Por: Néstor Cuervo L (Columnista invitado). Publicado en el diario La Crónica del Quindío el 6 de septiembre de 2015
En la ineludible reflexión sobre
nuestra identidad cultural, es necesario partir de una pregunta: ¿Se ajusta a
la realidad histórica la imagen que tenemos los quindianos sobre nuestros
orígenes?
¿Es cierto que nuestra forma de ser
es exclusivamente heredera de los antioqueños o, como por extensión se
acostumbra decir, de “los paisas”? ¿Qué tan fiel a la realidad es la imagen de
que aquellos colonizadores eran un grupo social caracterizado como blanco,
conservador y astuto negociante? ¿Fue la colonización, “producto de una
corriente de campesinos nómadas”, que dio como resultado una distribución
democrática de la tierra? Por razones de espacio tocaré, hoy, sólo los primeros
interrogantes
Foucault advirtió en 1970 que los
saberes, lejos de ser un elemento transparente y neutro, es más bien el lugar
donde se ejercen, de manera privilegiada, algunos de sus más temibles poderes.
Los discursos sobre la realidad no se construyen de manera neutral. Al contrario,
ellos son el resultado de intrincadas relaciones de poder.
Los humanos imaginamos el mundo-
teorizamos sobre él- o construimos conocimientos, influenciados por el tipo de
relaciones sociales que encontramos y/ o logramos construir; interacciones que
no son más que “una acción sobre otra acción”. Su particularidad consiste en
que son ejercidas por individuos o grupos sociales mediante la fuerza o la
sutileza- mitos, tabús rituales, privilegios, falsedades, etc.- para mantener y
legitimar determinadas condiciones culturales: económicas, políticas o
sociales.
En el caso de la “Colonización
Antioqueña” ha existido el interés de algunas élites políticas y económicas en
hacer aparecer el Eje Cafetero —que incluye norte del Valle y Sur oriente
del Tolima— como producto de una colonización democrática efectuada por un
puñado de antioqueños blancos, católicos, emprendedores y conservadores que
dieron lugar con el tiempo a lo algunos llaman la “región paisa”. Esta
narrativa, no sólo oculta la propia naturaleza mestiza de los antioqueños, sino
que remite el origen de los quindianos a una especie de raza superior,
única.
En la construcción de éste interesado
equívoco ha tenido rol importante el modelo de colonización propuesto por el
geógrafo norteamericano James Parsons, en su libro La Colonización Antioqueña
en el Occidente de Colombia, traducido del inglés, por primera vez, en 1949. La
obra de Parsons es una “versión positiva” de la colonización del
suroccidente colombiano, defendida por algunas élites, entre ellas, la
Federación Nacional de Cafeteros y algunos historiadores regionales,
interesados en un imaginario de la colonización ejecutada en supuestas tierras
vírgenes o “espacios vacíos”—tema que tocaré en otra oportunidad— y como
alternativa de paz a las guerras civiles desarrolladas en Colombia durante el
siglo XIX. ”Versión rosa” que ha difundido el falso imaginario de la
conformación de una sociedad democrática de pequeños y medianos propietarios
responsable de la paz y la prosperidad de la nueva nación.
Este paradigma ha contribuido a
difundir la idea de un “proceso de colonización hegemónico, donde la ocupación
e incorporación de las tierras baldías de los departamentos de Risaralda,
Quindío y de las estribaciones cordilleranas en el departamento del Valle del
Cauca es parte de la colonización antioqueña”. (Londoño 2002: pp. 191).
Es evidente que tal discurso ha sido
construido sobre una premisa claramente racista que refiere a los antioqueños
como descendientes étnicamente puros sin mezcla de indígenas ni negros (Botero,
1978): “La raza antioqueña como la perfecta aclimatación de la raza blanca”,
que admite la existencia de negros “solo en las regiones donde el blanco huía
temeroso de las condiciones mismas (climáticas, etc.) que a su inferior
convenían” (1942, citado por Wade, 1997,109).
La revisión demográfica que hace
Peter Wade en Gente negra, nación mestiza(1997), entre 1778 y 1805, muestra las
altas proporciones de negros y mulatos en las poblaciones de Medellín, Santa
Rosa y Guarne, y aprueba la conclusión que la sangre negra debe haber
constituido al menos una tercera parte de la casta antioqueña en evolución
(Posada: 2002).
Es imposible que un puñado de
hombres, provenientes de un único lugar del territorio patrio, haya podido
derrumbar nuestra extensa selva, mazamorrear, guaquear y construir parcelas.
Jaime Buitrago, en Hombres trasplantados, narra que Jesús María Ocampo,
“Tigrero”, en las correrías de visita a sus fincas, “Cuando desde el camino
veía a un agricultor afeitándose con barbera frente al espejo que agitaba el
viento en un pilar del corredor, decía: éste es un antioqueño. O cuando miraba en
los surcos a un granjero podando los panojales de cebollas, afirmaba sin
equivocarse: ese cultivador es cundinamarqués. Y cuando abajo en los planes, a
mayor temperatura, veía a un aparcero cultivando el tabaco y arrumándolo en
caneyes, aseguraba: ese tipo es caucano o por lo menos de Santander”(pp.97).
En Geografía Económica de Caldas
(1978), Antonio García, refiriéndose a las exploraciones colonizadoras del
siglo XIX, dice: “En un principio son corrientes anárquicas que salen de
Antioquia, Tolima y Cauca (El Cauca grande en la primera mitad del siglo XIX),
con la perspectiva de apropiarse de las tierras baldías, en calidad de
cultivadores, y luego, iniciada la era del asentamiento con la fundación de
caseríos, adquieren mayor orden y volumen”.(pp.33-34) Otra evidencia documental
confirma el dato.
La historiografía sobre el
poblamiento del municipio de Pijao afirma que los primeros colonos que llegaron
a estos parajes en 1891, llegaron del Tolima, de la población de Soledad, entre
ellos Tomás Mona. Entre 1894 y 1899 se incrementó el movimiento de
colonos, llegando gentes de Aguadas, Salamina y Aranzazu.
Si bien es cierto, como se desprende
de las evidencias documentales, en un alto porcentaje los primeros
colonizadores de la Hoya del Quindío fueron antioqueños, no es del todo exacto
afirmar que tal proceso se debiera con exclusividad a ellos. ¿Frente a la
intención de negar nuestros orígenes diversos, no estamos frente a otra
exageración paisa?
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