Subida de cargueros (1801) por la ladera del río Magdalena, según boceto de Alexander von Humboldt. Al fondo la ciudad de Ibagué y el pico nevado del Tolima. |
Septiembre 30 a
octubre 13 de 1801. En su
viaje de Ibagué a Cartago, con rumbo a Popayán, Humboldt y Bonpland, ingresaron
a tierra Quindiana.
Salieron de Ibagué, pasaron las
vertientes oriental y occidental de la sierra Nevada del Quindío, oprimidos por
inclementes lluvias que les obligó a una parada de cuatro días en el valle de
Boquía, donde estuvieron hasta el 4 de octubre. Reanudaron su viaje, y llegaron a
Cartago el 13 de octubre de 1801.
Después de permanecer dos meses en
Santa Fe, el ocho de septiembre de 1801, Humboldt y Bonpland emprendieron su
camino con rumbo a Quito.
Una vez llegaron a Ibagué, debieron
permanecer 8 días (del 22 al 29
de septiembre), por la dificultad de
conseguir cargueros, quienes se negaban a transitar la montaña por
miedo de contagiarse de viruela; epidemia que se presentaba en Popayán y
Santafé, circunstancia que desataba mucho temor entre los cargueros.
Después de la obligada estadía,
reanudaron su marcha en plena etapa lluviosa, asistidos por 5 cargueros, doce
bueyes cargados de enseres, colecciones y provisiones. Los científicos se
aprestaban a transitar por uno de los lugares ricos en plantas útiles e
interesantes. Extasiados y fascinados oteaban las fabulosas formaciones
orográficas, como el majestuoso cono truncado del Tolima, el Ruiz y
Quindío; cuyas picos nevados parecían el remate de garitas de castillos
suspendidos en las filigranas montañosas cubiertas de selvas
intrincadas.
La curiosidad de explorar el afamado
paso, se sobrepuso a las inclemencias de la obstinada temporada pluviosa.
Partieron de Ibagué ávidos por reconocer la fabulosa montaña. Trece días de
viaje por un intrincado y despoblado camino guarnecido de inmensas selvas,
barriales horrorosos, y guaduales, tachonados de puntas que arruinaron su
calzado, obligándolos a caminar descalzos.
En la vertiente oriental de la
montaña, en el punto denominado Pie de Cuesta, a distancia, se les revelaba un
hermoso paisaje del valle del río Magdalena; parte de la población de Ibagué y
el pico nevado del Tolima, espectáculo que moldeó Humboldt. Al paso
por el sitio denominado el Moral (donde describe una familia blanca que vive y
se ocupa del aprovechamiento del azufre), el camino les presentó una
desagradable sorpresa; el encuentro casi fantasmal, de una caravana de viajeros,
andrajosos y casi desnudos, que lloraban a causa de la escabrosidad y
penalidades del camino.
Cuatro días de tránsito por la
montaña del Quindío, dejaron a su paso puntos como el Azufral, Aguas Calientes,
Toche, Tres Cruces (lugar donde describe una roca, con una descripción que
recuerda que allí celebró una misa el arzobispo de Popayán), Tochecito
(cubierto de palmas de cera y pasifloras), los Gallegos, la Ceja, Volcanes,
Volcancitos y la “Guarida del páramo” (boquerón del páramo).
En su descenso por la vertiente
occidental, relataron la triste experiencia de la persistente lluvia,
acompasada con truenos retumbantes, que los acompañó de día y noche. Llegaron a
Boquía, el 4 de octubre, en un lugar desprovisto de árboles, que habían sido
abiertos a golpe de hacha, y que los cargueros llamaban rancherías o
contaderos, pernoctaron varios días.
Por el miedo de que los sorprendiera
la noche, armaron la ranchería, en el contadero Boquía. Para el efecto, los
cargueros buscaron bejucos, cortaron palos y en pocos minutos se construyeron
la casa, techada con hojas bijao, donde durmieron Humboldt y Bonpland en
compañía los cargueros, quienes los atormentaron toda la noche con sus sudores
y flatulencias desagradables.
Armado el cobertizo, se revestía con
varios centenares de hojas de vijao hojas de forma ovalada, de 50 de largo, por
37 centímetros de ancho, aprovisionadas en vertiente occidental de los Andes,
en el río Quindío, de la Vieja y entre Cartago y Buga. Estas hacían la función
de tejas que resistían a los más fuertes aguaceros. Estas eran.
Los sabios pernoctaron cuatro días en
Boquía, donde coleccionaron orquídeas y mariposas que remitieron a la Sociedad
Linneana de Londres. Por recomendacion de Mutis, quien el 12 de septiembre
despachó un “chasqui” a Ibagué, para solicitarle el estudio de unas muestras de
minerales de cinabrio, que su herbolario Roque Gutiérrez había recogido en el
Quindío. Continúan el camino, cruzando por Portachuelo, Buenavista y la balsa
y finalmente llegan a Cartago, epicentro de otras incursiones en el los
territorios mineros del Choco, Marmato, Quiebralomo, antes se seguir su curso
hacia Quito, por el valle del río Cauca.
Álvaro Hernando Camargo Bonilla.
Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindio.
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