Dentro de
poco llegaremos a los 85 años del Cementerio Libre de Circasia[1],
uno de los mausoleos más característicos de los quindianos y una muestra de los
ideales libertarios que se asentaron en esa ciudad, fundada con el nombre de La
Plancha en 1884. El monumento fue inaugurado el 9 de octubre de 1933 bajo los
auspicios de Braulio Botero
Londoño , su promotor, como símbolo de la defensa a la
libertad, la tolerancia y el amor.
La iniciativa
había surgido varios años antes, cuando el colonizador Segundo Henao, fundador
de Calarcá y Génova, creó el primer cementerio libre en aquella ciudad del sur
del departamento a principios del siglo XX, ejemplo que se dispersó luego en
Calarcá y Montenegro. La ascendencia radical de Henao, y su cercanía a los
Enciclopédicos franceses, en especial a Voltaire, originaron este movimiento
librepensador que se reveló después con la instauración de logias masónicas en
esta región, estimuladas por Antonio J osé
“Ñito” Restrepo desde Ginebra, Suiza, y a las cuales se vincularon colombianos
ilustres como Diógenes Arrieta, Enrique Londoño, Miguel Botero ( padre de
Braulio) y el Indio Uribe, principalmente.
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En una carta
a sus amigos, en los años treinta y en especial los años de la Violencia
partidista, Braulio Botero explicaba algunas razones del cementerio: “Cuando
las libertades estaban amordazadas y sólo era permitido pensar de rodillas para
obtener la venia del clero, fue cuando acordamos crear un cementerio libre...
todo esto a manera de un reto contra el fanatismo religioso que dominaba a
Colombia en aquella época… pues ni muertos nos arrodillarán ante el poder
hegemónico de la iglesia”. De estas elocuentes palabras surge la leyenda de que
allí entierran a los muertos parados.
Como la discriminación
del clero, dueño de todos los cementerios caldenses, era tan antojadiza y
excluyente (no se enterraban ni librepensadores, ni masones, ni prostitutas, ni
ateos, ni gays), los promotores de Circasia encargaron del diseño y
construcción a don Antonio Schieferl, ingeniero alemán radicado en Circasia,
quien abrió ese espacio para los rechazados.
El primer
convite fue organizado en el año 28
a objeto de iniciar la explanación de los terrenos; fue entonces
cuando los púlpitos en el Quindío se exasperaron, y se lanzaron excomuniones
para todas las personas que participaran en aquellos actos sacrílegos. Ocho
días después vino el segundo convite y con él algunas órdenes de captura para
los que estaban construyendo una obra que, se decía, atentaba contra la religión. Sin
embargo, con paciencia y laboriosidad, y la complacencia de muchos
intelectuales del país, cinco años después se inauguró finalmente el Cementerio
Libre.
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No obstante, no
dejaron de presentarse acciones de devastación del cementerio por parte de los
fanáticos, que no terminaron hasta una conspiración que derribó el águila
emblemática de la entrada, después de haber tumbado las rejas y los muros con
explosivos. Este ominoso atentado hizo que Braulio Botero se refugiara en Suiza
voluntariamente y que varias personas se llevaran los restos de sus familiares
para otras ciudades en protesta por tales acciones motivadas por el clero de la época. Según
testimonios de la época, era una advertencia para que no se multiplicaran en
esta región las logias masónicas que Braulio Botero venía representando en
Caldas.
La
reconstrucción del mausoleo se hizo al regreso de Botero de Europa,
precisamente para radicarse en Circasia. Desde entonces, el Cementerio Libre es
un símbolo completo para las nuevas generaciones por la convicción con la que
alguna vez se luchó en ese pueblo para defender el libre pensamiento que
intentó destruir el poder religioso. El águila tutelar fue reconstruida y
además aparece una placa con la letra del los himnos, varias cruces gamadas en
medio de las rejas y una cabeza en bronce con llamaradas que en su placa tiene
el nombre del iniciador libertario Braulio Botero Londoño , fallecido
en 1994 y sepultado allí con todos los honores.
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A la entrada
del cementerio se encuentran varios textos escritos sobre las tumbas. Entre
otros, el canto titulado “Himno a los Muertos”, cuya letra fue escrita y
enviada desde Suiza por el doctor Antonio J osé
"Ñito" Restrepo y su musicalización realizada por el maestro Rafael
Moncada quien, siguiendo las recomendaciones de su autor, creó un ritmo alegre
y marcial. El escritor calarqueño Humberto J aramillo
Ángel obsequió otro texto denominado “Himno a la Libertad”. Entre los
visitantes ilustres al Cementerio están J orge
Eliécer Gaitán, cuando era Alcalde Bogotá; y Luis Carlos Galán Sarmiento, además
de una pléyade de escritores, poetas y políticos que lo han visitado en
diferentes épocas de su existencia.
El 28 de
Agosto de 1.982, en otro de sus
aniversarios, el mausoleo fue reconocido como un Monumento a la Libertad, único
en América Latina, recibiendo mensajes de personajes como el ex presidente
Carlos Lleras Restrepo y Carlos Restrepo Piedrahita , además de Lino J aramillo Gaviria, Raúl Arturo Echeverri C.,
Leónidas Méndez Correa, entre otros. En los muros del panteón Libre descansa Fortunato
Gaviria, casado con Ofelia Botero
Londoño , tía abuela del expresidente César Gaviria Trujillo.
Según su deseo allí, en ese Cementerio, aspira a descansar el novelista tulueño
Gustavo
Álvarez Gardeazábal , quien hizo todos los arreglos para que
se cumplieran sus deseos en ese panteón quindiano.
Por Jaime Lopera Gutiérrez (Presidente de la Academia de Historia del Quindío)
[1]
Articulo basado en el
libro de Braulio Botero
Londoño , Libertad de
Pensamiento, edición al cuidado de Gustavo Alvarez G., 1993
(92 páginas); y un texto de Luis Alberto Vargas
Ballén . Edición de J LG,
Academia de Historia del Q uindío.
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