La actual crisis del
coronavirus pasará a la historia como el mayor efecto devastador de la vida
económica y social del mundo entero. Es la
pandemia que ha tenido -gracias al avance virtual- el más completo seguimiento
en su desarrollo y en cifras de mortalidad.
Algo
parecido, en lo que se refiere al registro histórico, ocurrió con otros
momentos del último siglo, que también están relacionados con las epidemias o
con las enfermedades importadas. La gripa española, entre 1918 y 1920, dejó
entre 40 y 50 millones de muertes en Europa y América y casi 107.000 en Bogotá y Boyacá, según registros
obtenidos hasta 1927.
Se
estima que otras pandemias de gripa del siglo XX, en 1957 y 1968, provocaron “entre
1 millón y 4 millones de defunciones, principalmente en los grupos de riesgo
tradicionalmente alto, como son los niños y los ancianos”, tal cual lo
anotan Ayora y Talavera en su artículo “Influenza, historia de una enfermedad”,
año 1999.
Varios
eventos de la historia mundial, relacionados con la gripa, fueron el del 412
antes de Cristo, el del sitio del Siracusa en 395 antes de Cristo y la epidemia
originada en Asia en 1580, que diezmó a muchas ciudades europeas. Estos fueron
3 de más de 300 que se reportaron desde el siglo XII, y que fueron citados por los
autores del artículo que mejor describió la pandemia de gripa de Bogotá y
Boyacá, escrito por el grupo de Investigaciones Salud Pública, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, año 2009.
Sobre
estas menciones no se reportan cifras, pero se calcula que fueron millones de
muertes.
Otras
epidemias de gripa han azotado - y lo siguen haciendo - a una de las
poblaciones más vulnerables de Colombia, los indígenas actuales. Uno de esos grupos,
los Nukak Makú, en la amazonia, están a punto de desaparecer por esa razón, sin
desestimar que ellos han perdido su territorio ancestral y sufren hambre y
desnutrición.
La
gripa es un atentado contra la integridad de estos pueblos, a tal punto que
cuando alguien llega a uno de esos lugares recónditos de la geografía nacional,
a lo que más le temen sus moradores es al contagio de este virus letal, que lo
puede portar el visitante.
Pero
la mayor devacle de salubridad fue la de los pueblos amerindios que hicieron
contacto con los españoles en 1492 y que, como lo anota Francisco Guerra, fue
un enorme desastre demográfico: “La gran mortalidad de los indios, y
previamente de los españoles, se debe a una epidemia de influenza suina o gripe
del cerdo”.
Todo
comenzó con el segundo viaje de Colón, en La Isabela (Santo Domingo) en 1493, cuando desembarcaron en la isla 17
barcos con 1.500 hombres y animales que estaban infectados.
La
gripa se extendió en la isla de Santo Domingo -también llamada La Española-
enfermando a los ibéricos y a los nativos. El cronista Fernández de Oviedo
escribió: “… murieron más de las dos partes o la mitad de los españoles, y
de los propios indios murieron tantos que no pudieron contar”. Se estima
que en la isla murió 1/3 de la población indígena. Luego pasó a Puerto Rico y
posteriormente al continente, donde se afectaron los habitantes de Nueva España
(México) y Guatemala.
En
cuanto respecta al valle medio del Río Cauca, más conocido como la región
Quimbaya, no hay datos mencionados sobre una epidemia de gripa. Lo más cercano
a esta interpretación lo trae a colación el antropólogo Luis Duque Gómez, en su
obra “Los Quimbayas”, reseña etnohistórica y arqueológica”. Así lo
menciona Duque basándose en lo anotado por el cronista soldado Pedro Cieza de
León: “en el año 1546, los quimbayas y otros pueblos indígenas fueron
víctimas de una peste singular que cundió por tierras del Perú, desde El Cuzco,
y que llegó hasta estos territorios, ocasionando numerosas víctimas entre la
población nativa. El mal consistía en
fuertes dolores de cabeza, con fiebre alta y dolor de oído y producía la muerte
en dos o tres días”.
Fray
Pedro Simón también se refiere a ello, destacando la tremenda disminución de
estas poblaciones al correr de pocos años después de contacto con Jorge Robledo
en 1541. Según él, la epidemia de 1546 también venía “con accidente recio de
calentura, pasábase el dolor al oído izquierdo, agravando de tal suerte, que en
dos o tres días pasaban sin remedio de esta vida los apestados”.
Se
colige de estas dos descripciones de cronistas españoles del siglo XVI, que la
suerte estaba signada fatalmente para los quimbayas y otros grupos de este
territorio, aunque nunca se mencionó tal suposición por parte de historiador
alguno. Me refiero a la presencia de la gripa en el devenir de estas
poblaciones durante el siglo XVII y principios del siglo XVIII, y a la que
siempre se le llamó la peste.
La
conclusión de Duque Gómez y de otros autores contemporáneos es lacónica. Se
basa en una afirmación de fray Gregorio Arcila Robledo en su obra escrita de
1951, titulada “Las misiones franciscanas en Colombia”. Allí se dice
tajantemente que el año 1717 es la fecha de la extinción definitiva de los
quimbayas, basándose en el censo de 1712, donde se señala que en una de las
zonas adoctrinadas sólo quedaban seis indios, poblado que desapareció pocos
años más tarde.
Queda
la duda histórica. ¿Fue un despoblamiento secuencial o fue un exterminio por
gripa y otras enfermedades?.
Roberto Restrepo Ramírez
Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío
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