Por Alfredo Cardona Tobón. Publicado en Historia y Región el 9 de noviembre de 2013
Lucelly
García Tobón nació el 18 de octubre de 1932 en Quinchía, hoy municipio de
Risaralda; fue una mujer notable por la valentía, su entrega a las ideas
liberales, la lucha por el progreso de Calarcá que la acogió como si fuera
oriunda de ese municipio, y por su dedicación a la gente humilde y pobre
del departamento del Quindío.
La
garra de Lucelly le venía por herencia: su abuela paterna, doña Adelina de
García, fue una corajuda auxiliar de los rebeldes liberales en la guerra de los
Mil Días y por el lado materno su abuelo Efraín Tobón se distinguió como un
líder cívico y cultural que dio luces, como educador, a varias generaciones en
el colegio del extinguido poblado del Rosario y en las instituciones de
estudios secundarios en Santuario y Quinchía.
Doña
Adelina era la partera de Quinchia, como mediquilla atendía a los campesinos y
al estallar el conflicto de fines del siglo XIX entre los liberales y los
conservadores colombianos, doña Adelina recogía y curaba a los heridos de la
revolución y los atendía en el zarzo de su casa sin temor a las fuerzas
gobiernistas que de seguro la fusilarían si descubrían su apoyo a las
guerrillas.
Cuando
las tropas del gobierno entraron al pueblo capturaron varios campesinos
inocentes y los fusilaron para atemorizar a la población. Ante el inminente
peligro todos los varones se internaron en el monte y en la aldea
solamente quedaron las mujeres mayores y los niños. Fue una época
de hambre y de terror; doña Adelina organizó partidas de ancianas y niños
pequeños y en comisiones salieron al campo a buscar alimentos con que
sobrevivir: una chucha era manjar exquisito, al igual que las pepas
de obambo y los retoños de guadua y cañabrava... todo servía para calmar
el hambre.
Efraín
Tobón, abuelo de Lucelly, descendía de conocida familia antioqueña con nexos
con los generales José María y Salvador Córdova. Efraín se graduó de
maestro en la desaparecida aldea de El Rosario, en la tierra fría de Riosucio.
En Quinchia fue jefe del liberalismo y en Belén de Umbría, donde estableció un
almacén de telas fue víctima de la enconada violencia conservadora. Para salvar
la vida Efraín se trasladó a Santuario donde continuó con su negocio de
telas.
LA
VIDA DE LUCELLY
En
la república liberal nombraron a Emilio García, papá de Lucelly, como
secretario del Juzgado de Santuario y allí se radicó con su familia. La pequeña
Lucelly era la consentida del abuelo, y la “Ñatica” como la llamaba Efraín,
pasaba más tiempo en la casa de los abuelos que en la de sus padres, que
eran más estrictos y no admitían sus pucheros y sus caprichos. Al lado de
Efraín la niña templó su liberalismo, admiró sus banderas y conoció a los jefes
collarejos que de vez en cuando llegaban a Santuario y se hospedaban en la casa
de Efraín Tobón
El
temperamento aguerrido de Lucelly se mostró desde el colegio, donde las monjas
no veían con buenos ojos las demostraciones liberales de la jovencita. En una
visita de Laureano Gómez a Santuario algunas damas buscaron una niña avispada
para que entregara un ramo de flores al político; entonces acudieron a Lucelly,
quien se negó rotundamente, pues según dijo en su casa, veía en ese personaje
la encarnación de los violentos que hicieron salir a su abuelo de Belén de
Umbría.
Don
Alejandro Uribe y los jefes liberales de Santuario aplaudieron el gesto de
Lucelly y la convirtieron en un símbolo de firmeza y coraje liberal... ese
fue el preludio de la carrera política de Lucelly que la llevó al Congreso
y a la dirección alterna del partido liberal colombiano.
En
la campaña electoral de 1946 Lucelly desfiló en una carroza con un gorro frigio
y desplegando una bandera roja; las monjas se escandalizaron y la expulsaron de
colegio; los padres liberales se solidarizaron con Lucelly y retiraron sus
hijas de la institución educativa; la Madre Superiora viendo que se estaba
quedando sin alumnas envió una comisión a la casa de Lucelly para decirle que
regresara a clase, pero la Negra, como le decían sus amigos más cercanos, dio
por terminada su formación en las aulas y no quiso volver al colegio .
LOS
MATONES ARRASAN LOS CAMPOS
En
el gobierno de Mariano Ospina Pérez arreció la violencia política, en 1948 el
dolor anegó los hogares santuareños, muchas familias campesinas se hacinaron en
la plaza principal huyendo de los "pájaros" que asesinaban y robaban
las cosechas, Sin recursos ni apoyo de nadie aguantaban hambre y en las noches
los niños tiritaban de frio; entonces Lucelly, de apenas 16 años,
consiguió una casa con el apoyo de Luis Carlos Gartner H. y con varias amigas
reunió víveres, colchones y cobijas para mitigar la situación angustiosa
de sus copartidarios.
En
1949 los violentos de Apía decidieron acabar con los liberales de Santuario de
una vez por todas; la zozobra fue en aumento al igual que los asesinatos;
Emilio García, el abuelo Efraín y toda la familia de Lucelly debieron abandonar
a Santuario y se trasladaron a Pereira en busca de paz, luego a Santa Rosa de
Cabal y por último se asentaron en Calarcá.
AL
LADO DEL PUEBLO
Lucelly
era una morena clara, bonita, bien parada, con ojos oscuros y rasgados, de
nariz medio ñata, simpática, extrovertida, sociable y sensible al dolor de la
gente. Cuando llegó a Calarcá se movió como pez en el agua. Hizo amigos con
rapidez, colaboró en campañas cívicas, ingresó a la Sociedad de Mejoras
Públicas y a los 18 años de edad contrajo matrimonio con Rubiel, hijo de Don
Martiniano Montoya uno de los notables empresarios cafeteros del Quindío.
La
violencia no perdonó a Calarcá, en un fin de semana de 1949 la chusma
asesinó 14 obreros en la vía a Génova y Lucelly reunió dinero para socorrer a
las viudas y a los huérfanos de esa masacre y continuó apoyando las
innumerables familias sumidas en la desgracia por culpa de los bandidos.
En
toda obra de interés social estaba " La Negra", por eso conquistó el
corazón del pueblo calarqueño que la llevó sin distingos políticos al Concejo
de Calarcá, a la Asamblea del Quindío y se regocijó cuando la nombraron
gobernadora en el año de 1974: Lucelly llegó a la Cámara de
Representantes como suplente de Ancízar López y posteriormente la eligieron
cabeza de lista para tal corporación por el Movimiento Independiente Liberal
(MIL).
A
la líder calarqueña le sonrió la fortuna en todo, menos en su hogar: sus
dolorosas tragedias familiares habrían quebrantado cualquier voluntad por más
templada que fuera, pero no la de Lucelly que siguió luchando por Calarcá y por
el Quindío. Fue una mujer con la osadía para alertar sobre la intromisión del
narcotráfico en la política, en los tiempos en que Carlos Ledher manejaba
los hilos de la región y Pablo Escobar figuraba en las listas liberales de
Antioquia.
Mientras
Lucelly alcanzaba prestigio nacional y la dignidad de Directora Alterna del
Partido Liberal Colombiano, sus enemigos parroquiales le hacían trabajo de zapa hasta
lograr la revocatoria de su credencial parlamentaria por la
incompatibilidad al desempeñarse como presidente de la Junta Directiva de la
Casa de la Cultura de Calarcá.
Al
retirarse del Parlamento, el presidente César Gaviria la nombró embajadora
en Honduras. El 10 de febrero de 1994 Lucelly salió de Calarcá con
rumbo a Bogotá para viajar a Tegucigalpa. Eran las las once y media de la noche
cuando un auto con tres individuos, que la estaba siguiendo, se adelantó y se
cruzó en el camino. El asesino se acercó. disparó a Lucelly en la cabeza
y se retiró en el auto con sus tres compinches mientras cubrían la fuga con una
andanada de disparos.
El
chofer y su hermana Ruby que la acompañaba resultaron ilesos; con Lucelly
gravemente herida viajaron a Ibagué donde la exparlamentaria falleció tras
una intervención quirúrgica. El presidente Gaviria envió sentidas
condolencias, pero el crimen quedó impune como los miles que se cometen en
nuestra asolada Colombia.
Ha
corrido mucho un tiempo, otros tomaron las banderas de Lucelly, pero hace falta
la Negra para rescatar la bandera roja inmersa en un lodazal de corrupción y
descrédito.
Lucelly fue una autodidacta que superó la falta de estudios académicos; escribió el libro “La Tutela: apertura democrática” y estuvo atenta al desenvolvimiento cultural de Calarcá donde dio vida a la Casa de la Cultura que hoy lleva su nombre. Alentó los talentos quindianos y fue mecenas de artistas y estudiantes pobres. Lucelly abrió las puertas de la politica a la mujer quindiana; fue la primera mujer en ocupar la dirección compartida del liberalismo colombiano y una combatiente que no le tuvo miedo ni a los capos ni a los caciques que manejaban el electorado.
Lucelly fue una autodidacta que superó la falta de estudios académicos; escribió el libro “La Tutela: apertura democrática” y estuvo atenta al desenvolvimiento cultural de Calarcá donde dio vida a la Casa de la Cultura que hoy lleva su nombre. Alentó los talentos quindianos y fue mecenas de artistas y estudiantes pobres. Lucelly abrió las puertas de la politica a la mujer quindiana; fue la primera mujer en ocupar la dirección compartida del liberalismo colombiano y una combatiente que no le tuvo miedo ni a los capos ni a los caciques que manejaban el electorado.
Paz
en la tumba de la capitana. Que su memoria perdure en la mente de los
quindianos.
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