Me encontré en la vida con… Antonio Hadad Kiuhan


Ciudadano destacado, comerciante, cafetero y hombre cívico nacido en Baskinta, República del Líbano el 5 de julio de 1912, y murió en Armenia el 12 de febrero de 1983, sus padres fueron Duba y Nemer. Huérfano desde muy joven viajó a París en 1927 y se enroló en la Escuela Militar de Cadetes permaneciendo dos años.

En 1929 viajó a Colombia con el fin de buscar a sus parientes Kiuhan en Pereira, que eran importadores de paño fino, con los cuales comenzó a trabajar como agente viajero para algunas ciudades del occidente colombiano. En 1936 decidió regresar a su tierra natal y para tal efecto organizó un almacén de telas y paños en Ibagué, en la ruta más cercana para navegar por el río Magdalena en el buque costero, desde Girardot hasta Barranquilla.

Estaba en esos preparativos cuando conoció a la dama libanesa Olga Salame Akike, cuyo padre llegó a Ibagué y luego a Rovira. La ceremonia nupcial se efectúo en Ibagué el 20 de enero de 1937 y ese mismo año fijaron su residencia en la próspera ciudad de Armenia. Tuvo siete hijos: Duba, comerciante educada en Canadá, Estados Unidos, Líbano y Francia; Evelyn, empresaria, de igual manera hizo estudios en el exterior; Gabriel, zootecnista con especialización en la universidad de Lousiana, Estados Unidos, empresario y líder cívico ya fallecido; Camilo, ingeniero agrónomo, especializado de la universidad de Tucson, Arizona, antiguo rector de la universidad del Quindío, gerente del Club de Empleados Oficiales, llamado por el director del Servicio Civil hoy Función Pública Doctor Jaime Lopera, director de Comfenalco y valioso ejecutivo, fallecido; Fernando, zootecnista y ejecutivo, con postgrado en Tucson, igual que Camilo; Roberto, economista de gran valía, directivo de la universidad de La Sabana y uno de los dirigentes más valiosos del Instituto Nacional para el Desarrollo, Inalde, organización privada; y Diego, mi amable contertulio de todos los días, ingeniero agrónomo y empresario agrícola.
 
Almacén Estrella.
Hizo mucha fama en la región con su almacén de telas, negocio situado en la esquina de la 19 con 17 costado donde hoy funciona el Banco Davivienda, antiguo Banco Cafetero, comercio en que se convirtió experto, gracias a la ayuda de sus primos que llegaron al país por el puerto de Buenaventura. El gran almacén funcionó desde 1937 hasta 1952, este último año decidió incursionar en los cultivos de café y en ganadería, empresa a la que se dedicó en lo sucesivo, abandonando el comercio que tantas satisfacciones le trajo a su hogar.

Civismo entusiasta.
A don Antonio le tocó vivir una época de oro del civismo en Armenia y él mismo participó en innumerables juntas cívicas como la organizada para la consecución de un lote para el antiguo batallón Cisneros, que funcionó muchos años en el sector aledaño al estadio San José y el barrio San José hasta 1999, la nefasta fecha del terremoto que permitió que el Fondo para Reconstrucción, Forec, construyera el batallón en el corregimiento de Pueblo Tapao, en Montenegro. Estuvo en el grupo que fundó el Deportes Quindío, de la cual fue gerente varios años y presidente de la junta directiva; En el Club de Leones y en otras más que concitaban su entusiasmo, don de gente, amabilidad y altruismo.
 
En nuestra historia urbana y citadina, guarda un papel fundamental la famosa tertulia que administraba don Humberto Arcila en el Café Destapao, situado en la calle 19 con carrera 17 de Armenia, pleno centro de la ciudad frecuentado por artistas, ciudadanos, periodistas, profesores, políticos, agricultores, profesionales, comerciantes, un puñado de contertulios que hacían negocios con la simple palabra y con aguardiente, que comentaban las noticias del día o la cita obligada, el famoso ¡Nos vemos en el Destapao! De esos tiempos amables recuerdo a don Antonio, con Luis Granada Mejía, Alejandro Álvarez Jaramillo, Alberto Gutiérrez Jaramillo, Francisco Arango Quintero, el poeta Jairo Baena Quintero y muchísimos más. Vigencias más tarde fue trasladado a la calle 23 con 17, donde languideció y fue cerrado definitivamente dando paso al supermercado Ventanilla Verde.
 
Doña Olga, compañera inolvidable
Dama de notable reconocimiento social, dedicó buena parte de su vida a ayudar a los invidentes en su atención y en muchas de sus necesidades más apremiantes. Hizo parte de las Damas Rosadas y colaboró con sus obras magníficas. Por muchos años perteneció a la Sociedad de Mejoras Públicas, entidad que la condecoró con su máxima distinción por los servicios prestados, lo mismo que el alcalde Álvaro Patiño.

Levantó con su esposo una familia ejemplar, dedicación maternal hogareña con su sello de madre y sus inmejorables condiciones de reconocida honorabilidad.
 
Condecoraciones y reconocimientos
El Club de Leones le confirió la condecoración superior, otras organizaciones como Fenalco y el Deportes Quindío reconocieron el interés y el fervor cívico de don Antonio.

Con Diego, el hijo menor, dialogamos sobre la estela de trabajo, honradez y altruismo que proyectó en su vida don Antonio Hadad Kiuhan. Su esposa e hijos no fueron inferiores al legado del gran ciudadano y quienes ya partieron y los que permanecen con nosotros, representan con dignidad la figura amable de un caballero a carta cabal.

Por la amistad con sus hijos Camilo, Gabriel, Roberto y Diego, conocí en persona al noble libanés, asentado en nuestras tierras con su alegría desbordante: como les he confesado, quizás lo que más me llamaba la atención de don Antonio era su enorme sonrisa, su bondad a flor de piel y la sencillez que no le cabía en su gran cuerpo de ser humano inigualable. Era servicial al extremo y aplicaba una caridad en silencio y sin aspavientos. En su mesa cabían todos y en sus enormes brazos el abrigo aún para el desconocido.

Hadad Kiuhan fue un hombre fuera de serie, símbolo con su esposa de un civismo que se ha venido perdiendo lentamente. Al encontrarme en la memoria con su figura bonachona y sonriente quiero recordar con aprecio, ante las nuevas generaciones, la huella significativa y laboriosa de un hombre que se integró con facilidad a nuestro terruño, sin perder nunca, inclusive con su inconfundible acento, el hálito de las costumbres de sus antepasados, un país como el Líbano, que se pierde en la historia de los tiempos. Gracias don Antonio, muy amable.

Gabriel Echeverri González
Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío


Publicar un comentario

0 Comentarios