Atrás de izq. a der.: Bianchi, Maffei, Tissera, Sánchez, González, Lombardo y Carugno. Adelante de izq. a der.: Belén, Cazaubón, Gómez, Alarcón, L’Spina y Garelli. |
Josué Carrillo (Columnista invitado)
En estos días leí la
noticia de que el Deportes Quindío tiene un pie puesto en la ronda de
semifinales del campeonato de ascenso; quizás peco de pesimista, pero no hay
motivo de ilusiones y lo veo eliminado muy pronto. Un equipo sin ninguna
aspiración, con el destino programado de formar jugadores que, si triunfan, sus
transferencias resultan ser rentables para los dueños de sus pases. El equipo
de fútbol que en sus comienzos era ávido de triunfos, que en la famosa época de
El Dorado estuvo en los primeros puestos y alcanzó su única estrella, cayó en
el mismo marasmo que absorbió la ciudad que lo patrocinó.
El Deportes Quindío tuvo
su origen hace casi 75 años, en Rosario, Argentina, cuando varios jugadores de
diferentes equipos se unieron para hacer una gira por Colombia; en ese entonces
existía la llamada piratería, pues el país no estaba afiliado a la FIFA y no se
necesitaba pase internacional para hacer parte de un equipo colombiano. Fue por
esta razón que, en los diez estadios colombianos de la época, jugaron estrellas
del fútbol argentino como Alfredo Di Steffano, Adolfo Pedernera, José Manuel
Moreno, Néstor Raúl Rossi, del River Plate; René Pontoni, del Newell’s Old Boys;
hubo jugadores de muchos otros países y varios integrantes de la selección
uruguaya (Schubert Gambeta, Eusebio Tejera, Ulises Terra, Bibiano Zapiraín),
recién coronada campeona mundial en el célebre “Maracanazo”. Todos ellos
jugaron aquí sin necesidad de tener pase.
En Argentina el fútbol vivía
una crisis, fue entonces cuando Moisés E. Reuben contactó a José Próspero
Fabrini con la idea de formar un equipo, para hacer una gira por Colombia, con
miras a quedarse aquí. Así lograron integrar un equipo con dieciocho jugadores,
casi todos rosarinos, al que llamaron Rosario Wander’s. La nómina inicial
estuvo conformada por Ángel Bianchi, Francisco Lombardo, Orlando Coello, Sánchez,
González, Carugno, Alberto Belén, Norberto Gómez, Elger Paolo Alarcón, Eduardo L´Spina,
Mario Garelli, Roberto Urruti, Enrique Maffei, Mandarini y Américo Tissera. Días
después se incorporaron al equipo Alberto Cazaubón, Manuel Dante Paiz, Juan Barbieri
y Walton. El Wander’s, así formado, hizo una breve gira por Colombia y cosechó
triunfos en las plazas donde se presentó. El primer partido, recién llegado a
Colombia, lo jugó contra el equipo Universidad, en Bogotá y le ganó 1 a 0, con
gol de L´Spina en el minuto 36 del segundo tiempo.
El 1 de agosto de 1950, una
junta compuesta entre otros por Nepomuceno Jaramillo, Félix Salazar
Santacoloma, Julián Velásquez, Antonio Hadad y Ramón Gómez Salazar, registró en
la notaría segunda el equipo Deportes Quindío y negoció con Carlos Pizarro, el
empresario del Wander’s, para que todo el equipo se quedara en Armenia y
representara la ciudad; pagó por todos ellos la suma de 16.000 dólares, cerca
de 50.000 pesos de la época y el 8 de enero de 1951 se firmó el acta de la
fundación del equipo Deportes Quindío.
Armenia, en ese entonces
un pueblo de escasos 70.000 habitantes, no tenía un estadio que le sirviera de
escenario al nuevo equipo; por este motivo, hubo que buscar el sitio donde
construirlo y encontraron el lugar adecuado en un lote de don Ciro López, vecino
a los cuarteles del batallón Cisneros. Se hicieron las negociaciones y enseguida
se inició la construcción, pues no había tiempo que perder, dado que ya se
tenía el equipo y la Dimayor había aceptado su inscripción para participar en
el campeonato de 1951. Se trabajó sin pausa durante tres meses, desde el día de
la negociación del lote hasta el día antes de la inauguración del estadio, para
dejarlo en condiciones aceptables. Mientras avanzaba la construcción, el equipo
tenía que entrenar en una cancha improvisada en “la canoa”, un potrero de la
finca que tenía don Vicente Giraldo en donde hoy está el barrio El Recreo.
El uniforme del equipo,
consistente en una camiseta de color verde con una distintiva V amarilla en el
pecho, pantaloneta blanca y medias del mismo tono verde, que son los colores de
la bandera de Armenia. La V fue idea de Nepomuceno Jaramillo, hincha del club
argentino Vélez Sarsfield; por ser uno de los fundadores del equipo y como su
opinión tenía suficiente peso, propuso el mismo diseño de la camiseta del Vélez
para la del Deportes Quindío.
Llegó el domingo 18 de
marzo, día de la inauguración, pero como el 19 era festivo, día de san José, se
postergó el partido para aprovechar hasta el último momento y darle mejor
acabado a la obra. Fue por haberse inaugurado en este día que se le dio al
nuevo estadio el nombre san José. Este estadio tenía algunas particularidades,
por demás simpáticas: había una tribuna, “gorriones”, para todos los niños que
quisieran entrar gratis; la gradería de preferencia, hecha con tablas, parecía
más de un circo que de un estadio de fútbol, y la licencia que tenía un
espectador, Roberto ‘Cobija’, para entrar en su automóvil a ver los partidos. Esto,
porque don Roberto era discapacitado.
El primer partido lo jugaron
contra el campeón del año anterior, el Deportes Caldas y lo ganaron 3 a 1; fue
este el primer triunfo del equipo. que en los siete años siguientes solo trajo
alegrías y gratas emociones a su hinchada, que era todo el pueblo.
Enseguida se reseña la
campaña del equipo en sus primeros siete años, lo cual evidencia la categoría
que tuvo nuestro equipo en sus comienzos:
En 1951 el Deportes
Quindío quedó en el quinto lugar y uno de sus delanteros, Alarcón, ocupó el
sexto puesto en la tabla de goleadores.
En 1952 volvió a quedar
en el quinto lugar y dos de sus delanteros, Garelli y ‘manco’ Gutiérrez,
ocuparon el tercer y quinto puesto, respectivamente, en la tabla de goleadores.
En el año 1953 el equipo
quedó subcampeón, a solo dos puntos de campeón Millonarios; el máximo artillero
fue Mario Garellli y el sexto en la tabla de goleadores fue Elger Paolo Alarcón.
A finales de este año el
equipo hizo una gira por Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala,
Nicaragua, Haití y Curazao de donde regresaron cargados de triunfos morales,
pero con las arcas con saldo en rojo debido, básicamente, por los pasajes
aéreos. Para arreglar no sé qué enredos frutos de esta cuasi quiebra, el
municipio compró el estadio San José y le cambiaron al equipo su razón social y
empezó a llamarse Atlético Quindío.
En el año 1954, con nuevo
nombre, el equipo repitió el subcampeonato y cuatro de sus delanteros (Garelli,
Cazaubón, Urruti y Alarcón), estuvieron entre los diez primeros de la tabla de
goleadores del torneo.
En 1955 el equipo cedió
un poco y cayó al tercer lugar y sus delanteros Genes y Urruti igualaron en
anotaciones el noveno puesto en la tabla de goleadores.
1956: ¡LA GLORIA! En este
año, después de una excelente campaña, con 17 partidos ganados, 4 empatados y 4
perdidos, el Atlético Quindío se coronó campeón y su delantero ‘manco’
Gutiérrez fue el primer jugador colombiano con el mayor número de anotaciones
del campeonato. La alegría se tomó el pueblo que, sin baños de harina, ni
saldos de heridos y muertos, celebró la llegada del equipo campeón y lo
acompañó desde el aeropuerto El Edén hasta la plaza de Bolívar. A todo lo largo
de este recorrido, hecho en uno de los carros del cuerpo de bomberos y seguido
por un desfile que hacía sonar pitos y sirenas, a los jugadores les lanzaban esporádicos
manojos de flores en medio de vivas y aplausos.
Aunque siempre se dice
que el entrenador (hoy director técnico) era Juan Francisco Lombardo, hay que
reconocerle los méritos a Julio Tocker, quien dirigió el equipo hasta octubre,
casi al final del campeonato.
En 1957 volvió al tercer
puesto y Walter Marcolini, una de sus nuevas adquisiciones, fue el segundo en
la tabla de goleadores. Esta fue la ultima actuación decorosa de nuestro
querido Deportes Quindío, aunque tal vez se pueda mencionar el equipo de 1964,
cuando punteó casi todo el año y terminó en el cuarto puesto.
Hoy el Deportes Quindío
es un equipo de regular categoría de la segunda división, al que pareciera
habérsele prohibido ascender, porque resulta más rentable mantenerlo en la segunda
división que en la primera. Un equipo con barras bravas, pero sin hinchada, sin
quien le tenga sentido de pertenencia y sin doliente alguno.
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