Por Gabriel Echeverri González – Académico de Número
La temprana partida del ilustre intelectual Carlos Alberto Castrillón enluta a la cultura, a la Universidad, a la AHQ, a su legión de amigos y alumnos, a su familia. Dotado de talento y curiosidad, desde niño brilló por sus habilidades en el mundo de las letras y de la tecnología, pero se inclinó por las tareas del espíritu y ya en 1985 había ocupado el primer puesto de poesía en el Festival Mundial de la Juventud y editado por lo menos tres libros en este campo literario. Estudió Lingüística y Literatura, una maestría en Literatura, una especialización en la enseñanza de la literatura y una tecnología en Sistemas de Información.
Ensayista depurado y analítico, aprendió esperanto y conoció a fondo el juego de ajedrez, pero su afición temprana a la lectura, lo llevó por los caminos de los libros y lo convirtió en un ser iluminado, pletórico de saberes; su formación en la Universidad del Quindío, que sería su segunda casa, con escritores como Jorge Ramos —ya fallecido— y Eduardo Palacios —residente en España— y otros valiosos conocedores, le orientó su vocación y lo convirtió en uno de los mejores ensayistas y críticos del occidente colombiano; así lo podrá constatar el lector de sus trabajos sobre Baudilio Montoya, Bernardo Pareja, Humberto Jaramillo Ángel, Carmelina Soto, Noel Estrada Roldán, en fin, sus textos inmejorables sobre literatura quindiana que conocía al dedillo, y sus no menos valiosas incursiones en otros autores y sistemas literarios; compartimos su reciente comentario de que Germán Uribe era el mejor novelista del Quindío.
Carlos fue un estudiante superior y siempre estuvo en función de sus tareas intelectuales: responsable en exceso, el amanecer lo encontraba casi siempre atendiendo las tareas estupendas de profesor universitario, sus numerosos ensayos y los materiales de sus alumnos que miraba con la mano segura y tierna de un gran maestro.
Fui su admirador desde la primera hora en que lo conocí, asintió mi solicitud de ingreso a la Academia de Historia del Quindío y fue un excelente corrector y editor de sus obras, el fino estilista y amplio conocedor del idioma; como el revisor y prologuista de mi último libro, con su conocimiento y su acumulada formación humanística.
La Universidad del Quindío y la Tecnológica de Pereira, pierden un profesor de condiciones superiores, el Quindío a un valioso intelectual y su familia a un hijo, hermano y padre amantísimo. La cultura, sus amigos compañeros de oficio, sus alumnos y colegas de la Universidad, sienten con dolor la partida de un colega insuperable; algo similar la Biblioteca de Autores Quindianos que recibió desde su nacimiento la conducción brillante del noble hijo de La Tebaida. En lo sucesivo debería llevar su nombre como homenaje a su valioso artífice; Diana y sus hijos la partida de un esposo y padre fraterno.
Al registrar el deceso del ilustre
escritor, me inclino ante su nombre con la esperanza que su obra y su legado
tenga guardia en la heredad. Paz en su tumba.
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