La historia del paso entre Ibagué y Armenia por los Andes del Quindío o Montaña del Quindío, luego llamada Cordillera Central, es larga y sinuosa. En el siglo XIX, para no ahondar por otras calendas, el Camino del Quindío fue la principal vía de comunicación entre los valles del Magdalena y Cauca uniendo a Ibagué con la Villa de Nueva Salento y Cartago, camino de herradura que fue sustituido al despuntar el siglo XX por otro que, partiendo de Ibagué iba hacia Cajamarca, pasaba por posada de La Lora y atravesaba la depresión de La Línea rumbo a Calarcá y Armenia, paso que después fue reemplazado por la construcción de la carretera por el Alto de La Línea, esto sin olvidar el fallido proyecto de una vía férrea saliendo de Armenia a Salento para atravesar la cordillera hacia el Tolima por un túnel.
Son muchas las crónicas escritas sobre el tránsito por la Montaña del Quindío. Primero pasaron expedicionarios, arrieros, comerciantes, familias, viajeros, colonos, investigadores, botánicos, soldados, gobernantes, políticos y sacerdotes, todos ellos bajando y subiendo, unos a pie y otros en mulas y bueyes y sobre cargueros humanos. Años después, otros lo hicieron en camiones, tractocaminones, buses, chivas, camperos, automóviles, motocicletas y hasta en bicicletas yendo y viniendo de vuelta en vuelta coronando premios de montaña, todo ello en medio de interminables trancones, derrumbes y deslizamientos, varadas, accidentes, bloqueos, paros, desesperos, atascos, pérdidas económicas y largos tiempos de viaje para tan sólo 90 km de distancia, donde la única certeza era saber cuándo se empezaba la travesía, pero no cuánto demoraría en hacerse.
Pero las necesidades pospuestas por décadas condujeron a la ejecución de un megaproyecto que mejorara el paso por la montaña de marras, proyecto que no fue inmune a esa usanza que tienen los gobiernos de cambiarle el nombre a lo que hacen para diferenciarlo de lo que hicieron los anteriores. Así que lo que siempre fue la carretera de La Línea ahora es el Cruce de la Cordillera Central, como también los puentes se convirtieron en viaductos y las intersecciones de carreteras en intercambiadores viales. Menos mal que a los túneles aún se les llama túneles.
Como las obras entre Cajamarca y Calarcá están terminadas, los beneficios para la región y el país se empiezan a notar. Y en este escenario nacional es oportuno señalar que el corredor Bogotá – Buenaventura atraviesa al Quindío de oriente a occidente, que la Autopista del Café se une a este corredor en el Quindío y que la doble calzada en construcción entre Medellín y Cartago también empatará con el susodicho corredor en el Quindío a través de la doble calzada Calarcá – Armenia – Quimbaya – Cartago en ejecución. De ahí que algo bueno le está pasando a este departamento, motivo más que suficiente para que asumir una nueva forma de pensar y de actuar.
Es evidente que estas
inversiones en infraestructura, que mejoran la comunicación con las grandes
ciudades y el principal puerto de exportación, cambiaron la configuración
territorial del departamento ubicándolo en el núcleo de una gran dinámica urbana
y económica creando una ventaja que se debe aprovechar para hacer realidad su anhelada
internacionalización, y de paso concretar iniciativas como el puerto seco o plataforma
de servicios logísticos de carga.
Una agenda de futuro.
Sin embargo, el Quindío demanda nuevas visiones más audaces y disruptivas, por lo que será necesario escribir a varias manos una agenda de futuro en la que participen equipos interdisciplinarios de ambiciosos jóvenes y experimentados séniores con el propósito de aprovechar las oportunidades y las potencialidades que se nos presentan. Una agenda de futuro que nos rete a pensar en un Quindío dotado de una vigorosa industria de transformación de cafés de especialidad producidos aquí y en otros departamentos, en una agricultura de precisión que mejore la productividad y la rentabilidad agrícola, en una industria agroalimentaria con vocación exportadora, en un turismo de experiencias basado en la diferenciación y la calidad, en un sector manufacturero basado en la industria 4.0, en unas TIC que impulsen un gran proceso de transformación digital y que apuntale al sector servicios y al comercio.
Una agenda de futuro que aborde nuevos enfoques de ordenamiento territorial para regular los suelos urbanos, los corredores suburbanos y las zonas de producción agropecuaria y de protección ambiental. Una agenda de futuro que incluya un área metropolitana con capacidad de promover ciudades sostenibles y orientar dinámicas intermunicipales. Una agenda de futuro que proponga una educación de calidad que se conecte con la ciencia, la tecnología y la innovación, pero también con la cultura y el humanismo. Una agenda de futuro que incluya modelos de economía circular y enfrente el cambio climático. Una agenda de futuro que tenga como propósito una sociedad con mayor igualdad y menor pobreza, un territorio con alta calidad de vida y bienestar.
En conclusión, una agenda de futuro que sea la línea de partida.
29 de noviembre
de 2021
Armando
Rodríguez Jaramillo
Academia de Historia del Quindío - Académico de Número 5
arjquindio@gmail.com /
@ArmandoQuindio
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