Por: Roberto Restrepo Ramírez (Miembro de la Academia de Historia del Quindío). Publicado por el diario La Crónica del Quindío el 27 de septiembre de 2015.
Termina el mes de septiembre con
muchos eventos, que recordaron el Patrimonio Cultural en todos sus órdenes,
realizados por entidades privadas y públicas a lo largo y ancho del
país. Uno de los aspectos tratados fue lo concerniente al
Patrimonio Arqueológico, lo que en el Quindío arroja hasta ahora un balance
negativo, de acuerdo con las siguientes consideraciones:
Comencemos con la guaquería, esta
nefasta actividad que ha borrado de plano la cronología de muchos hallazgos y
que no ha permitido contextualizar los diferentes períodos poblacionales del
pasado. Es tan contradictoria esta realidad que hasta contamos con
el único monumento a la guaquería en el mundo (Parque Nuevo o Luis Arango
Cardona en La Tebaida), como referente de la identidad turística.
Seguimos con el recuerdo de la penosa
historia de un conjunto de piezas de oro que fueron saqueadas en tumbas
correspondientes al Período Temprano (600 AC – 500 DC) en el actual territorio
de Quimbaya en 1890 y que fue obsequiado dos años después a España por el
presidente de la época Carlos Holguín Mallarino, lo que ha originado un relato
denominado “El Tesoro de los Quimbayas”.
Borrando huellas antiguas.
Todo el siglo XX, en el Quindío, transcurrió matizado por la intervención
de guaqueros que borraron las huellas de aquellas sociedades
desaparecidas. Hasta se fundaron pueblos en el fulgor de los saqueos,
como ocurrió en Montenegro y la Tebaida. En este último se gestó una
extensa obra llamada “Recuerdos de la guaquería en el Quindío”, escrita por su
fundador, Luis Arango Cardona.
Pareciera que con la promulgación de
tantas leyes y decretos reglamentarios se alcanzaba a reducir el impacto
negativo en el patrimonio arqueológico, como bienes que pertenecen a la Nación
y son inembargables, inalienables e imprescriptibles. Todo lo contrario,
pues hoy se comercian descaradamente piezas de oro, cerámica y piedra y se
destruyen yacimientos funerarios, de vivienda y otros, con la mirada cómplice
de entidades del gobierno.
Pésimo custodio.
El Estado ha sido y sigue siendo un
pésimo tenedor (o custudio) y gestor del Patrimonio Arqueológico. En
1999, después del terremoto del eje cafetero, se perdieron miles de yacimientos
(tumbas o sitios de vivienda) debido a las contradicciones presentadas entre el
Comité de Protección Arqueológica del Quindío, (organismo fundado en 1982), y
el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), ente burocrático
que depende del Ministerio de Cultura y que tiene como obligación
defender dicho patrimonio en Colombia. Todo se debió a la destinación de
unos recursos del Fondo de Reconstrucción (FOREC) que el CPA había tramitado
para realizar rescates arqueológicos.
Sin embargo, el Icanh consideró que
ese dinero se debía invertir en investigación básica. Mientras las
paquidermas acciones se concretaban, todos los días se construían barrios
nuevos y aparecían cientos de tumbas y sitios arqueológicos que no alcanzaron a
contemplarse en la pretensión científica de realizar recolección de material
arqueológico en pozos de sondeo, mientras estábamos en zona de desastre y los
rescates eran más prioritarios. Irónicamente, hoy solo se conserva un
yacimiento en la capital del Quindío; se trata de cuatro estructuras líticas
que aparecieron en el patio de una vivienda en el barrio Montevideo
Central. Quince años después de su hallazgo han sido cuidadas por los
dueños de la casa, a la espera de las excavaciones arqueológicas que nunca hará
el Icanh.
Las estructuras líticas de La Fachada.
Las medidas del Icanh llegan tarde, y
a veces son erradas. Como aquellas que ignoraron la importancia de un hallazgo
de 25 estructuras líticas en el barrio La Fachada de Armenia, en el año 2000 y
que no mostraron finalmente su contundencia para salvarlas. O la
intromisión de arqueólogos de otras regiones en el proceso de reconstrucción,
porque el organismo oficial no tenía en cuenta el trabajo de los
profesionales quindianos.
Cuando se esperaba el apoyo de este
Instituto a la solicitud de la Academia de Historia del Quindío para reclamar
el “Tesoro de los Quimbayas” a España, expresó un no a la posibilidad de acudir
a la convención de Unesco de 1970 sobre tráfico ilícito de objetos
arqueológicos entre países, aduciendo que “las piezas fueron entregadas por el
gobierno colombiano a la Corona Española en 1893, cuando no existía ninguna
protección especial sobre los bienes culturales, cuando ya el país no era
colonia y por cuanto no se consideró como objeto de apropiación ilícita”
(carta Icanh-111 del 31 de julio de 2008), en respuesta a la Viceministra de
Cultura. Sin embargo, el Icanh fue ágil y efectivo en 2014, cuando su
director Fabián Sanabria afirmó categóricamente que no se afectaría el
patrimonio arqueológico de los alrededores del Bosque de Bremen, lo que
finalmente dio vía libre a la licencia de la Anla para instalar las torres de
energía de la E.E.B.
Vulgar cambiazo.
El Estado se equivoca igualmente con
la tenencia, curaduría de colecciones, divulgación y educación que podría
evitar la pérdida de material. Los ejemplos son claros con respecto a piezas de
las que se tenía alguna información sobre su hallazgo o contexto
funerario. En la década de 2000 en una de las administraciones de
la Secretaría Departamental de Cultura, se hizo el vulgar “cambiazo” de una
vasija arqueológica (llamada popularmente incensario) que el arqueólogo Álvaro
Botiva había excavado en el sitio Alaska de Montenegro. La pieza nunca
fue registrada y cuando se quiso hacer el procedimiento respectivo se encontró
otra similar, pero que no correspondía a la foto que se había tomado de la
pieza rescatada.
Una serie de desapariciones y
hurtos de piezas se habían dado antes en la mayoría de municipios:
metates (artefactos cóncavos de piedra) de la época prehispánica y pilones de
piedra de la época del siglo XIX que se encontraban en el parque principal de
Salento, así como en las instalaciones de la alcaldía. Una urna funeraria
encontrada por obreros en una calle frente al colegio Libre de Circasia en 1988
y que se guardaba en la Casa Museo Cipriano Echeverri. Algunas
piezas de casas de la cultura de Montenegro, Buenavista, Córdoba que se
perdieron consecutivamente porque estaban desprotegidas y sin estar ellas
en vitrinas adecuadas.
Se perdió el ánfora.
Hoy, al amparo de tantas providencias
legales (Ley 163 de 1959 y su Decreto Reglamentario 264 de 1963, Ley 397
de 1997 y su Decreto 388 de 2002, Ley 1185 de 2008), continúa un panorama
negativo. Hace unos meses se extravió una pieza de cerámica (ánfora
con aplicaciones zoomorfas en su borde, en forma de ranas) que unos
ciudadanos de Filandia habían entregado a la casa de la cultura en la
década de 1980. Esto ocurre en pleno proceso de refacción de sus
instalaciones, lo que demuestra que las reformadas casas culturales del Quindío
tampoco ofrecen garantía para su tenencia. O la pésima exhibición
de la Sala Arqueológica de la universidad del Quindío (carrera 16 calle 20
esquina) en Armenia, donde la segunda vitrina del sector sur de la sala no
presenta vidrio, poniendo en riesgo las vasijas de cerámica. O en la
misma Sala, una urna funeraria con cenizas en su interior que fue excavada por
arqueólogos en el barrio Berlín de Armenia, el 25 de enero de 2000, y que
tampoco se exhibe dentro de vitrina protectora, permaneciendo en el piso,
expuesta al zapatazo de un visitante.
Lo único que está aceptablemente
exhibido corresponde a los diferentes espacios de la Gobernación que se
adecuaron en la refacción del Palacio después de 1999 y a los
nuevos montajes de las casas de la cultura de Montenegro, Pijao, Génova y
Quimbaya que adelantaron arqueólogos quindianos hace algunos años con
apropiados guiones museográficos. Sin embargo, hoy salen a flote
otros problemas que amenazan su conservación: los municipios no cuentan con un
profesional curador de sus colecciones arqueológicas y en ellas se
aprecia ya el polvo que invade los espacios interiores, aunados a pésima
iluminación y riesgo de quiebra de vidrios o fractura del material.
1 Comentarios
Triste ver como la falta de identidad de un pueblo con su historia hace que hoy, el Quindío, este como este, desestructurado socialmente, sin proyectos colectivos y en manos de intereses particulares que lo único que les preocupa es su lucro personal y su cuota burocrática. Queremos construir un model económico fundado en el turismo, pero si no tenemos que historia mostrar para qué. Dentro de esas políticas de turismo debiera, no sólo el paisaje, sino también nuestra rica historia cultural debiere tener un lugar privilegiado como ocurre con los principales destinos del mundo como México y Centroamérica, Perú, Ecuador... De lo contrario, el único turismo que tendremos sera el sexual.
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