Tolima y Quindío, departamentos hermanados en historia, mitología y tradición

 

Cuando se habla de la relación entre los departamentos del Tolima y el Quindío nos viene a colación el tema administrativo del RAP, un concepto nuevo del engranaje gubernamental, que comprende la consideración de una región que une intereses en torno a su desarrollo. Por eso se destaca que ya el Tolima hace parte del RAP Eje Cafetero y que muchos abordajes integradores - como el turismo, por ejemplo - sean tenidos en cuenta para pensar en la dinámica de ése y otros renglones de la economía en los cuatro departamentos que lo conforman, o sea Caldas, Risaralda, Quindío y Tolima.

Pero se debe ir más allá de la órbita de la Región RAP para entender cómo dos departamentos  - Tolima  y Quindío -  extienden lazos intercomunicativos para conocerse mejor desde la historia, la gestión de los patrimonios natural y arqueológico, el imaginario de mitos y leyendas, la culinaria regional, la vulcanolología, el patrimonio étnico y - por supuesto - la construcción de las rutas históricas y culturales que cambiarán la cara de un turismo depredador y masivo, el que está modificando nuestro panorama social y cultural.

Dos tópicos son claves para identificarnos desde la historia. Son el Camino del Quindío y la fabulosa leyenda del Cacique Calarcá. Cuando se refiere a ellos, el ciudadano común trae a mención otros conectores. Son, desde el recuento histórico de los últimos dos siglos, el carguero o sillero y la población de Toche. Dos referentes de lo alto de la cordillera que marcaron la cotidianidad a través de la tortuosa vía que transitaban los viajeros y caminantes. Son dos matices de difícil olvido. El primero lo conservó la historia por los hombres que cargaban a la espalda pesados equipajes, o sentados en silletas a los mismos viajeros. Se dibujaron en imágenes icónicas, que llaman la atención por su impacto emocional, al imaginarse una escena humillante, que se volvió costumbre en el diario transcurrir de la senda que comunicaba a Ibagué con Cartago. Es tan revelador el vehículo gráfico que se transmite, que la Academia de Historia del Quindío, escogió ese dibujo como su logo institucional.

Mientras tanto, el otro detalle lo marcan Toche y Tochecito, dos topónimos que se mencionan para recordar varias facetas. Están inspirados esos nombres en el pequeño pájaro turpial, de canto monótono que se escucha en la tierra fría. Se rememora también, nombrando a Toche, a los tambos o lugares de pasanoche y posada, donde los cansados caminantes hacían parada para reposar sus humanidades. Mientras se extasiaban, ya al inicio de la nueva jornada mañanera con la grandiosidad de los tupidos bosques de palmas de cera y con el horizonte montañoso que oteaban hacia el oriente.

Otro conector histórico es la existencia del presidio en Toche, en la misma época de la constitución del que se levantó en Boquía y que luego se convertiría en el primer emplazamiento poblacional para la creación del sitio Barcinales, luego llamado Salento.

Y algo que todavía caracteriza al corregimiento actual de Toche, como que es irradiador de otros atractivos turísticos, lo configuran otros componentes. Hablar de Toche también nos lleva al tema vulcanológico, por el volcán Machín. Y a la contemplación de otros elementos patrimoniales, como son su arquitectura sencilla, la del bahareque, despreciado componente vernáculo en otros lares adonde están llegando grupos inmensos de turistas descontextualizados. Toche lo conserva, reflejando así la armonía de un poblado de montaña. Se complementa la frescura del entorno con el conjunto de los relictos frondosos de palmas de cera, más tupidos y bien conservados, en relación con los que se anuncian en el transformado y antrópico valle de Cocora en el Quindío. Y algo de interés escatológico, el antiguo cementerio de Toche, la faceta ignorada de la pequeña historia de sus pobladores del último siglo de residencia. Es Toche, en el Tolima, un caserío que sorprende.

La leyenda del Cacique Calarcá es el común denominador de los dos departamentos que alojaron a un pueblo prehispánico, los Pijao, que fueron combativos ante el yugo español que los sometió en los siglos posteriores a la conquista. Es tan extensa su construcción identitaria que, en ambos departamentos hace parte de la historia regional. En el Tolima, se cuenta a partir de la figura del pijao que se enfrentó a los españoles y del cual se relatan varias versiones, no sólo sobre su vida de posible guerrero o de icónico chamán, sino que se tejieron las fabulosas y sorprendentes narrativas sobre su muerte. Mientras tanto, en el Quindío, dos ciudades recuerdan, con sus topónimos, al pueblo aguerrido que no se sometió a la barbarie y al nombre con el que pasó a la historia. Son dos de las tres poblaciones que escogieron nombrarse desde lo indígena. Pijao y Calarcá recuerdan esas hazañas, mientras Quimbaya lo hizo con los indígenas que habitaron la región extensa del Cauca Medio.

Pero es Calarcá, el municipio vecino de la capital Armenia, y donde se encuentra un cerro imponente llamado Peñasblancas, el que motivó la otra arista del valeroso indígena.

En uno de los apartes del texto educativo titulado "DIDÁCTICA DE LA HISTORIA Y LA ANTROPOLOGÍA DEL QUINDÍO", sus autores (Editorial Universitaria de Colombia, Armenia,2005) anotan lo siguiente (página 211):

"La leyenda del Cacique Calarcá está basada en las anécdotas fantásticas de guaquería que se dieron desde la fundación de los municipios quindianos y reforzada por la altivez del promontorio natural llamado Peñasblancas, que se divisa al oriente de la geografía quindiana y es visible desde cualquier punto de la hoya. La leyenda también tiene su asidero en los socavones existentes en el cerro pues se han tejido varías historias que se refieren a las supuestas riquezas guardadas por Calarcá en el interior de las cavernas".

El mohán es otra de las figuras de leyenda que comparten los dos departamentos, junto con otras de carácter agrario y mítico. En el desaparecido municipio de Armero, uno de los más recordados folclorólogos del Tolima, que pereció en la avalancha, se dedicó a indagar sobre estas manifestaciones del patrimonio Inmaterial. Así se refiere el escritor Octavio Marulanda Morales en el artículo titulado "LO QUE SE LLEVÓ LA CATÁSTROFE", página 13 (En: "BOLETÍN DE ANTROPOLOGÍA", Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, enero de 1987):

"De la pluma de Don Misael Devia salieron las mejores publicaciones conocidas sobre el folclor del Tolima. El aspecto que más le apasionaba era el de los mitos. Hablaba por horas y horas, con la misma familiaridad y calor del "mohán", de la "madre monte", de la "madre de agua", de la "candileja", de la muelona" de la "patasola", del, "tunjo de oro", lo mismo que del "judío errante", la "ánima sola", "el mandingas", "el silbador", el "pollo del viento", "el cazador" o la "tarasca". Según sus tesis, los mitos y aún los "aparecidos" eran presencias verdaderas aceptadas por los campesinos. Formaban parte de su vida y nadie podía escapar a su fascinación".

En el Quindío algunos de estos mitos y leyendas, de claro origen tolimense, se validan entre la población. Sin embargo, uno de ellos ha tomado forma propiamente quindiana. Se conoce como el mohán de La Sonadora, en el corregimiento La Virginia de Calarcá.

Es amplio el acervo folclórico y patrimonial e histórico que deberá asumirse desde el plano investigativo, cuando las comisiones de la RAP Eje Cafetero y las Academias de Historia del Quindío y el Tolima emprendan las tareas de pesquisa en conjunto. Las siguientes son algunas de esas indagaciones que deben emprenderse:

El proceso histórico de colonización Antioqueña en el oriente de Caldas y occidente del Tolima y que dio origen a algunas poblaciones que se identifican con nuestras tradiciones culturales. Sobre ello, el investigador James Parsons, en su libro "LA COLONIZACIÓN ANTIOQUEÑA EN EL OCCIDENTE DE COLOMBIA"(Carlos Valencia Editores, Bogotá,1979), anotó en la página 116.

"Al empezar el año 1850 otros grupos de colonos antioqueños se dirigieron al oriente, a través de la cordillera central, hacia las selvas del Tolima. Las primeras migraciones siguieron las principales vías de comunicación, entre las cuales la más trajinada fue el atajo de Aguacatal, llamado La Elvira, que conduce de Manizales a Mariquita. A lo largo de esta ruta aparece una hilera de poblados que incluyen Fresno (1856), Soledad (1860) y Santo Domingo (1866), hoy conocidos estos últimos como Casabianca y Herveo. Otras dos colonias jóvenes, El Líbano (1860) y Murillo estaban situadas en la vieja vía colonial, el camino del Ruiz, entre Manizales y Lérida".

De especial interés serán abordar los temas arqueológico y etnográfico. En el Tolima existen poblaciones actuales del grupo étnico Pijao, herederos de aquel líder indígena Calarcá. Pero también en el Quindío hay grupos asentados. Son los descendientes de aquellos aguerridos indígenas que ocupaban la región del Valle del Magdalena en el momento de la conquista. En el Quindío se tiene noticia de ellos desde hace más de 50 años. Se han constituido en el Cabildo Indígena Pijao y es su actual gobernador el señor David Cupitra, oriundo de Villarrica ((Tolima). Ellos migraron con sus familias en la época de la violencia bipartidista.

En lo arqueológico, el Quindío no está en funcionamiento ningún Museo Arqueológico. El vecino tiene varios en apertura y tal vez el que más se relaciona con nuestra región es el de la Universidad del Tolima, donde sus piezas exhiben materiales en cerámica y piedra que se parecen en sus características a las tipologías de la región montañosa del Quindío en límites con ese departamento.

En el campo turístico, el Tolima cuenta con algunas rutas turísticas consolidadas. Se implementan en Prado, Mariquita, Honda, Melgar, Ambalema, Carmen de Apicalá, Flandes, Mariquita y Prado. Es algo en la órbita del turismo Histórico y Cultural que en el Quindío todavía no se pone en marcha y de lo que hay mucho por aprender.

 

 Roberto Restrepo Ramírez.

Académico de Número / Academia de Historia del Quindío

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