Por JOSE MIGUEL
ALZATE, publicado en Eje 21
Este
domingo 19 de agosto se cumplen 29 años de la muerte del maestro Adel López
Gómez. Sea esta la oportunidad para recordar a un escritor que por su fina
prosa ejerció influencia literaria en muchos autores caldenses. La pregunta, a
casi treinta años de su muerte, es: ¿hemos olvidado a este maestro del cuento
que durante más de cuarenta años sostuvo una columna que era lectura obligada
para los lectores de La Patria? Todo parece indicar que sí. Sobre todo porque
en Caldas no se promueve la lectura de sus libros. En consecuencia, este
artículo lo escribo para contribuir a rescatar del olvido a un escritor que con
su obra literaria puso en alto el nombre de Caldas en el concierto nacional. Y
que dejó un gran legado en la narrativa caldense por la fuerza testimonial de
sus relatos.
Adel
López Gómez falleció en Manizales el 19 de agosto de 1989. Sin embargo, la
noticia sobre su muerte fue opacada en la prensa por el asesinato del líder del
Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán Sarmiento, ocurrida la noche anterior a su
fallecimiento. Este hecho, que conmocionó al país, hizo que la muerte del
escritor oriundo de Armenia, pero residenciado en Manizales, pasara casi
inadvertido. Salvo el amplio registro que hizo en sus páginas La Patria, poco
fue lo que se dijo a nivel nacional sobre un escritor que por la calidad
literaria de su prosa alcanzó a ocupar asiento en la Academia Colombiana de la
Lengua. Adel López Gómez había nacido el 17 de octubre de 1900. Su primer
cuento, “Vivan los novios”, lo publicó la revista Sábado, de Medellín, el 18 de
febrero de 1922.
¿Quién
fue el maestro Adel López Gómez? El más importante cuentista oriundo de esta
región que hasta1966, cuando se produjo la segregación, formaba una sola
entidad territorial. Un escritor de prosa alegre que nutrió su obra cuentística
con personajes sacados de la entraña misma del pueblo, dándole identidad a la
región. Un autor que puede encasillarse en la escuela de los llamados clásicos
maiceros por los retablos costumbristas que caracterizan su producción
literaria. Un humanista que abrevó en las fuentes clásicas para darle soltura a
su pluma, que cultivó una amistad personal con Tomás Carrasquilla, que nos dejó
a los caldenses una obra que Alvaro Pineda Botero califica en su libro “Juicios
de residencia” como buen ejemplo de realismo antioqueño.
Los
libros escritos por Adel López Gómez tienen todos características literarias
que los convierten en excelentes textos narrativos. Eso que James Joyce, el
autor de Ulises, llamó nudo, desarrollo y desenlace lo manejó con maestría este
escritor que llegó a los 89 años escribiendo con la alegría de un muchacho de
veinte. De su maestro Maupassant aprendió la técnica para escribir un buen
cuento. Por esta razón sus narraciones cortas tienen siempre un acabado
perfecto. No fue un escritor de esos que requieren cantidad de páginas para
escribir un cuento de fina arquitectura idiomática. En una sola cuartilla podía
sintetizar la angustia de un personaje, pincelar con mano maestra su rostro,
detallar cómo era su vestimenta o su manera de hablar.
Adel
López Gómez manejó una prosa de elevado contenido estético. Su columna en La
Patria fue durante muchos años el condumio intelectual de los caldenses. Su
estilo era mezcla de sal y de azúcar. Había en sus notas perfección idiomática.
Las palabras tenían el sonido que la frase requería. Generoso en el elogio, no
dejaba un libro sin reseñar. En este sentido, es mucho lo que le debe la
literatura regional. Porque obra que llegaba a sus manos, obra que recibía su
comentario autorizado. El libro “Abc de la literatura del Gran Caldas”,
publicado por la Universidad del Quindío, es una prueba de su compromiso con
los valores regionales. Los nombres de nuestros creadores de belleza se pasean
por sus páginas, analizados por un escritor que descubrió sus valores
literarios.
Sería
justo que el próximo año, cuando se cumplan treinta años de la muerte del
maestro Adel López Gómez, en Caldas se programaran conferencias sobre lo que
significó su nombre en el contexto literario. Su obra como cuentista resiste
cualquier análisis crítico. Por la musicalidad de su prosa, por la autenticidad
de sus personajes, por la belleza literaria de sus descripciones del paisaje,
los libros de Adel López Gómez merecen convertirse en texto de estudio en los
planteles educativos del Gran Caldas. Porque nadie como él reflejó en su
trabajo literario nuestros valores, nuestra idiosincrasia, nuestra personal
forma de ser. Con sus cuentos de excelente factura, que siempre publicó El
Espectador, el maestro nos dio identidad. La suya fue una obra trabajada con
los materiales de la tierra.
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