La noche en que se detuvo la guerra

Dibujo del «The Illustrated London News», publicado el 9 de enero de 1915, de una tregua en las fronteras Trenches"

Aunque suele hablarse de la Tregua de Navidad como una celebración entre tropas alemanas y británicas, durante la Gran Guerra, ellos no fueron la excepción pues se produjeron actos parecidos en todos los frentes.

La Primera Guerra Mundial se libró por tierra, mar y aire entre 1914 y 1918, en todos los continentes, con todos los recursos disponibles y en todos los frentes. En la llamada Gran Guerra, intervinieron grandes ejércitos a los cuales se unieron los efectos de las nuevas armas alcanzando unos niveles de mortandad verdaderamente apocalípticos. La intensidad de los combates y el grado de barbarie aplicado en ellos produjo no menos de 10 millones de muertos y 21 millones de heridos, entre militares y civiles.

Desde sus inicios los estados comprometidos desarrollaron una estrategia propagandística con el propósito de reforzar el nacionalismo, distraer a la opinión pública, evitar la desmoralización en las tropas y mantener los niveles de reclutamiento necesarios para continuar en la guerra.

Sin embargo, el 24 de diciembre de 1914 ocurrió algo inesperado. Soldados alemanes e ingleses que se habían estado matando durante meses en el frente belga de Ypres, uno de tantos en Europa, salieron de sus oscuras trincheras para buscar un resquicio de humanidad entre los horrores de la guerra.

Fue una tregua espontánea que devolvió durante unas horas el espíritu humano a los combatientes. Esa noche cesaron los disparos, se recuperaron los heridos, hubo ceremonias fúnebres para los caídos. Soldados de ambos bandos entonaron un salmo, cantaron villancicos e intercambiaron tabaco, licor y chocolates.

Al día siguiente el ambiente festivo continuó y ocurrió un hecho que fue relatado en una carta por un teniente alemán de apellido Niemann: “(...) De repente un soldado escocés apareció cargando un balón de fútbol; y en unos cuantos minutos, ya estábamos jugando. Ellos hicieron su portería con unos sombreros extraños, mientras que nosotros hicimos lo mismo. No era sencillo jugar en un lugar congelado, pero eso o nos detuvo. Mantuvimos con rigor las reglas del juego, a pesar de que el partido solo duró una hora y no teníamos árbitro, acabó con un marcador de tres goles a favor nuestro y dos en contra”.

Aunque suele hablarse de la Tregua de Navidad como una celebración entre tropas alemanas y británicas lo cierto es que se produjeron actos parecidos en todos los frentes, salvo contadas excepciones. En algunos casos apenas duró unas pocas horas, mientras que hubo zonas donde el alto el fuego se extendió hasta la llegada del Año Nuevo.

Pero más allá de los hechos, se preservaron maravillosos testimonios enviados por los protagonistas a sus familias. Un ejemplo es el relato de Richard Meinertzhard, oficial inglés destinado en el África Oriental, quien escribiría en una carta: “¡Parecía tan raro que hoy tuviera que comer con gente a la que ayer intentaba matar! Me parecía de lo más equivocado y me hizo preguntarme si de verdad había guerra o si todos habíamos cometido un error descomunal”.

Y así dos bandos enemigos cantaron y jugaron en el frente como niños, al lado de aquellas trincheras donde la noche descendía como humareda aplastada. Fue allí, en medio de la guerra, donde los soldados depusieron sus armas y afloró la humanidad.

Nota: Artículo publicado en La Silla Vacía el 26 de diciembre de 2019.


César Augusto Castaño Rubiano, Capitán (r).

Academia de Historia del Quindío - Académico Correspondiente.



Publicar un comentario

0 Comentarios