Las dos fundaciones de Calarcá


Sí, la fundación de Calarcá se realizó en dos etapas. La primera de ellas se sucedió cuando unos colonos, procedentes del norte antioqueño o del este tolimense, fueron llegando gradualmente (desde 1860), trabajando unas tierras que se reputaban como baldíos de la Nación y que los gobiernos liberales de entonces estimulaban a ocuparlas con la consigna de que poblar es avanzar.

La segunda etapa es la organización de esos colonos -ya asentados en la región y con el rechazo de sus presuntos dueños- quienes se movieron a montar un mercado diferente de Salento a objeto de no gastar tiempo, provisiones y bestias en comprar el mercado en aquel lejano poblado que ya germinaba como un cruce de caminos. La asociación la hizo primordialmente Segundo Henao, pero después apareció Román María Valencia quien, con su notable liderazgo y experiencia, ayudó a completar la tarea.

 El 29 de junio de 1886 se cumplió el trámite con la firma del acta de fundación que suscribieron otros colonos que por allí estaban. La Junta Fundadora estuvo conformada por Pedro María Osorio, Jesús María Buitrago, Baltasar González, Román María Valencia y Segundo Henao. Como secretario actuó Francisco Velásquez y como testigos del acontecimiento estuvieron Luis Tabares, Manuel Ocampo y los hermanos Ramón y Juan de Jesús Herrera.

 La primera y la segunda todavía se siguen investigando y en ellas los aportes de Andrés Carrero Delgado y Miguel Ángel Rojas, entre otros, son bastante seguros, aparte de la enorme contribución de la historiadora quindiana Olga Cadena.

Lo de presuntos o supuestos dueños se explica así: desde 1745 la Corona española, para estimular la economía colonial, otorgaba concesiones de tierras a individuos o empresas para su explotación minera o agrícola y mejorar las ganancias del Rey de España.  Era un negocio. Una concesión se la dieron en ese año al señor Manuel Burila (un comerciante español radicado en Popayán), pero otros datos indican que se trató de la familia Palomino que le había prestado valiosos servicios a la Corona durante la Conquista.

 La Concesión Burila tuvo un impacto significativo en la región del Cauca pues la explotación minera generó mucha riqueza para el concesionario, pero también produjo consecuencias negativas para las comunidades indígenas que habitaban la zona, las cuales fueron desplazadas de sus tierras ancestrales y sometidas a condiciones de trabajo precarias en las minas, aparte de los daños al medio ambiente. Esta merced del Rey abarcaba presumiblemente cerca de 200 mil fanegadas (cuadras) desde Zarzal hasta la Cordillera de los Andes y --aparte del territorio quindiano-- abarcaba hasta Sevilla y Caicedonia.

 Los herederos de la familia Palomino, los hermanos Caicedo de Cali, ejercieron un dominio absoluto sobre esas tierras so pretexto de ser sus legítimos dueños por el favor del Rey, y en tal virtud reclutaron mercenarios para expulsar a los colonos que llegaban en busca de tierras al Quindío, produciendo un derrame de sangre que no ha sido objeto de testimonios genuinos hasta el momento. En cierto momento, para garantizar la legitimidad de esas tierras, la Concesión se convirtió, en 1860, en una sociedad anónima llamada la Sociedad Burila cuyos socios principales eran ricos hacendados y ganaderos del Valle del Cauca y de Manizales, principalmente –aparte de unas acciones que adquirió, o se las regalaron, al presidente Rafael Reyes.

 Sobre ese enorme territorio de la Sociedad Burila --y contra su querer-- se fundaron varios municipios quindianos como lo fueron Calarcá, Circasia y Armenia, y luego Pijao y Génova. En 1890 los salentinos decidieron darle a Calarcá la categoría de corregimiento, y después de ello hay muchas más historias para contar al respecto.    27/06/2024

 

Jaime Lopera Gutiérrez.

Académico de Número de la Academia de Historia del Quindío

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