En el Congreso sobre la Colonización Antioqueña realizado del
5 y 7 de junio de 2015 en Medellín con la participación de las Academias de Historia de Antioquia,
Risaralda, Caldas, Quindío, Valle del Cauca y Tolima, el Presidente de
la Academia Colombiana de Historia, Historiador Juan Camilo Rodríguez,
denunció el grave peligro en el que se
encuentra la conservación del Campo de Boyacá por la construcción
de la doble calzada Tunja-Bogotá, lugar donde el
7 de agosto de 1819 se libró la Batalla de Boyacá que selló la independencia
nacional.
En
consecuencia, la Academia de Historia del Quindío reproduce dos artículos: primero,
“Los absurdos del gobierno” de Gonzalo
Alberto Valencia Barrera miembro de la Academia de Historia del Quindío, segundo,
“A luchar por la Batalla de Boyacá” de Felipe Hoyos Körbel integrante de la Academia Caldense de Historia.
- Los absurdos del gobierno
Por Gonzalo Alberto Valencia Barrera (Academia de Historia del Quindío) - Publicado en el diario La Crónica del Quindío de Armenia (15 de junio de 2015)
En el evento sobre Colonización Antioqueña realizado por la Academia Antioqueña de Historia, del 5 al 8 de junio pasado en Medellín, el Presidente de la Academia Colombiana de Historia hizo el anuncio de dos hechos que lo dejan a uno sorprendido, puesto que no se esperaría que sea el propio Gobierno Nacional el que esté detrás de ellos.
El primero se relaciona con el Conjunto del Parque Histórico asociado a la Batalla de Boyacá, ubicado entre Ventaquemada y Tunja en Boyacá, cuya integralidad se encuentra amenazada por el proyecto de intervención vial de la doble calzada Tunja - Bogotá. Se tenía entendido que se haría una variante, pero el reciente afán de la Vicepresidencia de la República hizo cambiar el trazado para que cruce el actual Campo de Boyacá.
Para ello hizo desistir al Ministerio de Cultura de un anterior concepto que señalaba la inconveniencia de dicho trazado y abrió la puerta para que se haga algo que no tiene lógica desde el punto de vista de su importancia histórica para el pueblo Colombiano. Ello obligó a la Academia Colombiana de Historia a presentar una acción popular ante el Tribunal Administrativo de Boyacá, el cual decretó medidas cautelares hasta nueva orden.
El peligro no ha desaparecido, por lo que es nuestra misión llamar la atención al respecto y pronunciarnos con firmeza al respecto. ¿Qué tal ésto en México o en Estados Unidos? Allí el valor de sus símbolos patrios es supremo y por ningún motivo se permitiría su afectación.
El segundo anuncio está vinculado al decreto gubernamental que ordenó el traslado del archivo criminalístico del antiguo DAS al Archivo General de la Nación, en donde reposa toda la historia documental de nuestro país. Algo similar al desastre del Palacio de la Justicia podría ocurrir, ya que habría más de un interesado en acabar con evidencias y de paso llevar a ruinas nuestra memoria. Es el colmo de la imprevisión, algo que es inconcebible, supone uno, en las mentes de nuestros gobernantes. Hagamos cruzada común para acabar con tales desatinos.
- A luchar por la Batalla de Boyacá
Es difícil salir del asombro cuando se leen las noticias acerca
de la amenaza que sufre el sitio histórico de la Batalla de Boyacá debido una
autopista que pretende trazar, el propio Gobierno, pasando por un costado de
ese altar de la Patria.
Colombia es un país en desarrollo que sufre todas las
consecuencias de ese estado raquítico. La dependencia de potencias mayores, la
fragilidad de su democracia y su atraso en lo cultural son características de
nuestro país, a pesar de que no lo quisiéramos ver así. Un proceso de paz
exitoso sería un avance notorio y estaríamos demostrando que sí poseemos un
gran potencial humano capaz de terminar positivamente un conflicto que ha
agobiado al país y la imagen que se tiene de él por demasiadas décadas.
Si nos remontamos a los orígenes de ese lema, a los inicios de
nuestra democracia, nos debemos emplazar en esos 100 mil metros cuadrados, un
poco antes de llegar a Tunja, donde se consolidó con las armas lo que se venía
debatiendo desde el 20 de julio de 1810. El 7 de agosto de 1819 las tropas
libertadoras provenientes de Venezuela, después de una penosa y complicada
marcha, derrotaron a las tropas del rey español, ganando para la democracia
gran parte de la actual Colombia. Sin esa victoria el Libertador Bolívar no se
hubiera convertido en la figura histórica en la cual se transformó. Con este
triunfo fue posible avanzar hasta el Perú y ganar la Batalla de Ayacucho
pasando antes por las proezas de Pichincha y Carabobo, libertando al Ecuador y
a Venezuela.
Si el gobierno Santos está tan empeñado en la paz, porque obtuvo
una victoria en las urnas por el proceso de paz por él liderado, ¿por qué
permite que un proyecto de estos que atenta contra este máximo monumento de
nuestra democracia, siquiera sea admitido?
Con la victoria de Boyacá se derrotó militarmente al rey, pero
igualmente se ratificó nuestra primera Constitución, la de Angostura, la
primera que tenía como objeto a los habitantes de toda la Gran Colombia. Poner
en peligro este monumento es un atentado contra los países vecinos y hermanos.
Nos sentiríamos como herederos del general Bolívar, muy dolidos si, por
ejemplo, el gobierno de Bolivia alterara negativamente el monumento de
Ayacucho. Algo indescriptible estaríamos perdiendo. Un acto de esos no tendría presentación
internacional.
¿Qué pensará la opinión pública mundial si el presidente Santos
firma la paz con las Farc y a la vez los noticieros dan la noticia que la cuna,
donde nació gran parte de la democracia de Latinoamérica, ya no existe? ¿Qué
estaríamos mostrándole al mundo? ¿No pensará el mundo que somos un país con un
gobierno de descastados sin honra ni dignidad, que la paz firmada solo puede
ser una grotesca farsa puesta en escena por gentes peligrosas? ¿Y qué pensarán
del pueblo colombiano que permite tamaño desafuero? Nos tratarán mal, porque
¿quién tendrá interés en un pueblo tan indigno y permisivo? No se trata que la
autopista no se haga, se trata que su curso sea rectificado, cambiar su eje por
pocos metros, sin crear riesgo alguno para el campo de batalla histórico.
Cuando se habla de un pueblo indigno y permisivo ¿será que este
pueblo colombiano, ahora en las elecciones de octubre, castigará a los
candidatos de los partidos políticos como Cambio Radical, del vicepresidente
Vargas Lleras, el gran abanderado de esa inminente destrucción? ¿Habrá un
rechazo, o el sentir democrático no estará a prueba, por razones desconocidas y
seguramente inaceptables, en estas elecciones de índole regional?
Al ciudadano del común, tal ponderado en los discursos políticos
tildado como pueblo soberano, le corresponde luchar de nuevo ya no por la
democracia, esa la logró El Libertador, sino por el monumento que simboliza ese
sistema de gobierno que, supuestamente, nos rige y caracteriza. De nuevo,
pacíficamente el colombiano patriota debe expresar, por todos los medios, su
inconformidad por semejante atropello y sin sentido.
Una última pregunta: ¿no sería importante, ahora sí, imponer
otra vez la asignatura de historia en los colegios de Colombia? Para que desde
el conocimiento se puedan superar estas flaquezas, porque colombiano que es
consciente de lo que pasó ese 7 de agosto de 1819 en el Puente de Boyacá no
permitirá que se invierta el orden de las ideas.
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