Sede de la VIII Brigada sobre la avenida de Bolívar de Armenia en los años setenta. Fuente: Web del MinDefensa - Reseña histórica. |
Capitán
(r) César Castaño*
“[…] estoy seguro y confiado en que los soldados
pondrán siempre toda su voluntad y empeño, en la superación de los obstáculos
que se presenten para honrar la vital misión que nos corresponde y que Colombia
espera y exige que cumplamos”.
General Alberto Ruiz Novoa, 1960.
Una región asediada
La violencia de mediados del siglo pasado
se precipitó sobre Colombia al tiempo que, paradójicamente, iniciaba un periodo
de crecimiento económico acelerado que estuvo marcado por enfrentamientos que
incluyeron a diversos actores y a todo tipo de intereses, motivaciones,
crímenes y atrocidades incalculables e insuperables. En medio de esa época
cruenta, surgió el fenómeno del bandolerismo, derivado de luchas partidistas
fratricidas que asolaron la región de Caldas,
la cual comprendía al Quindío y a Risaralda.
Esta violencia, como lo afirma el
sociólogo Leonardo Gómez: “[…] estuvo enmarcada en el periodo del Frente
Nacional y tuvo como protagonistas a los rescoldos de los grupos de pájaros y
cuadrillas liberales, que, como dijera el maestro Darío Betancourt, actuaban a
la manera de Violencia por abajo. Dijéramos, así, criminales que ejercían
violencia por intereses particulares, cuyo móvil ya no era representado por un
ideal, ni aconsejado o dirigido por miembros de las altas esferas de gobierno,
ni siquiera por motivos religiosos, sino que se presentaron como criminales
que, sin partido y sin ideología (acostumbrados a delinquir), llevaron a cabo
lo que simplemente sabían hacer” (Gómez, 2014).
El Quindío, en particular, como lo
describe el notable profesor e historiador Carlos Ortiz, era: “[…] aquel azuche
de Caldas, acuñado entre un Departamento liberal (foco de guerrillas) y un
Departamento conservador (nido de Pájaros), destinado a convertirse en una
encrucijada borrascosa. Sobre todo, Génova, su vértice extremo, se vio
transformada en la ‘zona polémica’ entre el bastión conservador de cuadrilleros
de Aures (Calcedonia) y los ‘guerrilleros’ liberales de Roncesvalles (Tolima);
entre La Maicena Alta (Pijao), controlada por los de Aures, y Cumbarco
(Sevilla), fortín de liberales armados. Por el norte, Génova era, además, el
puente de contacto entre Aures y La Maicena Alta; y, por el sur, entre Cumbarco
y Roncesvalles” (Ortiz, 1985).
La Jefatura Civil y Militar del Quindío (1957)
La región fue una de las más afectadas por
la violencia (escenario de confrontaciones sangrientas y desplazamientos); por
tal razón, en octubre de 1957, la Junta Militar de Gobierno dispuso la
activación de la Jefatura Civil y Militar del Quindío, con sede en Armenia, y
le otorgó poderes que permitieran pacificar la región, en vista de
la grave situación de orden público y de descomposición social que estaba
afectando profundamente la integridad de las personas, la seguridad de los
campos y la economía. El área de responsabilidad incluía: Armenia, Filandia,
Salento, Circasia, Montenegro, Calarcá, Pijao, Génova, Quimbaya, Sevilla,
Caicedonia, Alcalá y Ulloa. La Jefatura dependía de dos brigadas, la III y IV,
que estaban ubicadas en Cali y Medellín, respectivamente (Diario Oficial,
1957).
El Destacamento Operacional (1961)
En 1961 se creó el Destacamento Operacional del Quindío, que
puso en ejecución (por primera vez) el llamado Plan Lazo. Esta innovadora
campaña militar, diseñada por el brigadier general Alberto Ruiz Novoa, siendo
comandante del Ejército Nacional, (1960-1962), se concibió como una estrategia
para enfrentar los focos de violencia de manera integral; es decir, no atendía
solamente la dimensión armada, sino que acompañaba el conjunto del Estado
(acción cívico-militar), con el fin de enfrentar con efectividad las causas
objetivas de la violencia (Castaño y Esquivel, 2022). El Plan, que incluía
grupos localizadores (comandos especializados en operaciones relámpago) y
grupos móviles de inteligencia (que actuaban de civil para obtener información
rápida y oportuna), fueron parte del éxito de la estrategia y se enfocaron en
aquellas zonas del país en donde la violencia era más intensa (Caldas,
incluyendo al Quindío y Risaralda, Tolima, Valle del Cauca y Santander).
“Logramos que la seguridad se convirtiera en un propósito nacional”, recordaba
en una entrevista el general Ruiz Novoa (Ni para adelante. ni para atrás, 1997).
Fue el primer plan militar de envergadura nacional con objetivos a largo plazo
y con definiciones tácticas y operativas inmediatas, que incorporó un aumento
del pie de fuerza y de recursos en función de la nueva estrategia.
En el Destacamento, convergieron las
jurisdicciones de la III, IV y VI Brigada del Ejército (ubicadas en Cali,
Medellín e Ibagué, respectivamente); sin embargo, las condiciones de la época y
las distancias dificultaron el mando, el apoyo logístico y operacional para
efectuar acciones contra las cuadrillas de bandoleros que delinquían en la
zona. Los primeros comandantes fueron los coroneles Hernando Currea Cubides
(quien sería ministro de Defensa Nacional) y Ricardo Charry Solano (luego
ascendido a brigadier general).
Se activa la VIII Brigada (1962)
Por las dificultades de comando, control y
logística, el comandante del Ejército, mayor general Jaime Fajardo Pinzón,
activó mediante la Disposición 018 del 1 de septiembre de 1962 la VIII Brigada,
al mando del coronel Omar Gutiérrez Ospina, con la siguiente jurisdicción: “La
zona norte del departamento del Valle, a partir del páramo de Barragán, en el
límite con el departamento del Tolima; por el río Bugalagrande hasta su
desembocadura en el río Cauca (de allí, aguas abajo hasta la desembocadura del
río Pescado); siguiendo el curso de este hasta encontrar el río Sanguinini y,
por este último, hasta el Departamento del Chocó, siguiendo el límite
interdepartamental Valle-Chocó hacia el norte hasta encontrar el límite
intermunicipal de San José del Palmar (Chocó) [incluido este], hasta el
Departamento de Caldas; luego, por el límite interdepartamental
Chocó-Antioquia-Caldas hasta encontrar el río Cauca y, por este, aguas arriba,
hasta encontrar el límite sur del Municipio de Manizales, el cual se sigue
hasta el límite con el Departamento del Tolima, desde donde se sigue hacia el
sur hasta el Páramo de Barragán (punto de partida)” (Comando del Ejército,
1962).
Días después, el ministro de Guerra, mayor general Alberto Ruiz Novoa, aprobó su activación mediante la Resolución 877 del 12 de septiembre de 1962. En sus inicios, integraron la Brigada los batallones de infantería No. 23 “Vencedores” y el No. 24 “Voltígeros”, además de una compañía de Comando y Servicios; como unidades agregadas los batallones de Infantería No. 27 “Rifles”, de Artillería No. 4 “San Mateo”, de Ingenieros Militares No. 4 “Francisco Javier Cisneros” y una compañía de lanceros de la Cuarta Brigada, además del Batallón de Infantería No. 22 Cazadores, en calidad de segregado. Por la situación de orden público tan difícil, en octubre de 1962, fue agregado el Batallón “Colombia” que operó en la región hasta abril de 1963.
Del paso del Batallón “Colombia”, existe un texto de autoría
del capitán Gilberto Betancourt Calle, quien comandaba una de las compañías que
enfrentó la violencia en Sevilla y Caicedonia, bajo el título Violencia y
pacificación del Valle: 1962-1963. En uno de sus apartes, escribió lo
siguiente: “Los militares nos hemos descuidado un poco en recoger las
experiencias necesarias para compilar en la imprenta el problema tan complejo
de la violencia que nos agobia. Pero, la verdad es que somos poseedores de una
experiencia dura, de una infinidad de documentos y fuentes de información,
etc., que seríamos los llamados a escribir serenamente sobre los fenómenos
sociopolíticos y económicos, como factores que inciden en la violencia, con el
fin de legar a las generaciones futuras aquella historia que no ha de
repetirse. Porque cuando no se escribe, los errores se desconocen y se
repiten... como hijos de la ignorancia” (Betancourt, 1965).
En sus comienzos, la VIII Brigada tenía como jurisdicción 32
municipios de Caldas (incluidos los de Quindío y Risaralda), 19 municipios del
Valle y 1 del Chocó (con un área de 10 500 km2 y una
población cercana a 1 500 000 habitantes). Como primera sede, tuvo el predio que había sido donado por el industrial
Vicente A. Giraldo Gutiérrez, poco después de los sucesos del 9 de abril de
1948, que tomaron a la ciudad desprotegida (con un cuerpo de policía exiguo que
fue dominado rápidamente por la turba); por lo cual, fue necesario que hiciera
presencia una comisión de orden público del Batallón “San Mateo”
de Pereira. Luego, en su reemplazo, se envió una compañía del entonces Batallón
de Infantería No.
17 “Nueva Granada”, que estaba
instalada provisionalmente en un edificio de la calle 17 (carreras 17 y
18). Esta unidad militar, declarada en receso en febrero de 1951, fue
reemplazada por una compañía de ingenieros ferrocarrileros del Batallón
“Cisneros” (recién activado y con sede en Medellín). Por algunos años, una
pequeña placa, instalada a la entrada de las primeras edificaciones militares
de la ciudad, recordó la labor tesonera de la junta pro cuartel del Ejército,
que permitió la construcción de aquellas instalaciones. A mediados de noviembre
de 1962, la VIII Brigada se trasladó al barrio La Nueva Cecilia y, el 14 de
octubre de 1971, ocupó la sede donde funciona actualmente sobre la avenida de Bolívar con calle 25 norte. (Hace 50 años
nació Octava Brigada, 2012).
Fotografía reciente de la sede de la VIII Brigada al norte de Armenia
Sus
tropas iniciaron un trabajo intenso en apoyo a la comunidad: construcción de
vías (con las que se superaron antiguos caminos de
herradura), escuelas y puestos de salud; alfabetización y jornadas
recreativas; entre otras actividades clave que conjugaban con la conducción de
operaciones militares. Uno de los resultados más recordados sucedió el 21 enero
de 1963. En el corregimiento de Barcelona, fue ultimado (de un disparo certero
de fusil) el reservista tolimense Teófilo Rojas Barón (alias ‘Chispas’), mítico
bandolero (odiado por unos, admirado por otros) y uno de tantos oficiantes de odios nacionales que fue
impulsado a la violencia para vengar la muerte de un ser querido. Su zona de
influencia era Calarcá (incluyendo los corregimientos de Albania, Quebrada
Negra, Barcelona y Córdoba) y los municipios de Génova, Pijao y Armenia. El
oficial que comandó la unidad del Batallón “Cisneros”, que venía tras la huella
del bandolero, fue el teniente Hernando Lozada (hoy coronel en retiro), quien
fue condecorado por la VIII Brigada tan solo hace tres años, en un
reconocimiento tardío a sus servicios.
De la Violencia a la paz
De
los primeros años de combate contra el bandolerismo quedaron sendos relatos
publicados, piezas gráficas y audiovisuales. Vale destacar el documental Los
bandoleros (1965), realizado por un equipo de la Radio Televisión Suiza (RTS),
dirigido, en ese entonces, por François Enderlin (Radio Télévision Suisse,
1965). En esta pieza audiovisual, (haciendo gala de un francés fluido y
acompañado por un sargento viceprimero) un oficial de infantería (de grado
coronel y miembro del estado mayor de la Brigada) explicó no solo el problema
del bandidaje y la estrategia empleada para combatirlo, sino las condiciones
topográficas tan difíciles en las que tuvieron que conducir operaciones,
establecer comunicaciones y abastecer a las tropas en el terreno. El escenario
de esta producción no podía ser más apropiado: un completo museo militar que
existía en la unidad operativa y en el cual se exhibían máscaras en cera,
fotografías, mapas, propaganda, armas decomisadas y todo tipo de elementos que
fueron empleados por criminales que habían sido capturados o dados de baja en
combate.
Adicionalmente,
en 1965, se publicó el libro De la Violencia a la paz, escrito por el coronel
Armando Vanegas Maldonado (1921-2013), en concurso con el estado mayor de la
VIII Brigada, en el cual se detalla el trabajo llevado a cabo para pacificar la
región. Llama la atención, al inicio de la obra, una pequeña nota en la cual
los autores ponen de presente “[…] la vinculación de todas las fuerzas vivas de
la región que, mediante el esfuerzo conjunto, lograron erradicar la violencia y
dar paso al progreso y la tranquilidad” (Ejército Nacional, 1965). El texto
detalla lo que constituía el área de operaciones de la Brigada, el desarrollo
de los planes de acción cívica, el trabajo con las comunidades en las zonas más
recónditas, las acciones contra los bandoleros y el resurgimiento económico de
la región; además, rinde un homenaje a los soldados, suboficiales y oficiales
caídos (en los primeros años) en cumplimiento del deber.
El
coronel Vanegas fue ascendido a brigadier general y fungió como gobernador de
Caldas del 4 de marzo de 1966 al 9 de septiembre de 1967. A él le correspondió
hacer la transición política para la disgregación del ‘Viejo Caldas’ y la
creación de los departamentos del Quindío en 1966 y Risaralda en 1967 (El
último gobernador del Viejo Caldas, 2016).
Una historia por escribir
Dando
un gran salto, la historia del periodo entre 1970 y el 2022 aún está por
escribirse. Por ahora, en estas páginas se deja de lado, injustamente, el
detalle de innumerables vidas ofrendadas, heridos en combate, obras en
beneficio de la comunidad y operaciones adelantadas contra toda suerte de
estructuras criminales y de guerrillas (especialmente, el M-19 y las FARC); sin
olvidar las cruentas acciones sobre Génova (en 1985), donde se puso fin a la
tregua firmada por el M-19 y el gobierno Betancur, debido a unas acciones en
las cuales perdieron la vida dos menores de edad, cinco guerrilleros, un
oficial del Ejército y un capitán, un teniente, un sargento y seis agentes de
la Policía Nacional; Pijao (en 2001, con un saldo de varias víctimas) y la
capital quindiana (en 1985, con saldo de víctimas mortales).
No
obstante, sería imposible olvidar destacar la labor cumplida en los últimos
años por la VIII Brigada (trasladada, en 2012, de la III a la V División del
Ejército Nacional). Un compromiso reflejado en el apoyo a la comunidad en todos
los campos para lo cual se han preparado sus hombres y mujeres más allá de sus
labores estrictamente militares; por ejemplo, han participado en múltiples
actividades de gran impacto social, económico y ambiental (con el apoyo
efectivo y el compromiso absoluto de los profesionales oficiales de reserva
[POR]).
Durante
la pandemia, en un trabajo interinstitucional articulado con el gobierno
departamental y la Policía Nacional, la VIII Brigada atendió cada situación
derivada de la emergencia: apoyo a las jornadas de vacunación, seguridad en el
territorio durante el confinamiento, entregas coordinadas con los gobiernos
municipales de material de bioseguridad y mercados para beneficiar a las
comunidades más vulnerables. Durante el paro nacional, protegió a la
ciudadanía, buscó garantizar la seguridad de los activos estratégicos de la
nación (con la totalidad de las capacidades humanas y técnicas de los seis
batallones que la integran [incluyendo al grupo GAULA], con presencia
permanente en peajes y aeropuertos) y envió a sus tropas a escoltar las
llamadas ‘Caravanas por la vida’ en los ejes viales, de manera que se pudiera
asegurar el abastecimiento de artículos de primera necesidad durante el tiempo
de protestas.
Además,
a través del Batallón de Ingenieros No. 8 “Francisco Javier Cisneros”, con sede
en Pueblo Tapao y cuyas antiguas instalaciones fueron obra del civismo
quindiano (ubicadas en el barrio San José a donde llegó trasladado de Medellín
en 1958), se han dispuesto las unidades expertas en gestión del riesgo en cada
lugar donde han ocurrido desastres; como el apoyo en el mantenimiento de la red
vial y el empleo de maquinaria en labores de remoción y adecuación de vías, el
combate diario de los factores de inestabilidad y la prevención del delito o la
labor efectuada de remoción de escombros y de reconstrucción de las islas en el
caso de la tragedia provocada por el huracán Iota en San Andrés y Providencia
(en noviembre de 2020).
Un merecido homenaje
Son 60 años de innumerables historias (protagonizadas por
activos y retirados), de esfuerzos individuales y colectivos, de sacrificios
anónimos (en lo pequeño o en lo grande, en lo cotidiano y en lo excepcional),
de logros institucionales, de obras adelantadas y de servicios prestados. Por
tal motivo, desde este espacio, se aprovecha para reconocer a los hombres y
mujeres que integran actualmente la VIII Brigada, bajo el mando del coronel Pedro Iván González Corredor
y se le rinde un honroso homenaje a los soldados, suboficiales,
oficiales y civiles desplegados en cada rincón del territorio que integran los
siguientes batallones: de Ingenieros No. 8
“Francisco Javier Cisneros”, en Pueblo Tapao; de Alta Montaña No. 5 “General Urbano Castellanos
Castillo”, en Génova; de Apoyo y Servicios para el Combate No. 8 “Cacique
Calarcá”, en Armenia; de Artillería No. 8 “ Batalla de San Mateo”, en Pereira;
de Infantería No. 22 “Batalla de Ayacucho”, en Manizales; y de Instrucción,
Entrenamiento y Reentrenamiento No. 8 "Capitán José Vicente Ortega y
Mesa", en Santa Rosa de Cabal y el Grupo de Acción Unificada por la
Libertad Personal (GAULA), en Pereira.
El Quindío, Risaralda y Caldas se sienten orgullosos de
ustedes y agradecen el trabajo que adelantan cada día; en especial, sus aportes
a la convivencia, a la protección de la vida, a la construcción de paz y a la
seguridad.
* Miembro Academia de Historia del Quindío.
Bibliografía
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pacificación del Valle 1962-1963. Editorial Retina
Castaño,
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del Ejército (1962) Disposición No. 018 septiembre de 1962.
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Hace 50 años nació Octava Brigada. (2012,
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Radio Télévision Suisse. (1965, 4
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La anterior reseña, fue publicada en el
Diario La Crónica del Quindío los días 1 y 2 de septiembre de 2022.
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