La Academia de Historia del Quindío
publica las palabras escritas por los académicos Armando Rodríguez Jaramillo y
Jaime Lopera Gutiérrez con motivo de la presentación del libro APUNTES EN
BORRADOR para una nueva historia del Quindío del historiador Humberto Vélez
Ramírez, acto celebrado en la Biblioteca de la Sociedad de Mejoras Públicas de
Armenia el 10 de noviembre de 2022.
Palabras de Armando Rodríguez Jaramillo - Presidente AHQ.
Hoy hace un mes que recibí un mensaje de texto en mi celular de quien dijo llamarse Germán Arboleda Vélez para proponerme la presentación del libro de Humberto Vélez Ramírez APORTES EN BORRADOR para una nueva historia del Quindío, título que si bien capturó mi atención, me pareció un poco pretencioso. De inmediato lo recordé cuando estuvo vinculado al Centro Local de Historia de Barcelona y también por los correos que recibí con fragmentos de lo que sería su libro, siempre bajo el sello de Atisbos Analíticos.
Me sorprendió que su libro estuviera inédito, pero más lo hizo el interés familiar que suscitaba su lanzamiento en el primer aniversario de su partida hacia la eternidad. Germán, su editor, me habló emocionado de la obra de su tío; y su señora esposa, Lyda Pachón Valencia, me contagió el enorme entusiasmo que tenía con la presentación del texto, el cual iba dedicado a sus hijos Federico y Valentina, y de forma especial a su nieto Benjamín, lo que hablaba del amor con que fueron escritas aquellas páginas de historia quindiana.
Y aunque el enfoque APUNTES EN BORRADOR para una nueva historia del Quindío tiene que ver con el papel que jugaron la Compañía Burila y años más tarde la Federación Nacional de Cafeteros en el poblamiento, colonización y evolución histórica de la región, hechos que calificó de corporativismo de Estado, Vélez Ramírez aborda en sus 423 páginas múltiples aspectos, al tiempo que resalta las contribuciones a la historiografía regional de académicos nuestros como Olga Cadena Corrales, Jaime Lopera Gutiérrez, Óscar Jaramillo García, Miguel Ángel Rojas, Hernando Muñoz y otros más.
Por consiguiente, quiero citar un fragmento de lo que el autor dice sobre el aporte de la Academia a la historiografía regional: «constituyen el esfuerzo más robusto y orgánico hasta ahora realizado por sacar los estudios de historia regional del campo de las simples elucubraciones, lo que, como dijo uno de sus fundadores, Gabriel Echeverri González, fue la razón central para echar a andar, en 1981, la Academia de Historia del Quindío». Y es que sin duda hemos hecho un enorme esfuerzo al entregarle a esta sociedad y al país siete volúmenes de Ensayos de Historia Quindiana que hacen parte de la Colección de Autores Quindianos impulsada por la Gobernación del Quindío y la Universidad del Quindío, a lo que se suman los múltiples trabajos de investigación publicados por otros medios y más de 500 artículos consultables en nuestra web. Y luego termina señalando Vélez Ramírez: «Un trabajo así, como el de la Academia durante cuatro décadas, ha sido más que meritorio, sobre todo, en una región, como la del Quindío, donde no ha habido un programa universitario de Historia y donde muy pocos de sus historiadores han tenido una formación básica en Historia, como una ciencia social por excelencia».
Sin embargo, qué tanto se ha avanzado en escribir una nueva historia del Quindío sería una pregunta para un interesante debate. Ahora bien, si Humberto Vélez Ramírez cumplió el cometido que anuncia en el título de su libro es algo que historiadores y lectores avezados tendrán que descubrir. En lo que a mí concierne, que tan solo soy un diletante en estos oficios, debo confesar que me fascina cuando alguien habla de una nueva historia, en especial cuando se trata de mi Quindío, territorio que es mi patria espiritual, porque cuando descubro su historia y dirijo la mirada a su futuro me conecto con la eternidad, es como si tomara un sorbo de absenta para transitar por momentos oceánicos. Entonces pienso que la historia es real porque fue, así tenga múltiples interpretaciones, y que el mañana vive agazapado en nuestra imaginación aguardando su momento.
No obstante, la historia se vuelve dinámica a medida que develamos sus misterios y construimos versiones y relatos del pasado. Pero, si además transitamos por una nueva historia, la realidad se enriquece con múltiples visiones donde nuestras ideas y percepciones se cruzan con las ideas y percepciones de otros. Entonces las certezas pueden llegar a tambalear, incluso las que fueron dogmas irrefutables, y se corre el riesgo de que se abran fisuras por dónde se filtran otras miradas.
El rol de quienes investigan y escriben la historia tiene que ver con interpretar lo sucedido y en ocasiones cuestionarlo. Pero nuestra mirada sacádica, imperfecta por demás, nos conduce a visiones parciales y defectivas enfocándonos en objetivos y sucesos que atraen la atención para ignorar otros de igual o mayor relevancia. En últimas, se trata de interpretaciones que se enriquecen con otras interpretaciones formando multiversos ricos y complejos de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.
De ahí que no nos debe dar temor enfrentar nuevas miradas aún a costa de poner en entredicho nuestras creencias. Está en nosotros, pero sobre todo en una academia, abrir el espectro para darles entrada, lo que no significa su ciega aceptación, si no la apertura del debate con otras argumentaciones e ideas.
A veces creo que la historia se parece mucho a nuestro cerebro, esa masa gris de aproximadamente 1.500 gramos que se halla presa en una bóveda cerrada y oscura y que sólo tiene contacto con el mundo a través de los sentidos para formar una narración del exterior, interpretarlo y darle forma. De ahí que compare la historia con una bóveda en espera que los órganos de los sentidos, que son los historiadores, construyan narraciones para darle forma y revelar sus secretos, los cuales pueden llegar a reescribirse ante nuevas evidencias, esta es su propia dinámica muy a pesar de ser hechos pasados.
Esto me hace recordar que de los diez objetivos que
tiene la Academia de Historia del Quindío en sus estatutos, el que más me apasiona
e inspira es aquel que dice que nos guía
la interpretación de los
hechos pasados, la valoración de la realidad presente y la observación de los
escenarios futuros para formar conciencia histórica y pensamiento crítico.
Palabras de Jaime Lopera Gutiérrez.
Me llegó a destiempo la noticia de que este libro de Humberto Vélez Ramírez sería presentado en Armenia como fruto de la tarea que se impusieron sus familiares, en especial German Arboleda Vélez, al rescatar estos textos que su autor denomina “apuntes” ---aunque en verdad son más que eso, son investigaciones y sobre todo opiniones y reflexiones que constituyen el conjunto a dicha obra.
Fue
muy escaso el tiempo en que pudimos conocernos personalmente y un poco más las
veces en que hablamos por teléfono. Pero corría entre los dos la misma pasión
por entender La historia de esta región, con la notoria salvedad de que su
origen neirano era quizás una fuerza adicional y neutral para escudriñar las
vicisitudes quindianas y hacer los aportes que este libro contiene, más que
todo como fruto de la dedicación que un profesor universitario como Humberto
podía darnos a la manera de una contribución ajena pero juiciosa a los
materiales que nosotros trabajamos desde la Academia de Historia del Quindío.
Muchos
de sus escritos me los enviaba con regularidad, y fueron varios los comentarios
que le hice sobre la visión e interpretaciones que hacía de la vida quindiana.
Los Atisbos, por ejemplo, eran pensamientos políticos con los cuales Humberto
examinaba la realidad del país y con ellos se articulaba a la realidad
presente. Pero las anotaciones históricas que hizo son una mina de oro para
quienes proseguimos en la búsqueda de un pasado común, especialmente por esa
virtud de explorador histórico que tenía el profesor Vélez Ramírez y la muy
abundante bibliografía que le sirvió de apoyo a su manera de escribir lo
sucedido en el Quindío.
Cada
uno de los capítulos que contiene este libro, alude a situaciones importantes y
decisivas en nuestro departamento. En primer lugar, el reconocimiento de los
libros que constituyen el principal conjunto bibliográfico con el cual se
empieza a diseñar la fisonomía histórica del Quindío, complementada con los
siete volúmenes que nuestra institución, la AHQ, ha venido procurando y que
Humberto reconocía como un conveniente intento de evitar las “elucubraciones”
en contraste con hallazgos mucho más relacionados y exclusivos.
El
concepto de “interacción colonizadora” fue destacado por Humberto Vélez como
una manera de decir que nosotros, aquí, hemos tratado de articular ideas y
conceptos con las demás entidades similares de Antioquia, Caldas y Risaralda. Y
en desarrollo de esta opinión, en otros capítulos el autor hace reconocimiento
de los trabajos en fascículos de Olga Cadena y le dedica un sesudo espacio al
papel de la Concesión Burila en la construcción del Quindío con nuevos datos
que merecen ser examinados con mucho cuidado por los interesados en dicha
temática.
Hay
sin embargo dos capítulos que a mi juicio merecen la atención de sus lectores: el
dedicado al periodismo quindiano (1903-2003), que abunda en las trágicas
historias de los comunicadores locales y el significado que estas desgracias
han sido para nuestra comunidad ---que lamenta todavía la ausencia de aquellos
enormes periodistas y colegas cuyo estandarte era, simplemente, la verdad. Y un
capítulo especial, derivado de razones familiares, donde Humberto Vélez trajina
toda la información necesaria para construir la monografía del corregimiento de
Barcelona, cuya vida institucional aún carece del reconocimiento público que
este territorio (cerca del 60 por ciento de Calarcá) le ha dado a la región.
Por obvias razones, creo necesario destacar que la lectura de mi libro La Colonización del Quindío fue citado con juicio por Humberto (página 37) cuando resaltó la condición de historia crítica en la que me he comprometido, utilizando la monografía sobre Calarcá como un pretexto para dimensionar los hechos de todo el departamento. Estimo que nuestro amigo, tan buen heterodoxo como este servidor, encontró allí las causas de nuestra proximidad, la que además se perfeccionarían con el apoyo que me dio al comprometerse con mi reiterada idea de que la Concesión Burila es el personaje inolvidable y verdadero de la colonización quindiana. Como animador del Centro Local de Historia de Barcelona, Vélez Ramírez además nos dio la satisfacción de sentirse cerca de nuestra entidad y ella, por mi intermedio, le rinde hoy el homenaje póstumo que se le debía.
En fin, lamento mi ausencia de este momento y felicito a los promotores del libro la oportunidad de legarle a nuestra región el fruto de los muchos años de lectura y pensamientos que Vélez Ramírez nos procuró.
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