Los armenios y los yarumos blancos


Por: Jaime Lopera Gutiérrez. Presidente Academia de Historia del Quindío. Noviembre de 2012.

El Concejo Municipal de la ciudad de Armenia acaba de aprobar un Acuerdo mediante el cual acoge la iniciativa de bautizar con el gentilicio de armenios a los habitantes de esta capital quindiana. De esta manera se concluye el debate en torno a la denominación de armenitas que estaba haciendo carrera en algunos medios, con base en una de las opciones que el Instituto Agustín Codazzi, IGAC, estaba ofreciendo en su Diccionario de Gentilicios colombianos.
Aunque el concejal promotor del debate, Luis Fernando Ramirez Echeverry, admite que “si bien el gentilicio no es necesario adoptarlo por decreto, ni forzar su uso dándole un carácter “oficial”, si debe tenerse en cuenta, la tradición, la importancia del lugar y la aceptación general que lo hacen incontrovertible”

Luego añade convenientemente que la “génesis, trascendencia y permanencia de los gentilicios están unidos al folclor, a manifestaciones de la sabiduría popular, a sus creencias, mitos y cuentos, a la historia, leyendas locales, a los personajes y cualquier tradición arraigada en el inventario inmaterial del lugar, hasta que se genera conciencia pública sobre el hecho y queda en firme. No es pues, necesariamente, una formación puramente gramatical”.

No obstante la rotunda determinación oficial, y la explicación ofrecida por el concejal, parece conveniente esclarecer algunos aspectos del gentilicio para dar muestras mucho más seguras de su raíz y de sus alcances.

LA VERSIÓN EUROPEA



Para Miguel Ángel Rojas Arias ([1]) “nada más especulativo que el nombre de Armenia”, cuya primera versión se la adjudica a Alfonso Valencia Zapata (pagina 100) quien vincula ese gentilicio a la célebre matanza de armenios por parte de los turcos otomanos en 1896. Pero las fechas no coinciden, como lo señala este autor, porque el más grave genocidio de los armenios fue consumado ya entrado el siglo XX, y la ciudad quindiana primero fue fundada en 1889 con el nombre de Villa de Holguín —como una paradójica evocación de ese Presidente colombiano, Carlos Holguin Mallarino, que por aquel entonces había regalado sin permiso el tesoro de los quimbayas a la reina de España. Algún fanático nuñista habría entre los amigos de “Tigrero” para que se eligiera el nombre de su vicepresidente, copartidario y amigo como el primer bautizo de la aldea.

De acuerdo con Wikipedia, Armenia se convirtió en el primer país del mundo en adoptar el cristianismo como la religión oficial del Estado, aun cuando ya había empezado a propagarse en esa región poco después de la muerte de Cristo debido a los esfuerzos de dos de sus apóstoles, San Judas Tadeo y San Bartolomé, considerados como los fundadores de la Iglesia Apostólica Armenia a la cual se adhieren hoy la mayoría de los armenios. Por su parte, la limpieza étnica de armenios durante los últimos años del Imperio Otomano es ampliamente considerada como una masacre; el número de víctimas se estima en 1,5 millones, con una ola de persecución primero entre los años 1894 y 1896, y otra que culminó con los acontecimientos del famoso genocidio armenio entre 1915 y 1916.

Como el abogado e historiador Alfonso Toro Patiño había recogido la misma versión europea, Rojas Arias nos descubre entonces (y desecha al mismo tiempo) la existencia de Armenia Mantequilla, un poblado que ya existía en Antioquia, como el probable sinónimo de nuestra capital. Solo que, anticipa, “también fue descartado ese nombre porque entre los fundadores y personas cercanas a la región [quindiana], no hay ninguno que proviniera de ese pequeño caserío del Estado de Antioquia”: muy discutible afirmación cuando no existen, ni existían, censos o genealogías que pudieran corroborar ese descarte.

No obstante, más adelante Rojas Arias revela que por esos tiempos el nombre ya se conocía en nuestra región como un lugar llamado la “porción de Armenia”, en jurisdicción de Salento; y también en un documento notarial de Cartago donde un querellante dice residir en el “caserío Armenia” hacia 1886 —año que, por cierto, coincide con el de la fundación de Calarcá. Es decir, concluye Rojas Arias, “el nombre ya había sido traído a la región”. Veamos cómo vino.

LAS MONOGRAFIAS DE ANTIOQUIA


Siguiendo la huella antioqueña, el historiador Alvaro Hernando Camargo encontró en Manuel Uribe Angel ([2]) un texto de 1881 sobre la existencia de esa Armenia Mantequilla, nombre originado en el hecho de que “el cerro estaba coronado por una gran cantidad de yarumos blancos, que a la distancia daban la impresión de una fantástica bola de mantequilla”. Este caserío estaba ubicado en el Estado Soberano de Antioquia, a poca distancia de Heliconia y de Titiribí.

A partir de este momento decidimos consultar el libro de monografías de Antioquia de Heriberto Zapata Cuéncar ([3]), donde se rastrean los siguientes datos: en el año de 1813, cuando se tramitaba la creación de una parroquia en el sitio denominado Guaca, jurisdicción del municipio de Heliconia, allí figuraba un sitio llamado La Mantequilla. Por alguna razón este sitio fue adscrito a la jurisdicción del municipio de Anzá, “lo que ciertamente fue un disparate ya que éste estaba del otro lado del Cauca y Mantequilla del lado de acá, y sobre el caudaloso río no había puente, ni siquiera una barca cautiva”.

El anterior error lo enmendó la legislatura del Estado de Antioquia en 1859 con una ley del 16 de diciembre de ese año donde, en el artículo 61, dispuso que “la fracción denominada Mantequilla, en la banda derecha del Cauca, que hoi (sic) pertenece al distrito de Anzá, se agrega al distrito de Eliconia (sic)”. En 1868 el gobernador Pedro Justo Berrío creó una inspección de policía, con funciones de corregidor, en La Mantequilla. Siete años después, en 1875, el secretario de gobierno de Antioquia, Baltazar Botero Uribe, presentó un proyecto de ley con un artículo que decía: “Erígese en distrito la fracción Mantequilla, la cual, llevará en lo sucesivo el nombre de Armenia…”.

LA ARMENIA DE LOS YARUMOS


Nueve años después, en junio de 1894, la Asamblea Departamental de Antioquia, por medio de la ordenanza # 20, ordena: “Erígese en Distrito Municipal el Corregimiento de Armenia, perteneciente en la actualidad al municipio de Heliconia con el mismo nombre que ha llevado, y con los siguientes límites” (aquí siguen los linderos). No obstante lo anterior, Zapata Cuéncar admite que no se conoce todavía el origen del toponímico y “nadie hasta ahora ha sabido dar alguna explicación sobre este nombre”.

En este momento, sin necesidad de cotejar las fechas de las masacres en Europa, tal vez podamos deducir que fue el doctor Baltazar Botero Uribe (en 1875) quien dio con ese nombre por el hecho de ser el primer país del mundo, Armenia, que adoptó el cristianismo como religión oficial. Pero la Armenia quindiana fue fundada catorce años después de la decisión del secretario Botero Uribe, lo cual permite sospechar que ese nombre ya venía en las alforjas y la memoria de los primeros colonizadores del Quindío, es decir, “ya había sido traído a la región”.

Hoy en día, la Armenia Mantequilla es una población fundada en 1868, distrito municipal en 1894; con 6.188 habitantes, una extensión de 110 kilómetros cuadrados, una altura de 1800 metros sobre el nivel del mar y una temperatura media de 19 grados. Dista de Medellín cincuenta kilómetros y su gentilicio es armenios. Tiene ganado y café, sus sitios de visita son el Alto del Chillón, el Mirador del Chuscal y las conocidas Fiestas del Fiambre ([4] ) que se celebran allí cada año.

LA RESPUESTA AL IGAC


Con fundamento en las anteriores consideraciones (y aunque dijimos que “el debate sobre un gentilicio es como discutir el sexo de los ángeles) en torno al cuestión de si los habitantes de Armenia deben llamarse armenios, armenitas o cuyabros), opinamos ante el Concejo que el diccionario de gentilicios del Agustín Codazzi no es una camisa de fuerza para los municipios o regiones porque sus sugerencias sobre los gentilicios no tienen firmeza de ley. “No hay norma legal — avisamos — con la cual se obligue a una designación sugerida: esto es un asunto de tradiciones culturales y costumbres con las cuales las comunidades imponen sus símbolos o denominaciones”. De esta manera respondió el IGAC a la consulta que le hicimos en la Academia para aclararle al Concejo de Armenia la situación, y esta posición sirvió como base al reciente Acuerdo de la corporación.

La denominación de cuyabros es un apodo de sus vecinos hace ya mucho tiempo, pero para muchos armenios es hoy un calificativo más distintivo y amable que le otorga credenciales de linaje. Armenita, por su parte, es el nombre de una fábrica de productos de cuero en Bangladesh, o un silicato de origen volcánico con el cual se tallan gemas. Pero también “armenita” es ([5]), un mineral, un cristal vitroso e incoloro al parecer bautizado así después de su localización en la mina de Armen, Kongsberg, Noruega, alrededor de 1877; muestras de este mineral permanecieron en la colección de la Universidad de Oslo hasta febrero de 1939, cuando fue redescubierto por el científico Heinrich Newman. Quizás no sea una casualidad que el nombre de esa mina, Armen, constituya el prefijo puntual de nuestra ciudad capital.

Lo de armenita y armenio no será pues, en adelante, materia de discusión —aunque debo confesar que me parece neutral usar uno u otro gentilicio (así como parisiense y parisino; manizaleño o manizalita, etcétera), porque su utilización es indiferente y nadie podrá castigarme por eso no obstante la norma que ya empezó a ejecutarse en la ciudad. En resumen, si nos preguntamos por el género de un ángel, macho o hembra, ese debate ya no debe interesar. Lo que importa es el consenso entre nombres y las credenciales que cada uno se legitima. En palabras de Bloch, la cuestión no es saber si Jesús fue crucificado y luego resucitó. “Lo que se trata de comprender es por qué tantos hombres creen en la Crucifixión y en la Resurrección”.

[1] AHQ, Ensayos de Historia. Universidad del Quindío, Gobernación del Quindío, Armenia, 2010 (páginas 100 y siguientes).
[2] http://biblioteca-virtual-antioquia.udea.edu.co. Manuel Uribe Ángel. Geografía General del Estado de Antioquía en Colombia. Parte segunda, Capítulo 3º. Departamento del Cauca, 1881.
[3] Heriberto Zapata Cuéncar, Monografías de Antioquia; Cervunión, Medellín, 1978, página 41.
[4] Guía Turística de Antioquia. Gobernación del Departamento, 2010. Página 154.
[5] http://www.mindat.org/min-343.html

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