Jaime Lopera, lector

 

Entrevista publicada por el Diario La Crónica del Quindío el 14 de marzo de 2022.

Muchos oficios y páginas han ocupado los días de Jaime Lopera Gutiérrez. Detrás de los más visibles ejercicios del periodismo, la política, la consultoría de empresas y la historia, subyace la pulsión lectora y creativa que lo ha llevado a publicar colecciones de cuentos y ensayos breves, dos de las cuales han aparecido en la colección de la Biblioteca de Autores Quindianos. Apasionado por la obra de Navokov y buscador de versos memorables, Lopera ha construido un camino lector de amplios intereses y una obra literaria por descubrir y difundir.

-El jardín de tus oídos es su segundo libro en la Biblioteca de Autores Quindianos después de Postigos: asomos y presencias literarias.


¿qué significa para usted poder tener presencia en esta colección, y muy particularmente con su producción ensayística?

El jardín de tus oídos, un segundo libro publicado por la Biblioteca de Autores Quindianos, tiene una importancia especial para mí: representa la continuidad de un estilo literario que he elegido desde hace años como son los textos breves, en este caso cuentos y ensayos líricos. El jardín… prosigue entonces con igual formato al que ya habíamos publicado con el libro Postigos dentro del mismo sello editorial. La persistencia en escribirlo así radica en que la expresión de mis ideas permanece cercana a la brevedad, y refrendo al amigo que me decía que soy un escritor de cien metros planos y no de maratón.


-Ambos libros dan cuenta de su amplio universo de lecturas e intereses literarios. ¿Cómo se define usted como lector?

Me defino como un lector disperso: cuando un texto cae a mis manos, sea narrativa o ensayos políticos o sociales, no me desprendo del mismo hasta no tener una imagen más o menos definida de lo que he leído. Solo una vez hice un curso de paciencia al internarme en la literatura norteamericana de los últimos cincuenta años, para conocer a Carver, DeLillo, Foster Wallace, Roth, o Banville, que es un novelista irlandés importante. Los puse en orden y poco a poco empecé a deleitarme con ellos. Eso no es un método sino una serie de oportunidades en las que voy cayendo casi sin darme cuenta.

 

-¿Tiene algún procedimiento o práctica singular a la hora de leer?

En la idéntica dirección de lo dicho anteriormente, tengo cerca de mí una serie de libros que voy mirando sin ninguna condición especial, casi como al azar, y es por ello que tengo una larga lista de espera para entrar en ellos, salvo los que conciernen a mi papel como historiador, que trato que evacuar lo más pronto posible para no perder el momento de actualizarme en esta materia. A la hora de leer no tengo, como muchos, una metodología clara: poseo ejemplares en varios sitios de la casa, incluso en los baños, y varias veces me ha pasado encontrar en el retrete un buen texto que había olvidado: me pasó hace poco al tropezar con un ejemplar de la revista Al Margen, de Mario Arrubla, que removió todas mis huellas sartreanas.

 

-¿Qué le atrae del ensayo breve? ¿Cómo lo concibe?

El ensayo breve nació en mi como una insatisfacción: comprendido un tema, me costaba trabajo extenderme demasiado para tratar de expresar en pocas líneas lo que quería. Esta es una curiosa enfermedad literaria, que denomino “incompletez”, y ella hace que cuando emprendo la tarea de escribir un largo cuento o ensayo, de repente no puedo seguir. Ese defecto traté de enmendarlo en mi novela Los Cuadernos de Flynn, publicada por Amazon, pero creo haber sucumbido en el intento. Un tema extenso se me queda en un texto breve, y de esa desgracia no he podido pasar; por eso termino haciendo lo que se llaman ensayos líricos hasta que descubrí el mago que los inventó: Montaigne. Con todo, el mexicano Alejandro Rossi ha sido mi maestro por mucho tiempo.

 

-¿Qué ha significado la narrativa hiperbreve en su periplo como lector y escritor?

Las narraciones hiperbreves nacen en mí casi inadvertidamente: tengo una cierta veneración por la síntesis y hacia allí suelen orientarse mis mayores esfuerzos. Asumo que quiero ser amigo de mi lector y que él prefiere textos cortos dado que, en la vertiginosa época actual, pueden ser digeridos más fácilmente. Confieso ser así un cómplice de los haraganes literarios, pero ya me cogió la tarde para enmendar esa tribulación.

 

-¿Cómo percibe la recepción de los lectores a su obra de ficción y ensayística? ¿Ha tenido algún tipo de retroalimentación?

No tengo, hasta el momento, ninguna percepción quindiana acerca de mi obra literaria. Verbalmente algunos críticos de valía, como Carlos Alberto Castrillón y Nodier Botero, me hicieron comentarios de boca, pero pocos más. Ángel Castaño lo hizo en una misiva personal y le refuté algunas incongruencias en una carta que nunca le hice llegar. Además, la distribución de los libros de la Biblioteca de Autores Quindianos (qué lástima decirlo) es menguada y no llegan donde alguien podría ocuparse de ellos.

 

- ¿Qué opinión le merecen las políticas y planes de lectura que actualmente tienen vigencia en el país?

Suelo ser muy crítico de esa situación porque no existe un plan integral que abarque dicha asignatura. Solo basta imaginar que la enseñanza de la historia está en pañales y revivirla sigue siendo una tarea compleja a pesar de las leyes existentes en esta materia. Cada sección del país suele improvisar sus políticas culturales y, en ese sentido, la tarea de la BAQ es relativamente eficiente: los seis volúmenes de la historia del Quindío que hemos realizado tienen por lo menos un grupo de lectores aficionados que hacen valer lo que se ha hecho sobre nuestra pequeña historia, gracias a distintos aportes de algunos gobiernos departamentales.

 

-¿Cómo ha sido su relación con las bibliotecas (públicas o privadas)?

En lo personal, solo por la contribución especial de la Biblioteca Pública de Quimbaya puedo dar fe de la difusión de mis obras gracias a los contenidos históricos que he desarrollado en varios escritos, y al esfuerzo de su eficiente director. En la de Calarcá creo que se conocen más mis textos, particularmente La Culpa es de la Vaca, que es un libro de autoayuda muy acreditado nacionalmente.

 

-¿Qué obras ocupan por estos días su tiempo de lectura?

Mas producción que lecturas: ordenar una serie de cuentos cortos y ensayos líricos que pienso dar a un editor que se interese. Pero la mayor parte del tiempo lo estoy dedicando a producir un libro sobre la historia del Quindío en formato de viñetas, o compendios, más que un documento cronológico que suele ser lo habitual. Estoy finalizando también la lectura de la autobiografía de Barack Obama y leyendo el último libro de Humberto De la Calle, que contiene excelentes criterios sobre la política colombiana.

 

-¿Qué piensa de la relectura? ¿Cuáles son algunas obras o autores a los que siempre vuelve?

Soy muy partidario de las relecturas: en este año he dejado de comprar libros porque la cantidad de autores que quiero repetir es muy abundante, y mi satisfacción al releer a Salinger, a Nabokov, a Ibargüengoitia, a Pessoa, no tiene nombre.

 

*Contenido realizado como parte del proyecto “Lecturas y miradas a la Biblioteca de Autores Quindianos, una década de historias y voces recuperadas”, ganador de la Beca para el Fortalecimiento a la Creación y Circulación de Contenidos de Crítica Cultural y Creativa del Programa de Estímulos del Ministerio de Cultura 2021. 

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