Toponimia descriptiva y curiosa del Quindío


Conocemos como toponimia, a las acepciones lingüísticas populares que nombran los espacios de nuestro entorno.

Esta palabra proviene del griego “tópos” que significa lugar.  Por lo tanto, toponimia “es la forma convencional con que un grupo humano designa parajes, caseríos, montes, ríos, valles, caminos, calles, y por extensión, aquellas construcciones y objetos materiales característicos de una región” (Libro “Memorias Cátedra UNESCO”. U. Nacional. 2001).

En el Quindío son muy comunes los topónimos descriptivos, la mayoría de ellos procedentes de la primera etapa de la colonización de mediados del siglo XIX. Uno muy difundido, para dar una idea sobre la importancia de la tradición oral, es el de Pueblo Tapao, el corregimiento del municipio de Montenegro y cuyo nombre puede corresponder a un evento de guaquería, que generó la expresión “tapao en oro”. Todavía los antiguos guaqueros se refieren a las piezas orfebres extraídas de las tumbas arqueológicas de ese paraje, en la época de colonización.  En esa analogía lingüística, también es fácil colegir que el topónimo asignado a dicho caserío puede tener correspondencia con otra versión transmitida por adultos mayores y donde se relaciona el tupido follaje que tenía la selva de la época: “tapao” y “negro” por la espesa vegetación de estos lugares. “El Montenegro de que hablaban los guaqueros era un pequeño terreno, donde hoy se halla el cementerio de la población, poblado de corpulentos caracolíes, cedros y nogales, los cuales daban un tinte” (Escrito del sacerdote Felipe López Montes en su Monografía del año 1926).

Algunos topónimos de ríos corresponden a nombres históricos: Quindío, Otún, Consota, La Vieja. Este último nos recuerda la descripción que, de esta corriente fluvial, hizo el cronista Juan de Castellanos en el siglo XVI, cuando el capitán Muñoz descubrió una mujer de avanzada edad en las orillas del río.  Este es tal vez el más famoso topónimo descriptivo relacionado con una persona en la historia del Quindío. Su denominación correcta es Río de La Vieja.

Existen, en el Quindío, nombres de gran creatividad que demuestran una vez más el ingenio de los quindianos. Uno de los escritores más prolíferos que ha dado el departamento, periodista de ocupación, y quien escribía interesantes anecdotarios con la chispa que lo caracterizaba, fue Alfonso Valencia Zapata. Aún después de sus 50 años de edad, seguía indagando sobre el modo de ser de sus coterráneos. Produjo jocosos escritos, uno de los cuales muestra con mucho humor algunos topónimos curiosos:

  • “…En algunos caminos del Quindío funcionaban fondas con letreros como los siguientes: “Fonda las 15 letras”.  “Fonda La Última copa”.
  • “…En Armenia funcionó una sastrería en un local con paredes de vidrio cuyo aviso decía: “Sastrería El Santo Sepulcro de Eduardo Cano”.

 El humor de la toponimia curiosa no tiene límite. Si en algo se caracteriza el aporte literario, lingüístico y demosófico de los antepasados es en este tipo de topónimos, siempre a flor de labios de los viejos y que nos alegran con sus anécdotas.  Las mismas que hacen falta en este momento de invasión informática descontextualizada y que no reconoce la identidad cultural.  Son muy corrientes los topónimos que se refieren a términos que ocultan la historia singular de una comunidad.  La más conocida en el Quindío es la del “cuyabro”, para referirse a los habitantes de Armenia, ya que en el proceso de la fundación de la ciudad se utilizaban cuyas en forma de recipientes, obtenidos del fruto del totumo.

Otras acepciones curiosas de diferentes sitios del Quindío, compiladas por estudiantes universitarios en ejercicios académicos y en el libro “Adultos mayores y quindianidad”, de Roberto Restrepo Ramírez, Luz Marina Posada Londoño y Sebastián Londoño Roldán, 2010, son:

  • La Cueva del humo, Alto de la Taza, Barrio La Secreta, Barrio La Pista, La Tienda del Colesterol, Vereda Cueva Loca, La Boca del túnel, Falda de las Arrugas, Calle Larga, Tienda El matadero, La Quinta Porra, Cacharrería La mía, Zapatería El Bandejiado.
  • Grill El descorche, Tienda Aquí te tengo, Compraventa Mi tío lo saca del lío, Tienda El relámpago.
  • Hamburguesas La uña.
  • Cerro de las dos Tetas, Tienda Rascafija, Alto del Perro.
  • Restaurante El fin del afán.
  • Cantina La última lágrima, Cafetería El rincón de Jaramillo, Panadería y Cafetería Los Antojos, Panelas El Calidoso, Zapatería El Morocho, Zapatería El Duende, Cristalería La Reina de Armenia.
  • Bar Los Tímpanos, Tienda La Estofada, Bar La Puñalada, Quebrada El Verso, Estanquillo La Ruina, Cafetería Caos.
  • Finca La Minifalda, Finca La Estampilla, Restaurante Comarrico, Vereda Chuzobravo.

Este último topónimo, correspondiente a un paraje rural de Montenegro, llama la atención por su historia conocida.  Se refiere a “las penalidades para llegar a ciertos sitios que, como Chuzobravo, indican cierta picaresca, unida a la inventiva y el ingenio cotidiano.  Se dice que esta vereda de Montenegro era un destino de difícil llegada y de ahí su nombre particular”.  (Información registrada por Carlos Aurelio González en sus escritos sobre Montenegro.  2003).

Pero existe obra versión. “Chuzobravo es una tienda en Montenegro y su nombre se originó hace años cuando un señor fue a comprar a la tienda unos cigarrillos y le parecieron muy caros.  Se iban a poner a pelear, cuando el tendero le dijo: “¡Qué chuzo tan bravo!” (Información recogida por la estudiante Claudia Patricia Cacho Castro.  2005).

También, en el municipio de Montenegro, Tienda El Viudo, Miscelánea La Pesa Legal, Tienda El Centavo menos y Calle El Candado, entre otros.

Dentro de esta clasificación lingüística, se recuerdan las frases o escritos que se colocan en lugares públicos.  Del gracioso folleto titulado “Los típicos letreros de las tiendas, fondas y sanitarios”, de Valencia Zapata, extraemos los siguientes:
 
  • “En la Vereda El Niágara en el Quindío, funcionó durante la violencia una fonda que se denominaba “El último Planazo”.
  • “En una tienda de Génova-Quindío se leía: El que fía no está aquí”
  •  “A la entrada de una escuela en Pijao Quindío, el maestro escribió: “Al que madruga, Dios le ayuda”. Los alumnos le escribieron a continuación: “Pero le da mucho sueño”.

En la localidad de Pijao, hace varios lustros en una “asistencia” (restaurante) para las gentes del campo, en la pared del comedor fue colocada esta prevención: “Prohibido sonarse en los manteles”. Allí mismo, muy por la mañana, la dueña entraba a los dormitorios de los viajeros y gritaba: “Levántese que necesitamos las sábanas para la mesa del comedor.”

En nuestro cotidiano y en nuestras calles es común avistar avisos de pésima ortografía y redacción.  Dos ejemplos: “Se alquilan disfracez”. “Gratis brinca brinca para niños último nivel”.

Roberto Restrepo Ramírez.
Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío.

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1 Comentarios

  1. Cordial Saludo

    ¿Sabe usted dónde podría encontrar estos libros que cita usted en la publicación?

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