«La fabulosa historia del oficio de un cometero y la cometa de Chun en Filandia» y «La célebre cometa de Chun» son dos artículos escritos, el primero, por los académicos de número Jorge Hernán Velásquez Restrepo y Roberto Restrepo Ramírez y publicado por el diario La Crónica del Quindío el 11 de noviembre de 2018, y el segundo, por el también académico Álvaro Hernando Camargo Bonilla.
Estos dos textos escritos a tres plumas rescatan la anécdota histórica de Chun, el cometero y talabartero de Filanda. La Historia de Jesús María Ocampo, quien era apodado Chun, fue reseñada por el historiador Alfonso Valencia Zapata y transcrita luego por el médico Gustavo Ocampo Chica en su libro «Filandia, historia y humor» - 1984.
La fabulosa historia del oficio de un cometero y la cometa de Chun en Filandia
El coraje de este personaje es ejemplar para muchos, “porque es el esfuerzo de muchos para abogar por el bienestar de su comunidad”.
La fábula es una modalidad literaria que se destacó hace mucho tiempo y cuya conducción va en el sentido de aportar una lección o resaltar un valor. A eso, que resulta de la acción contada, lo llamamos moraleja. Los mayores exponentes de la fábula fueron Esopo, en la antigua Grecia; y Samaniego, en España del siglo XVIII. Las fábulas como “el asno y su amo”, de Esopo, con animales incorporados, y las de Samaniego, especialmente para niños, nos dejaron la sensación de fantasía y a la vez de ejemplo de vida.
Quindío, a través de sus oficios históricos, también ha contado con un compendio de labores fabulosas que rayan en la invención y la leyenda- y que son más interesantes por sus oficiantes o protagonistas populares de sus municipios.
Entre muchos, cuatro quedaron en el imaginario colectivo de la anécdota histórica: Chun, el cometero y talabartero de Filandia. El doctor Cuajada, también talabartero y soñador de Armenia. Catarino Cardona, “litigante” y abogado de los afectados por la Concesión Burila, y a quien se le recuerda en Salento. Guerrero y su globo, comentado en Armenia y Montenegro.
La historia de Jesús María Ocampo, apodado Chun en Filandia, fue reseñada por don Alfonso Valencia Zapata, y transcrita luego por el médico Gustavo Ocampo Chica en su libro “Filandia, historia y humor” —1984—. Se relata en ella cómo este parroquiano, preocupado por el buen empleo del tiempo de ocio de sus coterráneos, les propuso fabricar una descomunal cometa.
En la agradable narración se destaca la colaboración de todos los habitantes para terminar la que seguramente fue la cometa más grande del mundo. Se conoce ello por la tradición oral y en lo relatado por sus familiares directos. Si se hubiese ponderado su descomunal tamaño, no hay duda alguna que la cometa de Chun habría roto el premio Guinness de la época. Sucedió ello en la época del gobierno liberal de Enrique Olaya Herrera.
Su gestor y promotor era un ciudadano muy conocido en Filandia, quien trataba con cariño como “mis muchachos” a todos sus vecinos. Fue asesinado el 14 de noviembre de 1960 y su historia fabulosa se ha convertido en la prosa más graciosa de la vida del siglo XX en Filandia, como lo consigna Alfonso Valencia Zapata en su escrito.
La cometa proyectada por Chun debía ser “tan grande que no cupiera por la puerta de la iglesia parroquial, ni en el campo de fútbol”. Y lo logró, no solo en su construcción, a tal punto que “medía lo equivalente a una casa de bahareque de dos pisos de la plaza principal”.
El oficio de talabartería, original en Chun, le ayudó mucho a coser la gran cometa con cáñamo, la cual unió a grandes y delgados varillones de guadua conseguidos en una finca cercana al municipio. Se cuenta que los materiales le dieron un peso sobresaliente a la cometa, aunque ello no impidió seguir en el empeño comunitario de remontarla en los cielos desde los potreros que dan hacia el municipio de Circasia.
Cuando la terminó, cosiéndola con lona de camión y ropa usada, su hija ya había terminado la cola, de “tres cuadras de largo”. El momento más sublime se dio el día de alzar vuelo, en el mes de julio, con tanta fuerza que la cometa lo arrastró. En un segundo intento, dos semanas después, el viento arreciaba pero la cometa tenía más cuerda, amarrada a una manigueta.
Desde que la cometa “se perdió por el occidente” llevada por los fuertes vientos, ella quedó en el perenne recuerdo de los filandeños.
Así termina su relato
Valencia Zapata.
“Y todavía cuando los parroquianos toman licor hablan de la célebre cometa. Cierta ocasión un contertulio hacía el elogio de los finos calzoncillos que había comprado en el comercio de Armenia y esto lo repetía a cada momento, hasta que un compañero ya fastidiado con tanto autoelogio a la prenda íntima le dijo: “No hable tanta paja, que sus calzoncillos no rebajan de ser pedazo de la cometa de Chun.
Desde ese entonces para opacar a quien hable mucho en Filandia de sus prendas íntimas le dicen: “sería que los hicieron con un pedazo de la cometa de Chun. Pero si son los pantalones de algún caballero, que los alaba por nuevos, le dicen: “Esos pantalones no rebajan de haber sido de la cometa de Chun.
Se podría afirmar que lo logrado por Chun fue un maravilloso despliegue de liderazgo comunitario alrededor de la gran cometa. Chun quiso volar no solo alto, sino más allá de la capacidad humana de remontarse por las alturas. Nuestros municipios quindianos necesitan muchos “Chun”, porque solo el coraje de uno de estos personajes podría arrancar, desde el piso hacia el infinito, a las grandes cometas de la esperanza, que pesan por el sufrimiento y la angustia de los pueblos frustrados en su porvenir.
La osadía de “Chun” se refiere al esfuerzo de muchos ciudadanos anónimos, que en todas partes del mundo abogan por el bienestar de su gente. De esto se tratan las formas tradicionales de organización social, que son una valiosa manifestación de patrimonio inmaterial.
La moraleja del maravilloso relato está directamente relacionada con el valor de la constancia y eso es lo que emociona a los pueblos que ven en sus personajes los modelos de su acción ciudadana.
Fascinados por la historia de Chun, la más importante asociación cometera de Antioquia, denominada Yaripa, realizó el I Festival Internacional de Cometas en Filandia hace 20 años, esto es, del 6 al 8 de agosto de 1998. Una parte constitutiva de dicho festival fue el desfile de la cometa de Chun, lo que devolvió a los filandeños la remembranza de este inolvidable cometero.
En 1999, el terremoto del
Eje Cafetero impidió la realización del segundo Festival, aunque sus
organizadores —igual que el ánimo que caracterizó a Chun— no desisten en su
empeño de concentrar otra vez a cometeros de varios países a finales de 2018 o
principios de 2019.
Roberto Restrepo Ramírez
Academia de Historia del
Quindío – Académico de Número 4
Jorge Hernán Velásquez
Restrepo y Academia de Historia del Quindío.
Academia de Historia del Quindío – Académico de Número 15
La célebre cometa de ‘Chun’
Fábula titulada “La cometa de Chun”, narrada con lujo de detalles por el historiador Alfonso Valencia Zapata en el libro: “Filandia, historia y humor”. La leyenda asevera que fue la cometa más grande del mundo, tan colosal que no pasaba por la puerta de la iglesia parroquial, y que su medida semejaba el frontis de una casa de bahareque de dos pisos.
Ensambló el armazón con grandes y delgados varillones de guadua conseguidos en la finca del señor Julio Ocampo, ubicada en la vereda Argenzul de Filandia. Terminada la estructura, empezó la infructuosa búsqueda en el comercio de Filandia de la tela para cubrirla. Como no la halló, se trasladó a Armenia y en un almacén de venta de carpas para camión compró dos de la medida de camión de veinte toneladas. Farolero regresó al pueblo y empezó el trajín de juntar las dos carpas que posarían sobre el bastidor de la cometa. Procedió a la costura de las dos secciones, para ello apeló a las ajugas de arria. Previstas las medidas procedió a cortar la cubierta de la cometa. A simple vista el armatoste parecía más a una carpa de circo de pueblo que la cubierta de una cometa.
Caviló que hacía falta la colosal cola. Alguien le dio la idea de recoger ropajes usados y unirlos, así fuera de diferentes colores y formas –sotanas, pantalones, chalecos, ruanas, calzoncillos, abrigos, suéteres y retazos– que fueron usados para su elaboración y alcanzó un peso de tres arrobas. Le faltaba la piola para elevarla y ante la infructuosa búsqueda en el comercio de Filandia, emigró a Pereira en su búsqueda, allí le recomendaron comprar pita para cinchas de enjalmas, la compró y regresó presuroso a empezar el cometido de elevar su cometa.
Un alucinado tropel lo cortejaba en el transporte de su descomunal y novedosa cometa al alto de El Patudo, en donde bufaban los vientos nacientes en el Paramillo del Quindío. ‘Chun’ se lio el final del cordel a su cintura y comenzó a elevarla con tal maestría que los concurrentes vociferaban, aplaudían y le gritaban vivas. Le puso un gran letrero que decía: “Viva Olaya Herrera”, primera y última intervención en política de ‘Chun’.
La cometa subía y pedía cuerda, esta se agotó rápidamente. Una especie de ciclón sopló repentinamente y como ‘Chun’ tenía la cuerda amarrada a la cintura, el torbellino raudo llevó la comentca y no le dio tiempo de soltar la piola de su cintura, siendo arrastrado potrero abajo por entre boñigas frescas y avisperos quitacalzones, terminando engarzado en un alambrado, en donde por fortuna se reventó la piola y la cometa siguió por los aires de la vereda Argenzul, precisamente de donde había traído los varillones. ‘Chun’ quedó extendido y exhausto a punto del desmayo.
Un segundo intento, a los quince días, para elevar de nuevo la cometa y para evitar que lo arrastrara consiguió una manigueta de uso guaquero y en ella envolvió la cuerda. Comenzó a elevar la cometa y a soltare el grueso hilo. Como eran los tiempos de julio los vientos arreciaron y arrancó la manigueta y reventó la piola. La famosa cometa se perdió en el ocaso.
Arrieros que se dirigían a Filandia la vieron por última vez pasar a gran altura por sobre Quimbaya en dirección a Piedra de Moler. Nunca más se volvió a saber de la cometa de ‘Chun’, que pasó a la historia de Filandia como un recuerdo.
Fuente: Gustavo Ocampo.
Filandia, historia y humor. Editorial Quingráficas. Armenia Quindío. 1984. Pág.
157.
Álvaro Hernando Camargo
Bonilla.
Academia de Historia del Quindío – Académico de Número 7
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