Nos dice el historiador Álvaro Hernando Camargo que hace doscientos veinte años el camino del Quindío fue escenario de un memorable acontecimiento histórico. El 4 de octubre de 1801 los científicos alemanes Alexander Von Humboldt y Bonpland hicieron tránsito por el paso del Quindío rumbo a Popayán. Doscientos veinte años después es noticia la entrega del total de obras del cruce de la Cordillera del Quindío. El colectivo absorto y fascinado por los adelantos tecnológicos en la terminación exitosa de la mega obra, tal vez, no conocen la travesía histórica del mítico paso del Quindío. Con motivo de la apertura total de las obras es oportuno referir algunas relaciones del histórico paso.
En 1801 Humboldt decía que más adverso eran los preparativos que el viaje. Los viajeros de la época tornaban los aspectos sencillos en algo asombroso y monstruoso, describían el paso del Quindío como excesivamente largo y peligroso, entelequias que resaltaban en interminables consejos como ser cargados por silleros y cargueros, montar en las mulas, llevar carpa para acampar, cargar hojas de bijao para el rancho, porque la carpa mojada pesaba demasiado, etc.
La travesía constituía una ceremonia, arrieros empacaban y re-empacaban las petacas (maletas de viaje) para verificar que las 2 que se cargaban sobre el lomo de las acémilas poseyeran igual peso.
Humboldt consideraba todos estos
aspectos como una situación ceremoniosa e inoficiosa, y refería que se aprendía
más fácilmente a bailar, hablar groseramente, que pasar el Quindío.
Circunstancias baladíes para Humboldt acostumbrado a caminar en un día de 6-9
leguas a pie, vadeando ríos y permanecer meses en las selvas, por lo que pensó
que el viaje no tenía nada de sorprendente como se lo indicaban.
Los puntos del paso de la Cordillera Central
En su paso por las laderas oriental y occidental de la cordillera de los Andes del Quindío, registra Humboldt las rancherías, tambos y/o puntos, tales como: La Palmilla, Buenavista, Moral, quebradas Azufral y Aguas Calientes, Toche, gallegos, Boquía y Portachuelo.
Detalla el camino como una galería
cónica y profunda, donde el equipaje rozaba con las paredes en las angostas y
serpenteantes vueltas, con sus laderas cubiertas de musgo que servían para
aferrarse cuando había peligro de caer. Tambaleando y serpenteando por oscuros
camellones, apoyándose en los barrancos, colocando los pies en los copas
formadas por el paso de los bueyes y mulas, que describe de un pie de ancho y
siempre 12-14 pies de profundidad, llenos de lodo negro y cuando el pie no daba
con el dique que permanecía inundados por las constantes lluvia, se confundía
un hueco con el otro y si fallaba al colocar el pie, se llenaba el calzado con
agua, y algo más grave, el peligro de quebrarse el pie al caer a estas fosas.
Reseña el intenso tránsito por el camino del Quindío
A pesar a las afirmaciones de viajeros relacionadas con el exiguo tránsito del camino, Humboldt describe que a cada momento se encontró con mulas, bueyes, silleros, comerciantes de Popayán, Buga, e incluso de Pasto, que viajaban a Honda, Mompós y Santa Fe, a comprar ropa (así llamaban a toda clase de telas para la confección de vestidos). Para este transporte, muchas veces se necesitaban hasta sesenta cargueros, también cuenta el trasporte del tabaco y sal a la provincia de Popayán.
Hoy con bombos y platillos y más placas conmemorativas se celebra la terminación de un proyecto que se ha perpetuado en la historia del territorio por más de trescientos cincuenta años y que habrá que cuestionar su beneficio concreto para el Quindío.
¿El Quindío Seguirá siendo un punto
más del hoy evolucionado camino? ¿Cuáles son sus beneficios? ¿Seguiremos siendo
un tambo más en el camino?
Álvaro Hernando Camargo Bonilla
Academia de Historia del Quindío –
Académico de Número 7
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