Benjamín Baena Hoyos en 1928 Foto tomada del blog La Nutrias |
NOVELA DEL COLONIZAJE
En
este abreviado texto, que por carencia de espacio me impide incluir párrafos de
comparación de las novelas que cotejo y los novelistas a quienes me refiero,
colombiano el uno y norteamericano el otro, no es mi empeño, enjuiciar ni interpretar
eventos pretéritos ni perspectivas históricas de la novela El río corre hacia atrás, del narrador y poeta pereirano Benjamín
Baena Hoyos. Intelectual enraizado, por su obra y su vida, a los intereses
culturales del departamento del Quindío. En particular con las imputaciones y
testimonios, desde el ámbito narrativo, abundantes en la fiscalizadora
bibliografía relacionada con la colonización de la Hoya del Quindío y las evidenciadas
tropelías y arbitrariedades cometidas por la Concesión Burila y sus cuatreros reclamos
de tierras que no le pertenecían, aprovechando todo tipo de artimañas avaladas por
el estado, como bien lo plasmó Álvaro Hernando Camargo: “Patronos mercaderes de
tierras baldías, despojaron a cincuenta mil colonos pobres, cuya única riqueza
y poderío eran su trabajo y deseos de establecer su núcleo familiar lejos de la
influencia de las guerras de fin de siglo XIX, para poder vivir en paz”.
EL COMPROMISO CRÍTICO
Dicho
tema, no distante de cuanto en nuestra época continúan haciendo quienes han
desplazado millares de familias campesinas de diversas regiones colombianas, en
la historia de nuestra región se ha debatido e ilustrado con abundancia e
indignación, desde diversos puntos de vista. La pretérita novela quindiana, con
los deficientes recursos literarios de
que disponían sus autores y la irrisoria información que estos lograban obtener
y difundir no fue, sin embargo, indiferente a las exigencias históricas de sus
compromisos políticos, sociales y estéticos, para articular y testimoniar lo
sucedido acudiendo a la ficción fusionada con la historia, o a esta bordada poéticamente
entre la ficción, como sucede con Baena Hoyos y su novela. Numerosos críticos y
expertos lo indagaron e investigan aún, denunciando y certificando con sus dictámenes
el rol que despliega esta trascendente, encantadora y feraz novela que además
de sus particularidades poéticas, lingüísticas y narrativas, con el transcurso
de los años extiende sus categorías sociohistóricas. Para Héctor Ocampo Marín es
“la más vigorosa y técnicamente hilada novela” sobre la colonización de la Hoya del Quindío. Benjamín Baena nació en Pereira el
29 de abril de 1907 y falleció el 15 de julio de 1987. Además de su novela,
publicó Relatos del abuelo y el poemario
Otoño de tu ausencia. Apunta su hija,
María Cristina Baena Restrepo: “No volvió
a escribir, a pesar de la insistencia de su familia y amigos ya que consideraba
que su estilo no tenía cabida en la época actual”.
UN ESCRITOR ADELANTADO A SU ÉPOCA
Escritor Umberto Senegal |
REENCONTRANDO UNA NOVELA
Mi
regreso entusiasta a esta novela, que leí superficialmente por la década de los
años 80, lo debo a los intereses históricos de Jorge Hernán Velásquez Restrepo
quien con sus indagaciones históricas se empeña, hoy por hoy, en revaluar la
obra de Baena Hoyos. Esta significativa relectura me proporciona nuevas y más
amplias contemplaciones literarias del lenguaje y el estilo, en particular de
la estructura narrativa de los diálogos, en El río corre hacia atrás,
induciéndome a relacionar dos novelistas con características semejantes, distantes
entre ellos pero iguales en el tratamiento de los diálogos: Baena Hoyos y
Cormac McCarthy. Gustavo Páez Escobar, admite
que Baena en su novela es “maestro
de la metáfora, como buen poeta, y utiliza un lenguaje rumoroso, rico y ajustado”.
Particularidades del estilo que se encuentran en este y en aquel. Ninguno
de los dos, hasta donde he consultado, conoció la existencia del otro. En vida
de Baena, no se habían traducido al español algunas novelas de McCarthy. ¿O tal
vez el pereirano conoció y leyó en inglés, o traducidas, algunas de las
primeras novelas del norteamericano? La oscuridad exterior, en 1968. Hijo de Dios, en 1973, durante el proceso
de pulimento de su novela después de presentarla al anotado concurso? Baena comenzó
a escribir su novela a finales de los
años 50 usando, según lo demuestra Cecilia Caicedo, “el lenguaje literario y la capacidad creadora del
artista para transformar un episodio real –parte de un proceso histórico- en
una composición literaria”. Ya estructurada su obra y considerándola terminada,
la envía al acreditado concurso de novela ESSO, a comienzos de los años 60. Al
no ser premiada, su autor continúa haciéndole ajustes de estilo y contenido
hasta cuando, en 1980, la publica.
LOS DIÁLOGOS EN BENJAMÍN BAENA
Estudioso de la narrativa
norteamericana, el escritor Nodier Botero señala que la obra de Baena “es de gran categoría estructural”. Si este no
leyó ninguna de las novelas de Cormac ni fue influido por la manera del rodhense presentar los diálogos de sus
personajes, sin guiones, sin comillas, sin acotaciones, sin los tradicionales procedimientos
novelísticos de entrada para estos, como versificados y de manera directa en el
renglón, sin condescendencias con lectores nada acostumbrados a ver y leer diálogos
adoptando tal alineación en el espacio de la página, entonces el narrador
colombiano, sin saberlo, introdujo en su novela renovadores y dinámicos
elementos expresivos que desde los años 60 empleaban en Norteamérica autores
como McCarthy, adelantándose en Colombia en la aplicación de formas narrativas aprovechadas por innumerables narradores foráneos y
nacionales de finales del siglo XX y principios del XXI. Pero si Baena leyó a
Cormac, se valió entonces de la misma forma que McCarthy aprovecha en La oscuridad exterior y en Hijo de Dios, novelas que
cronológicamente pudo haber leído Baena, con lo cual se reconocería en él a un escritor de amplia
cultura literaria capaz de asimilar y aprovechar, de modo original en su libro,
detalles de la gran narrativa norteamericana gestándose por la década de los
años 60 y 70 en las obras del autor de El
guardián del vergel. De igual manera,
esta disposición tipográfica de los diálogos se observa también en los cuentos
del brasileño Rubem Fonseca, entre otros escritores iberoamericanos por los
años 60. Si Baena Hoyos, por el contrario, no leyó nada del norteamericano, con
mayor razón su novela adquiere entonces sobresalientes cualidades narrativas y estructurales
modernas, visión literaria formal como no se había visto en la novela colombiana
de su época ni mucho menos en las obras publicadas
en provincia. Me agrada imaginar ambos autores, el norteamericano en Tennesse
escribiendo sus novelas, mientras en Pereira el colombiano también escribía la
suya, afrontando juntos en el tiempo
aquellas técnicas narrativas con las cuales deseaban enriquecer sus obras.
Ubicando renglones de manera semejante. Estilando párrafos similares.
DOS AUTORES AFINES
Cada
uno paralelo al otro, pero sincrónicos en la historia. El uno, con El guardián
del vergel. El otro, con El río corre hacia atrás. Cuanto podía sucederle
emocionalmente al escritor en Norteamérica, subvirtiendo signos y estableciendo
otra manera de componer los párrafos y darle continuidad de interlocución a los
diálogos, también estaba experimentándolo Baena en Armenia y Pereira. Inapreciable
ejemplo de vidas paralelas donde Baena posiblemente nunca supo nada de Cormac y
este, si alguien le mostrara el libro de Benjamín Baena, podría verificar en un
novelista colombiano a lo largo de toda la novela un tratamiento de diálogos
igual al suyo. Borges decía que su poética consistía en “mirar el río”. El narrador
y poeta quindiano-risaraldense, supo observar y transfigurar en palabras, en
dramas campesinos y épica de montaña, todos los ríos. Ríos de la memoria y la historia.
Ríos del hombre y de los pueblos. Ríos del paisaje, como en su antológica e inigualable descripción del
río Quindío: “cuando pasaba jadeando la turbonada, entre aguas de cinabrio,
viento duro y cielo terroso, se podía presentir el destino de los viejos
árboles”. El destino de los seres humanos violentados por el poder económico,
político y religioso de su época. A Cormac también le fascinaba el río, como
puede leerse en su voluminosa
novela Suttree , (1979) , donde
desarrolla al máximo el empleo de la forma conversacional en referencia.
Umberto Senegal
El Río Corre
Hacia Atrás.
La AHQ complementa este texto de Umberto Senegal con el publicado el 24 de junio de 2013 por José Luis Restrepo Giraldo, sobrino político de Benjamín Baena Hoyox, en el blog Las Nutrias, a propósito de una nota del escritor Gustavo Paez Escobar publicada en el
diario La Patria de Manizales el 25 de septiembre de 1980.
Como
homenaje a Benjamín Baena Hoyos, esposo que fue de mi tía Esther Restrepo
público este excelente artículo sobre su obra El Río Corre Hacia Atrás
publicado hace unos años en el Diario La Patria de Manizales y escrito por el
también escritor Gustavo Páez Escobar.
"Desde hace varios años he oído
hablar de esta novela de Benjamín Baena Hoyos que describe la colonización del
Quindío. Al salir ahora con el sello de Carlos Valencia Editores me encuentro
con una obra novedosa, de las que sólo se escriben de tarde en tarde.
El autor, nacido en Pereira en 1907,
vivió mucho tiempo en Armenia, donde fue juez y poeta. Eso de juez y poeta
parece no concadenarse, y en verdad no es corriente que el juez, cuya mente
está formada por disciplinas rígidas, amolde su temperamento a las modulaciones
del arte. Con esa disposición para pulsar las emociones campesinas fue como
Baena Hoyos se fue metiendo en las épocas de la colonización hasta encontrar el
ambiente apropiado que pintara los cuadros de la explotación humana que antecedieron
a la consistencia de este pedazo de tierra que conocemos con el nombre de
Quindío.
Los personajes, admirablemente
trazados, surgen de la naturaleza como seres amasados en el barro y hechos para
las sufridas faenas de la vida rústica. La hoya del Quindío se puebla de
colonos pegados a las raíces de sus cosechas, y se mueven entre la montaña dura
que les da bienes pródigos y les enseña que la tierra sólo es conquistable con
sudores y sangre.
La Burila, la compañía latifundista,
enlaza tierras como cercando ganados, sin escrúpulos para comprar la conciencia
de las autoridades. No se escapan a su influencia ni el juez, ni el coronel, y
ni siquiera algún prelado suelto, “un cura cejón y boquiflojo, hecho de una
extraña mezcla de materiales contradictorios: virtud y vicio, fuerza y
debilidad. Un cura sin preceptos y sin amarras rigurosas, suelto como un animal
de monte”. El colono, que se resiste a quedar despojado de la tierra moldeada
con sus manos encallecidas, mira al cielo en demanda de protección, y sólo
halla la inclemencia con que se le trata, como a un animal de dura cerviz.
Está aquí pintada la odisea del hombre
que lucha por unos metros de tierra sin que su ruego reciba miramientos. Esas
son las tierras del despojo, sacrificadas y violentas, donde no hay lugar para
la esperanza. El endurecido campesino reclina su cabeza en el seno de la
inhospitalidad, porque se siente extraño y perseguido en su propia parcela.
La Burila, un ente despótico y
explotador, impone su codicia y avanza con saña incontenible. El hombre sigue
abrazado a su pedazo de tierra. Es que “la tierra emboba, es como una mujer que
nos gusta, se nos entra en el cuerpo y nos quema la sangre y la voluntad…”
La vorágine es la novela de la
selva. El río corre hacia atrás es la novela de la montaña. El alma
del Quindío revienta aquí con manchas dramáticas. Benjamín Baena Hoyos, que
duró meditando mucho tiempo en su obra, consigue un estremecimiento lírico
sobre este Quindío de fieros contrastes. Es maestro de la metáfora, como buen
poeta, y utiliza un lenguaje rumoroso, rico y ajustado. Es un canto al dolor, y
también un poema a la vida campesina.
La Patria, Manizales, 25-IX-1980."
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