
causarles mal alguno. Solo fue comprendida por el cacique la segunda parte de
la perorata y en tono fuerte y grave, rechazó con altivez la proposición del
extranjero, dejando en claro el respeto por la memoria de sus antepasados
quienes siempre habían sido libres.
Un
disparo accidental ocasionado por uno de los los
arcabuceros dueños del trueno, hizo que los
perros se soltaran probocando la estampida de los indígenas, el efecto arrollador no se hizo esperar y se extendió a todas las huestes tribales, apresuradamente Robledo dio la orden de
rodear al cacique y su corte para
conducirlos a su real.
Robledo
ordenó que Ocuzca y su séquito fueran atendidos con generosidad y respeto,
dejando en claro su voluntad de renovar cuanto antes el dialogo frustrado, el
cual tuvo lugar a la mañana siguiente después de que el cacique terminó su
liturgia de rigor, observada con curiosidad desde la distancia por fray Martín
de Robledo.
Considerando
el conquistador que la noción de libertad era especialmente sensible para Ocuzca, trató sin mayores
detalles el tema de la encomienda, que ya se vislumbraba como una posibilidad
para que grupos de indígenas cultivaran
la tierra, recibirán conocimientos y se cristianizaran, pues ellos venidos desde tierras lejanas era mucho el
aporte que podía brindarles. Fray Martín, le explicaba una y otra vez que
cruzar los dedos o dos “pacurues”, lo liberaría de la influencia del diablo
Xixarama, con el cual el cacique había estado conversando esa mañana; Ocuzca
respondió que todo aquello no era mas que una retahíla, que ya le había perdido
el miedo a los “yomaracas”, desde cuando su
pueblo comprendió que hombre y caballo forrados en material deslumbrante, eran bien diferentes y no constituían una
sola máquina de guerra; que la horca de
Tucarma después de abrazar el cristianismo, era un acto de traición inaceptable
y que el diablo no era lo que ellos creían, sino su interlocutor cotidiano del
cual recibían consejos para llegar al cielo.
Esa
noche de gran tempestad, truenos y relámpagos, burlando la vigilancia de los
“velas” y rondas escapó del real para refugiarse en tierras del cacique Cananao. Robledo, sin hacer
ningún esfuerzo en su persecución, prosiguió su campaña para asegurar el
dominio español, siendo copartícipe con sus compañeros de ultramar, en ese
quehacer de batallas, guasábaras, escaramuzas, intriga y codicia que causó la
extinción indígena.
El
indio Upira conoció así la muerte, la
crueldad, la infamia y la codicia y rogó a Xixarama borrar de su memoria aquellos recuerdos vívidos
que se aferraban a su memoria. Hizo reconocimiento de la estirpe de congéneres
que le daban cobijo y los enalteció mencionándolos en voz alta en una lista que
se hizo interminable: Aconchaes, Andicas, Apías,
Carpas, Carambras, Carrapas, Cartamas, Chipataes, Cumbas, Cupingas, Currumbies,
Currumpanchas, Gorrones, Guacaicas, Guarmas, Guaticas, Irras, Mápuras,
Martamaes, Maymanaes, Napioras , Pirzas, Purembaraes, Quinchías, Tabuyos,
Tachigüies, Tusas, Umbrías, Upiramas, Ypáes, Yndipiatis y Zopías.
Mas
tarde, Robledo extendería la ceremonia fundacional a otros dos sitios distantes
de Santa Ana de Anserma denominados Cartago y Santa fe de Antioquia. Se
conocería luego, en un juego de rivalidad fatal, de la muerte de Robledo por
orde de su capitán Belalcázar. Upira
discernía el hecho de que esos aventureros se movían en un ámbito de intriga y
deslealtad y se mostraban renuentes a aceptar la autoridad lejana que
tanto ellos proclamaban y decían respetar. No se sujetaban a las leyes, normas
o reglamentos, quizás como respuesta circunstancial al entorno en que se
movían, desarrollando un carácter dubitativo
en su comportamiento, que se hacía particularmente ostensible en el tratamiento
con sus semejantes de ultramar. El aforismo popular “Se obedecen pero no se
cumplen” imprimió carácter en los gobernados y
se refería a la reacción que tuvo Belalcázar cuando a su paso por Cali,
le entregaron un documento proveniente de Cartagena de Indias en el que el
visitador Armendáriz comunicaba su misión y le remitía las “Leyes Nuevas” para su publicación y
cumplimiento.
Muchas lunas se sucedieron antes de que Upira
se sometiera al vasallaje español para ser trasladado a los socavones de las
minas de Cartama, no quería ser ya mas
instrumento del encomendero para recaudar los impuestos, pues le
repugnaba replicar con igual efecto en su pueblo, esta disposición que por lo
demás era común en las tribus antes de la conquista española: cobrar inclemente
tributo a su pueblo. Sabía de la costumbre heredada del dominio que ejercía la
aristocracia del cacicazgo; el “indio” trabajaba primordialmente para ella ya que sus necesidades
básicas estaban satisfechas mediante el aprovisionamiento racionado de ropa,
vivienda y comida, perdiendo todo dinamismo y creatividad, el comportamiento grupal se movía bajo el fenómeno de una conducta masificada,
donde una aristocracia reinante con el cacique a la cabeza, dictaminaba todo lo
que debía hacerse; quizás la beligerancia de las tribus para guerrearse entre
ellas y la facilidad para unirse con la fuerza española, con miras a derrotar a
sus adversarios de otras tribus, expresaría un deseo reprimido de emancipación.
A Upira lo seducía el oro pero pronto se
percató de la miseria que el deslumbrante
metal generaba en el medio circundante. No tardó en sentirse presa de un
hado que lo agobiaba, sentía que el confinamiento y la asignación
de una tarea específica, menguaba su libertad personal, no soportaría más esa horrible
fragmentación del día que limitaba sus espacios más esenciales para hacer su
vida cotidiana. Mi estómago espetó, comanda el momento en que debo llevarme los
alimentos a la boca y ahora ese extraño aparato cuenta-tiempo vigilado por el yomaraca de turno, me delimita los intervalos en
que debo hacerlo.
Upira se sintió victima del síndrome de Plauto:
¡Los dioses
confundan al primer hombre la manera de distinguir las horas!, y confundan,
también, a quien en este lugar colocó un reloj de sol, ¡para cortar y destrozar
tan horriblemente mis días en fragmentos pequeños!
En
el adoratorio frente a su ídolo Mojana, el indio Upira evocó a sus ancestros
los Zenúes y pidió la intercesión de Xixarama, quien se hizo presente al percibir la situación desvalida en
que se encontraba Upira y complementando su
angustia sentenció: No solamente debe condolerte la cortapisa del tiempo, sino también la del espacio cuando percibes que
las distancias se te hacen más cortas en
la medida en que cabalgas presuroso por el terruño desdibujando el paisaje, sin que logres ver cabalmente el esplendor y
los matices de luz a tu alrededor, ni escuchar claramente la sonoridad del
arroyuelo o el canto de las aves; te
estás adentrando en la comprensión de un mundo verdaderamente extraño pero
adviertes solamente una de dos caras, la del espacio o la del tiempo. Como en
aquella escultura bifronte de Jano cambiarás tu parecer, cuando mires desde el ángulo apropiado sin
confrontar meramente una cara. Luego señalando en el suelo un granito de arena expresó: Observa lo
pequeño que es pero está compuesto de minúsculas partículas que no alcanzamos a
percibir con los ojos. Ahora mira el firmamento, ¿es muy grande verdad?, pues
encierra toda esa cantidad de soles que resplandecen y parpadean en la lejanía,
pero solo hay uno que se hace presente en la cotidianidad de tus días, tu Dios
Sol.
Cuando se desataron las fuerzas
fundamentales de la naturaleza, se formó la tierra que pisas y el cielo
que contemplas; quedaste así confinado
en el espacio que ves y en el tiempo que transcurre implacable.
Ambos: espacio y tiempo se necesitan mutuamente para subsistir y darte
albergue, es tu mundo y solo puedes sustraerte de él cuando la degradación
de los elementos constitutivos de tu
cuerpo por la acción del tiempo, pierdan su ordenamiento natural y su capacidad para interactuar con el medio
circundante; solo así entrarás salvando tu identidad personal, en la
dimensión del eterno presente y prosiguió diciendo: El milagro de la vida es un
proceso reiterativo de la naturaleza por mantener el orden y es la gran
respuesta al desorden inicial cuando se desataron las fuerzas a que me he
referido.
Ven súbete a éste rayo de luz y cabalgaremos juntos, seremos amos de la
atemporalidad: ¡El tiempo ha
concluido! ¿Y qué ha sucedido con el
espacio? musitó Upira, ¡ha! ya te lo había dicho, no mires una sola cara,
aprecia el conjunto, y no me preguntes por la reversa del tiempo pues éste no tiene sino una sola
dirección, desde el momento en que empezó a existir el espacio y el tiempo. No
tengo en mi arsenal de artilugios, el eterno presente, solo hay una divinidad superior con poder creativo que lo
posee.
Upira se despertó sobresaltado, el sueño lo había dominado mientras se
encomendaba a Xixarama. Recordando las últimas palabras de éste, se sintió
libre de la camisa de fuerza que le había impuesto el conteo del tiempo que
tanto lo había importunado: ¡Quería solo mirar
el conjunto y no la cara!
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