Circasia y sus tesoros del patrimonio arquitectónico

La pandemia nos ha dejado grandes lecciones para la puesta en escena de nuevas ideas que fortalezcan el panorama turístico de nuestra región del Eje Cafetero. Y también para aplicar una nueva modalidad en el departamento del Quindío. Muchos la llaman "puebliar', o sea visitar las estancias de un departamento, que por fin se mira en sus raíces identitarias. Igualmente - y considerada ella como una posibilidad de ofrecer nuestros atractivos culturales y naturales a los departamentos vecinos - otros la llaman el Turismo de Cercanías.

Con una u otra denominación, lo que podemos mostrar y validar a los visitantes es, por fin, el Patrimonio Cultural Material y, con ellos, disfrutar y vivir el Patrimonio Inmaterial, a través de sus expresiones populares, sus manifestaciones festivas y las tradiciones artesanales o culinarias.

Se pudo apreciar claramente que el obligado encierro hizo dirigir nuestra vista a los paisajes que nos rodean, a los seres humanos portadores de tradiciones y al entorno. Descubriendo en ellos los aspectos que antes no queríamos apreciar en su integralidad.

Con el fin de visibilizarlos, se harán en todos los municipios del Quindío, durante el mes de octubre, una serie de charlas sobre el Patrimonio Cultural en todas sus formas, complementadas ellas con recorridos de sentido cultural por sus calles, hitos históricos y puntos de encuentro.

Con la primera actividad, en Circasia, su título y puesta en acción nos llevará también a la valoración y conocimiento de lo que ha estado con nosotros, pero que no lo apreciamos. "Los tesoros escondidos del Patrimonio Cultural" no es el recuento de los valores económicos que connotan a Circasia. Es el inventario de bienes arquitectónicos, de obras de arte y de los detalles que permanecen allí en los alrededores de nuestra cotidianidad. Es la posibilidad de conocernos mejor y de poner en valor los referentes de nuestra identidad cultural. Si nos preguntamos dónde están, podemos contestar que siempre han hecho parte de la vida de sus habitantes o que fueron construidos para disfrutarlos en las casas antiguas, las mismas que hoy tampoco valoramos. No pasa por nuestra perspectiva que los objetos, las viviendas o hasta las personas, son los tesoros patrimoniales a los que aludimos. Ellos pueden ser fuente de un nuevo propósito para el desarrollo turístico, pues son en esencia el insumo del llamado turismo histórico y cultural.


Las casas de bahareque.


Los "tesoros" del Patrimonio Cultural de Circasia están dentro de muchas casas tradicionales y en los lugares que todos los días frecuentamos en el medio popular. Ellos son, por ejemplo, el parque, el café o el sitio de encuentro colectivo.

Un factor que, por fortuna, no afecta con fuerza el incipiente desarrollo turístico de Circasia, es la conservación interna de muchas construcciones antiguas de bahareque y que hoy son las sedes de restaurantes y de otros negocios del engranaje comercial para el servicio del visitante y del turista. Si escogemos un primer sector del municipio, para identificar los tesoros, vemos que es el más atractivo y frecuentado. Es el marco de su plaza principal y las manzanas urbanísticas más cercanas. El siguiente es un sucinto inventario de sus tesoros:

La cuadra más conservada, una de las cuatro identificadas en el departamento. Las otras tres se encuentran en Calarcá y dos en Filandia, siendo una de ellas la denominada Calle del Tiempo Detenido.

Cuatro esquinas de su conjunto arquitectónico central, donde se aprecian todavía los balcones curvos, que ya han desaparecido en Salento y Filandia.

Cielorasos con variadas tallas, en cada una de las habitaciones de casas antiguas.

Detalles significativos en su interior, donde los que más se admiran son muchas puertas de comedor, algunas de cuatro alas unidas y plegables y que poseen hermosos calados de madera.

Colores vernáculos sobrevivientes, identificados por un solo tono en la pintura de fachadas, como antaño se imprimía en colores pastel y de suave presentación.

Varias construcciones soberbias e históricas, entre ellas el colegio San José, la vivienda de bahareque de tres plantas de la cuadra aledaña a dicho plantel y la Casa Museo Cipriano Echeverry

Una historia de restauración modelo, la que relata la recuperación de la puerta principal de vivienda más bella.

Dos detalles que ya han desaparecido en gran profusión en los municipios turísticos de Salento y Filandia. Son ellos las antiguas baldosas que engalanan los primeros pisos de algunas casas antiguas y los grabados de varios andenes, que datan de las décadas de los 30 y 40 del siglo XX.

Si nos trasladamos a otro sector municipal, en la salida a Montenegro, encontramos el otro testimonio urbano que se proyecta como tesoro patrimonial. Allí están los dos cementerios. En el simbólico panteón que se conoce como el Cementerio Libre, su arquitectura es reflejo de sobriedad y armonía. Mientras tanto, en el Cementerio Los Ángeles, los mausoleos familiares - que no fueron destruidos en la primera década del siglo XX - nos relatan una historia de los imaginarios, junto con otras tumbas sencillas, como la que se considera es un monumento al culto funerario popular.


 La identificación de los tesoros patrimoniales no se centra solo en lo arquitectónico tradicional. Están también en las muestras artísticas de sus pintores famosos y en las colecciones arqueológicas. Se fundamentan en la capacidad de valorar esos bienes, pero también en el respeto hacia las tradiciones culturales, lo que sustenta un sentido de ver al Patrimonio Cultural como el tesoro de identidades conjugadas. Entre esas tradiciones o manifestaciones de la cultura popular están, entre otras, las del ámbito artesanal de las fibras, los bejucos y la madera rústica. La de las delicias culinarias. Y una que se resiste a desaparecer, en medio de la tristeza de sus protagonistas, la de las carretas para carga, y que algunos viejos carreteros parquean en el parque principal.

Por último, el tesoro más valioso de un acervo patrimonial es el que está personificado en los viejos. Porque ellos son el templo que alberga la memoria y la tradición.

 

Roberto Restrepo Ramírez.

Academia de Historia del Quindío – Académico de Número.

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