Los verdaderos fundadores de Calarcá

Creo que hoy es el momento oportuno para darles crédito a los precursores eméritos que están en la memoria como principales fundadores de Calarcá.


I

En primer lugar, el reconocimiento a Segundo Henao quien era un hombre emprendedor, autodidacta y además rosacrucista ―lo que lo debía hacer aparecer como un renegado a los ojos de los frailes y curas que acompañaron a los primeros pobladores en las primeras etapas de la colonización[1]. Estuvo en Salento y poco después se vino para Santo Domingo, en vecindades de lo que luego sería el poblado de Calarcá, y en ese paraje adquirió un predio. Henao escribió un folleto llamado Miscelánea, publicado hace años por la Universidad del Quindío, donde relata sus aventuras como colono, en especial sus viajes y peripecias posteriores por Génova y el rio Barragán. Murió el 21 de enero de 1923 y en alguna parte se dice que fue autor de una pieza teatral llamada “La Pastora” y de otro libro llamado “Guante Rojo” de los cuales no hemos podido obtener su original. Escribía, hacia el intento de expresarse bajo las condiciones precarias de aquellas épocas.

En noviembre de 2010, Luis Fernando Londoño, el inolvidable gestor del Museo Grafico y Audiovisual del Quindío, nos escribió en carta personal sobre la vida de este fundador con base en una monografía que él tenía de puño y letra de la educadora calarqueña Ángela Ortiz, del año 1922, en la cual se lee lo siguiente: coligo

 

"Segundo Henao nació en Pácora por los años de 1846 a 1847: fueron sus padres Luis M Henao Ocampo natural de Sonsón y Ana Joaquina Patiño Pérez natural de La Ceja del Tambo. A la edad de 14 años se trasladó con sus padres a Villamaría, perteneciente en ese entonces al Departamento (Estado) del Cauca, y allí entró a la escuela permaneciendo en ella por el término de tres meses (…).A la edad de 22 años estuvo en Soledad (Tolima) cuando empezaba a fundarse y allí presto sus valiosos servicios. Salento debe a su iniciativa importantes mejoras materiales. Más tarde siguió para el sur del municipio, y en asocio de varios señores fundó a Génova que después fue erigida a corregimiento. En esta región como hombre de acción estableció una finca que denomino "El Cedral" y allí permaneció por varios años con su esposa doña Jacinta Patiño y sus tres hijos. Por venta que hizo de la mencionada finca vino a radicarse en esta población (Calarcá). En la actualidad (1922) se halla postrado en cama debido a una larga y penosa enfermedad. Ha escrito varias obras entre ellas Guante Rojo y Miscelánea. Su vida ha sido un constante batallar en pro de la humanidad.". Hasta aquí doña Angela Ortiz.


II

En segundo lugar es preciso mencionar a Román María Valencia cuyos rasgos nuevos apenas empezamos a conocer. Valencia no fue firmante del acta inicial de fundación del poblado, pero cuando se vino a vivir del todo a Calarcá apareció en los demás actos políticos y administrativos que le dieron origen a la ciudad. Valencia  promovió desde Pereira el poblamiento de Calarcá con la difusión de un volante impreso por la imprenta La Luz de esa ciudad el cual hizo repartir en muchas fondas y poblados[2]. En el registro de los primeros lotes que se dieron en la plaza principal, según la importante investigación realizada por Jorge Hernán Velasquez y Carlos A. Mora, Román María Valencia aparece recibiendo uno de los mejores pues, según esa investigación, no solo lo tenía merecido sino que había sido veedor de censos (en Villamaría, por ejemplo) como contratista del Estado del Cauca y al parecer estaba certificado para hacer tales menesteres.

Román María Valencia aparece en el libro de Eduardo Isaza y Arango,[3] donde se lo menciona cuando se dice que “venía a coleccionar mariposas y coleópteros y aves de hermoso plumaje”, todo lo cual lo “preparaba y empacaba en forma de exportar sin peligro de dañarse”. Cuando Román María decidió vincularse a la fundación de Calarcá, dejando atrás sus negocios de medicinas y abarrotes (y la exportación de mariposas) que tenía en Pereira, hizo inmediata amistad con Segundo. Ellos dos, Henao y Valencia, “con un decámetro, un machete, un calabozo y un hilo de pabilo” se pusieron a la tarea “rozando el camargal[4] que existía en el propio lugar donde hoy se encuentra la plaza principal” y colocando mojones en los puntos que ellos indicaban con la ayuda de Jesús María Buitrago, uno de los cinco principales fundadores de la ciudad y colono con fuertes acciones en ese momento inaugural.

Con la firma de 231 vecinos, Valencia redactó un memorial al Ministro de Hacienda de la época solicitando la adjudicación de 14.000 hectáreas de tierras baldías con las cuales se pretendía apagar las intenciones usurpadoras de la Concesión Burila[5]. Era un abanderado de esa controversia desde el principio, como lo fue cuando propuso la idea de que esta región se conectara con Bogotá, Cali Buenaventura por un camino de remontase la Cordillera Central. Pero la actividad de Román María Valencia menos mencionada fue la de guaquero y coleccionista de cerámicas y ese desempeño fue citado en un libro de los españoles sobre el Tesoro de los Quimbayas[6] al señalar, con datos precisos, que Valencia había adquirido piezas de esa guaca y que había notificado a Bogotá, por medio de una corresponsalía al periódico “El Correo Nacional”, que se había encontrado unas joyas de orfebrería quimbaya en Filandia cuando casi nadie sabía de su existencia. En ese mismo libro español ya citado hallamos esta interesante referencia de esa época y de los hallazgos que él hacia como un guaquero alfabeto y lúcido que era. En 1890 Valencia envía la siguiente comunicación que publica el “El Correo Nacional”, como parte de sus Noticias Departamentales, mediante una nota que, hablando del Tesoro Quimbaya, dice así:


“Me llamó la atención con especialidad un bastón de oro, cuyo mango representa un grupo primorosamente labrado y que revela una idea completa: sobre el corte del puño descansan dos monos, uno de ellos tiene á (sic) sus espaldas un monito; una águila muy bien figurada tiene entre sus garras el monito, los dos monos, con el extremo de sus colas, tienen enlazadas las patas del águila. Le remito el dibujo de un ídolo de oro macizo que me llamó la atención por su extraña figura: corona de forma caprichosa, cara irregular, dos alas, un peto de relieve, piernas macizas y sobre ellas una vasija, y en cada mano un cetro. No tenía yo conocimiento de que los indígenas tuvieran ídolos alados en forma de ángeles.”

En otro de los apartes de la misma comunicación a Bogotá, Román María Valencia habla de la cerámica quimbaya en estos términos:

 

“En cuanto a la cerámica, se necesitan conocimientos especiales para poder hacer una descripción completa de tanta variedad de formas, tamaños, figuras y dibujos en las vasijas; hay figuras con agujeros por donde sólo basta la emisión del aliento para sonar y poderse remedar el canto de algunas aves; se hallan planchitas con dibujos y jeroglíficos grabados y con su mango en forma de sello, las cuales imprimen perfectamente bien; también se encuentran cilindros grabados alrededor.” Y añade: “Se cree que eran manufactureros de telas, porque en las patenas de cobre sale la tela adherida al óxido y se distinguen bien los hilos y tejidos de forma finísima: esto lo comprueba mejor el gran número de husos ó (sic) ruedas de hilar que se sacan de las guacas.”

 

Al final de este mensaje, el fundador de la ciudad remata con las siguientes palabras en su carta al “El Correo Nacional”: “Todas estas cosas, que debieran conservarse en nuestro Museo Nacional, se pierden indistintamente. Yo estoy formando una colección hasta donde me sea posible conseguirla”. Y firma en Calarcá, corregimiento en el distrito de Salento, á (sic) 10 de noviembre de 1890. Román Maria Valencia”.

Este documento y otros, que apoyan la vida excepcional de Román María Valencia, aparecieron en el libro mencionado del gobierno español (2016) donde se detalla con mucha amplitud, y docenas de fotografías, el descubrimiento del tesoro de los quimbayas que les ha servido a los arqueólogos y antropólogos de España para ratificar la excelencia y calidad de esas joyas regaladas en mala hora por el gobierno colombiano a la Reina de ese país en 1892. En fin, la labor de poblamiento desarrollada por Henao, Valencia y Buitrago es una buena muestra del denuedo y la tenacidad con que estos hombres fueron sembrando la identidad del Quindío.

Junio 29, 2020

Jaime Lopera Gutiérrez - Presidente de la Academia de Historia del Quindío

 


[1] Aquí empiezo a insinuar que la idea de la querella entre Armenia y Calarcá no fue así: lo que existió fue un choque de personalidades entre esos dos “intelectuales”, Valencia y Henao, y el campesino analfabeto que era Ocampo, Tigrero: ellos pensaban en grande. El único escritor armenio de la época fue Suarez hacia 1905 cuyo libro no conozco todavía. (pero los más ilustrados eran los curas o párrocos que venían de estudiar en conventos de Medellín o Popayán). Eso del convite frustrado puede ser falso y de pronto oculta otra realidad más pertinente por las razones que asocio.

[2] Isaza y Arango, Eduardo. Calarcá en la Mano. Tipografía Renovación, Calarcá, 1930.

[3] Isaza, op. cit, pagina 15 paginas 40-42.

[4] Camargal es un cerro de 2600 metros localizado entre Buga y Palmira y no vemos relación con las medidas del pueblo.

[5] Isaza, op. cit., págs.-39

[6] El Tesoro Quimbaya. Perea Alicia, Verde Casanova Ana y Gutiérrez Usillos Andrés. Ministerio de Educación Cultura y Deporte, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, España, 2016.


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