Había ingresado hacía
unos pocos años al periodismo local, a través del noticiero Reportero Caracol
de Radio Reloj de Calarcá, dirigido por mi padre Aldemar Rojas Martínez, cuando
se empezó a hablar del inversionista Colombo-Alemán Carlos Enrique Lehder Rivas.
Había por lo menos tres empresas famosas de este empresario, Inversiones Cebú,
Hotel Posada Alemana y la famosa finca Pisamal, que había sido uno de los
íconos de la colonización del Quindío en la zona central de este departamento,
en el municipio de La Tebaida.
Pocos periodistas tenían
acceso a Lehder, y mucho menos los imberbes, recién llegados a la actividad.
Frisaba yo por los 20 años cuando en la ciudad se oía el tema del inversionista
colombo-alemán, y, por supuesto, como periodista, buscaba afanosamente una
entrevista con el señor. Escuchaba en el noticiero de RCN que lo entrevistaban
muy de seguido Jorge Eliécer Orozco y Carlos Silva, y, con razón, pues siempre
que este joven empresario estaba en la ciudad traía noticias nuevas e
interesantes.
No me cabe la menor duda
de que Lehder fue el pionero del turismo en el Quindío, tenía esa visión, por
eso adquirió esa maravillosa tierra mirador de Salento donde construyó el Hotel
Posada Alemana, y con el mismo fin, al otro lado, en la Tebaida, había adquirido
la hacienda Pisamal.
La
Posada Alemana, una fiesta permanente
Me invitaron varias
veces a ver el avance de las obras del hotel y, también a la inauguración, un 8
de diciembre de 1982, día en que se cumplía el segundo aniversario de la muerte
del cantante John Lennon, de los Beatles, el ídolo e Lehder. Y ese día se
descubrió allí una estatua gigantesca de Lennon, hecha en el taller del maestro
Rodrigo Arenas Betancourt.
Recuerdo también que al
acto de inauguración asistió el obispo de Pereira, monseñor Darío Castrillón
Hoyos, en vez del obispo de Armenia, monseñor Libardo Ramírez Gómez, que se
había negado a darle la bendición a la Posada. En realidad, yo no entendía muy bien
las razones de la negativa del obispo Ramírez.
Lo cierto es que hubo
una fiesta maravillosa. Antes había ido allí a otras fiestas, a las carreras
nacionales de motocross, muy famosas, donde el anfitrión, Carlos Lehder, se
esforzaba por atender a los periodistas. En cada mesa había una botella de
whisky por cada silla ocupada. Ese 8 de diciembre y los días anteriores, gocé
de muchos licores y viandas a cuenta del empresario colombo-alemán. Lo malo era
que yo no tenía carro, ni plata para pagar un pasaje, y recuerdo que casi
siempre, después de esas fiestas, pasadas las ocho o nueve de la noche, me
venía a pie hasta Armenia, driblando las luces y los carros en esa peligrosa
carretera.
La
avioneta que denunció Lleras
De pronto, un día leí en
el diario El Tiempo una nota publicada por el expresidente Carlos Lleras
Restrepo que hablaba de una avioneta que Lehder le había regalado al
Departamento del Quindío, y los orígenes del dinero de ese regalo. Y sabía que
la avioneta estaba en el aeropuerto El Edén, y habíamos registrado la noticia,
pero, por lo menos yo, no conocía de dónde venía el dinero.
No me quedó claro lo que
dijo el expresidente Lleras, sobre los dineros de Lehder, porque en el escrito
no mencionaba la palabra narcotráfico. Esa palabra, además, no estaba en mi
diccionario aún, y solo la conocí mucho después.
Salón
Bahamas
Recuerdo que el
inversionista le hizo una donación al Círculo de Periodistas del Quindío,
presidido por ese entonces por el colega Alfonso Osorio Carvajal. Con ese
dinero, se hizo un lujoso salón en el edificio del CPQ, ubicado en la esquina
de la calle 19 con carrera 20. Y le pusieron un nombre rimbombante y descarado:
Salón Bahamas. Ya para entonces, se decía que Lehder era tan rico que poseía
una isla en las Bahamas.
Los
Extraditables
En los primeros meses
del año 1983, apareció en casi todos los medios nacionales una página completa
de un documento pidiendo la no extradición de nacionales a los Estados Unidos,
firmada por Los Extraditables. No sabía que entre ellos estaba el quindiano
Carlos Lehder Rivas.
Seguía la vida del
personaje, que se hizo muy popular en Armenia y el Quindío. Conocía a su esposa
Liliana García, pero también oía de las bacanales que se hacían con niñas muy
jóvenes, muchachos menores de edad, que se estragaban de licor y drogas
alucinógenas. Pero no sabía que su oficio era el de narcotraficante.
En
la política
De pronto, apareció la
creación del Movimiento Cívico Latino Nacional, como estandarte político de
Carlos Lehder. Y para promoverlo, compraron un periódico mensuario o
‘salsipuedes’ como llamamos a esos medios que son el esfuerzo de un solo
periodista. Quindío Libre se llamaba y pertenecía al periodista Noel Ospina
Romero, ‘Paloma’.
Es aquí donde me entero
del narcotraficante Carlos Enrique Lehder. Él y el periodista Leonel Dávila
Marín me invitaron a una reunión para que yo asumiera la jefatura de redacción
de Quindío Libre. Me ofrecían ganarme 20 veces más de lo que percibía como
periodista en La Voz de Armenia, noticiero Todelar del Quindío. Me asusté, pero
también me brillaron los ojos de ambición. Les dije que en dos días les daría
respuesta.
Les consulté a dos
amigos. Al profesor Carlos Miguel Ortiz, con el que veía todas las semanas las
cátedras de investigación histórica en la carrera de Ciencias Sociales en la
universidad del Quindío. Me abrió los ojos y me contó los detalles del negocio
del narcotráfico en el que andaba Lehder. Luego fui donde mi amigo y colega
Ernesto Acero Cadena, y me dijo casi lo mismo. De inmediato tomé la decisión: no
acepto.
Recuerdo las grandes
manifestaciones de este movimiento. Me atraía muchísimo el reclutamiento de
adolescentes, casi todos menores de 15 años, en un movimiento juvenil
denominado Leñadores, que se vestían con uniforme caqui, y que recibían con un saludo
Nazi, estirando la mano, al líder del movimiento, al señor Lehder. Como yo era
estudiante de Ciencias Sociales, sabía muy bien lo que esto significaba y la
ideología que había adentro.
Lehder era fogoso, buen
orador, llenaba la plaza Bolívar de Armenia cada 15 días y tenía asustada la
casta política regional. Lograron dos diputados y dos concejales en las
primeras elecciones, en 1984, cuando el movimiento apenas nacía a la vida
pública, y a pesar de la persecución abierta a su líder, tras el asesinato, el
30 de abril de 1984, del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla.
Yo acaba de ingresar a
la nómina de RCN radio en el Quindío, estaba celebrando el cumpleaños de mi
novia, en su casa, cuando me llamó Juan Gossaín, y me dijo que me fuera para la
emisora que íbamos a realizar un especial con todas las ciudades sobre las
medidas que se estaban tomando.
Lehder desapareció del
Quindío, sus propiedades fueron allanadas, muchas personas fueron retenidas, a
otras les dieron la oportunidad de ‘volarse’, porque tenían buenas conexiones
con la Policía. Lehder apareció unos meses después, en un reportaje que publicó
un periódico regional, La Patria, firmado por el colega Gonzalo Uribe, donde
Lehder está con una metralla en la mano y unas cananas cruzadas, vestido de
guerrillero. Uribe me contó después que las fotos y la entrevista se hicieron
en los Llanos Orientales.
Después, en 1987,
supimos de la captura, el 4 de febrero, y el resto, es historia. Lehder funge
hoy como el primer narcotraficante colombiano extraditado a los Estados Unidos.
Miembro del Cartel de Medellín, cuyos principales capos están muertos. Ledher
se salvó de morir en la guerra con el Estado colombiano, pero ha muerto a
gotas, durante 35 años, en una prisión en los Estados Unidos. Y, coincidencialmente,
en estos 35 años fue muriendo su ícono en el Quindío, la Posada Alemana, que
hoy está en ruinas, prácticamente desaparecida, casi como su creador.
Esta semana se supo de
su liberación, en un convenio diplomático de Estados Unidos con Alemania, a donde
llegó este quindiano, abatido y enfermo. La verdadera historia de Lehder y su
entorno quindiano, frente al contexto internacional del narcotráfico, aún está
por escribirse.
Artículo publicado en El Quindiano el 21 de junio de 2020
Miguel Ángel Rojas Arias
Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío
0 Comentarios