Artículo publicado en El Quindiano el 30 de abril de 2018.
Cuando llegaron los españoles a nuestras tierras en 1540 al sitio que
hoy ocupa Pereira, y que emplazaron en ese momento como Cartago, encontraron a
los pueblos prehispánicos en esta región, conocida genéricamente con el nombre
de Quimbaya. Tenían una agricultura muy productiva, no solo en comestibles,
sino que también elaboraban cerámica y orfebrería, habitando esos pueblos los
actuales departamentos de Quindío, Risaralda, Caldas y Norte del Valle.
La conquista redujo la población de varios millones a solo algo más de
650.000. Los indios perdieron sus tierras y fueron sometidos, explotados como
esclavos y su cultura destruida. Los pocos que quedaron huyeron hacia el Chocó
y el territorio fue despoblado por más de 200 años.
No fue sino por la intervención del oidor y visitador Mon y Velarde que
en 1789 mediante un cambio en la Administración de la Provincia de Antioquia,
cuando se incrementó la construcción de vías como forma de dar “empleo a los
vagos” (no sin antes apresarlos) y estimular la colonización hacia el sur de
Antioquia, mediante concesiones entre las cuales figuraba la de Burila, que
tanto daño hizo a los primeros colonos.
Durante el tiempo de colonización se hallaron tumbas indígenas con
valiosos objetos de oro y se descubrió la quina como remedio contra el
paludismo. Realizaron numerosos hallazgos de tumbas en La Tebaida, Pueblo
Tapao, Montenegro, Quimbaya, en La Virginia, Calarcá, Barcelona y en general en
todo el Quindío. Filandia no fue ajena a este proceso de hallazgos de tumbas
con piezas de cerámica y oro. Esta población, antes Novilleros o Nudilleros,
fue sitio de paso del llamado “Camino del Quindío”, entre las provincias del
Cauca, Antioquia y Cundinamarca, vía peatonal muy difícil, que adquirió mucha
importancia después del paso del Libertador Simón Bolívar en 1830.
Hace 200 años, algunos llamados Patriotas soñaron con una República
plena de derechos para todos. Muchos se esforzaron por establecer gobiernos a
partir de la voluntad del pueblo y desde hace más de 100 años se ha tratado de
reducir la pobreza, mejorar la distribución de la propiedad de la tierra y
mejorar los niveles de vida, aunque los resultados parecen contradictorios
Hoy no hay esclavos, los derechos de las personas no dependen del color
de su piel o de su ancestro genético, las mujeres han logrado nivelarse con el
hombre, aunque no completamente; las personas pueden escoger su religión y
expresar sus opiniones libremente y los gobernantes no son nombrados ni por la
corona española ni por los superiores jerárquicos: son elegidos por los
ciudadanos.
La vida de todos ha cambiado, la cantidad de hijos por madre se ha
reducido y la esperanza de vida ha llegado a más de 70 años, la mortalidad
infantil se ha reducido y todos los jóvenes van al estudio,
Sin embargo, todavía muchas personas viven en la pobreza, la justicia no
funciona tan bien como se quisiera, el clientelismo se convirtió en el eje de
la política y la corrupción es una práctica habitual que ha permeado desde
alcaldías y gobernaciones hasta senadores y los más altos magistrados
Para entendernos, es necesario estudiar el pasado. Conocer la tragedia
de la conquista con la desaparición genocida de la casi totalidad de los
indígenas y el absoluto despoblamiento de dos siglos de los antiguos habitantes
de estas provincias y seguidamente, con la colonización antioqueña entendida
como la necesidad de ampliar las tierras explotables para acrecentar los
ingresos del Virreinato, más la presencia de oro en tumbas indígenas que nadie
reclamaba, hizo de su saqueo, una historia de despojo, donde el guaquero además
que tumbaba selva impenetrable a golpes de hacha, también acababa con la
herencia milenaria de sus ancestros, sin alguna seña de arrepentimiento.
Entender esta historia ayuda a comprender porque los conceptos de
Democracia, respeto por las ideas ajenas, liberalismo, socialismo,
participación, emprenderismo y solidaridad, apenas llegaron o tocaron
superficialmente a nuestros compatriotas, mientras que los mitos, ideas
preconcebidas, utilitarismo, despojo del más débil, fanatismo, aprovechamiento
de la oportunidad, así sea torcida, tráfico hasta de conciencias, intolerancia
y su hija, la violencia, han marcado nuestra manera de ser.
Desde el sentido del viaje de una historia del Quindío, hoy decidimos
visitar Filandia. El primer sitio de reconocimiento histórico, que también se
potencia al turismo, debe ser un museo. Por eso es indispensable reconocer los
valores de una sociedad que por medio de los objetos de uso doméstico,
celosamente guardados en el único que existe en el municipio, llamado Museo
Casa de los Abuelos, nos da cuenta de esas realidades. Allí todavía se
conservan las pertenencias de los ancestros, muebles tallados a mano por
Arcadio Arias, la colección de arriería de José Valencia, los objetos de
guaquería de Álvaro Páez, el mostrador de la tienda de Hilda Cárdenas, la
cestería de Marino López y los cuadros de la pintora Olga de Chica, entre otros
objetos de la memoria. Son valores de una cultura que pueden observarse para
regocijo de una historia pasada.
Es una lástima que los sitios donde se encontraron tumbas no se hubieran
conservado siquiera in situ. Hoy en día serían ellos los lugares donde el
turista hubiera podido encontrar un punto de interés, además de los objetos
arqueológicos de cerámica que se exhiben en la Casa de la Cultura. Hoy sabemos
que muchas piezas de oro que están en los museos del exterior, que pertenecen a
eso que se llama hoy en el imaginario colectivo de Colombia como el Tesoro
Quimbaya, está en España y fue localizado en dos sepulturas en la vereda La
Soledad en 1890.
Recorremos la historia del municipio conociendo sus calles, que también
tienen sentido histórico. Especialmente, la Calle del Tiempo Detenido, donde se
filmó en 1987 la película “Milagro en Roma”. La calle del convento, donde está
la Institución Educativa más antigua de Filandia, el colegio del Sagrado
Corazón de Jesús. También entran en el repertorio histórico muchas casas de
bahareque, que hoy lamentablemente están siendo refaccionadas en sus espacios
externos e internos. Pero la joya patrimonial es el templo parroquial, donde se
pueden encontrar 22 columnas de madera que sostienen la estructura general, y
que en el siglo XIX eran árboles de barcino, provenientes de otro tesoro
natural que tiene Filandia, el Bosque de Bremen.
Conocer Filandia con perspectiva histórica es destacar sus eventos.
Actualmente se realiza el Festival Camino del Quindío, como una manera de
homenajear a la ruta que originó la creación de esta región y que bordea el
Bosque de Bremen. También está el relicto boscoso de Barbas, la casa natural de
los monos aulladores y el mejor inventario de aves. Donde también se pueden
avistar las terrazas arqueológicas, celosamente cuidadas por Don Álvaro
Camargo, sitio que también merece ser conocido.
Hacer remembranza de la historia, que también en Filandia toca a muchos
personajes, es recordar a los desaparecidos, como Cobaco, pero también a los
presentes, como Óliver, que alegran las calles del municipio a su paso.
Turísticamente existen hitos que tampoco se pueden desligar de lo
histórico. Está el barrio San José, o sea, el sector de los artesanos del
canasto. Está el cementerio La Inmaculada, que todavía tiene panteones
funerarios antiguos. Y al frente de este monumento está la torre mirador de 27
metros de altura, elevada sobre una colina que también es histórica porque allí
otro personaje apodado Chun lanzaba al viento las cometas más grandes de
Colombia.
Esa es la historia, que en este caso referencia a Filandia y que como
puede ocurrir en cualquier municipio del Quindío, está llena de sacrificios, heroísmos,
desaciertos y tropezones. Puede enseñarnos a ser más tolerantes, menos
fanáticos por las ideas de algunos, nos ayuda a ser más escépticos y entender
que una solución no lo resuelve todo y que las ensayadas en el pasado, y que no
fueron exitosas no se deben repetir, ni querer atender los problemas con
modelos foráneos. Y sobre todo, ser conscientes que para hacer un turismo
sostenible en Filandia necesitamos tener en cuenta las tradiciones y ser fieles
a los modelos constructivos. Por eso el turista también debería visitar el
Centro de Interpretación del Bejuco al Canasto, y entrar a algunas casas
históricas para conocer el ambiente cálido del bahareque.
Es necesario conocer la historia, investigar, documentarse, revisar
periódicos, internet, escuchar relatos, observar las obras y monumentos que se
han levantado en las ciudades, o indagar el porqué de su ausencia o
desprendimiento, leer las fuentes y criticar la veracidad de los relatos,
descubrir la diferencia entre mitos y realidades. Entender que entre todos
construimos la historia como parte de nuestra responsabilidad personal de ser
ciudadanos.
Por: Henry Plazas Olaya y Roberto Restrepo Ramírez (Miembro de Número de la
Academia de Historia del Quindío.
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