Festivales que transforman la perspectiva de hacer turismo en el Quindío


Un día patrio que mutó en festival. Un festival que se convirtió en símbolo. Un símbolo que evoca la historia. Una historia que se refiere al camino de la Nación. Eso es el Festival Camino del Quindío de Filandia. Es además un insumo para el turismo cultural e histórico.

Desde que se gestó la idea, en 2009, y se desarrolló por primera vez en 2010, la versión de la conmemoración de fiesta patriótica cambió por completo la perspectiva de hacer turismo desde la dinámica de una celebración de fecha. Tal cambio de actitud frente a lo que significa el 20 de julio para Colombia lo ha logrado con tesón un hombre llamado Álvaro Hernando Camargo Bonilla (Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío). Su secreto: la constancia; su virtud, el apego a la tradición cultural; su vocación, el valor ecológico de un entorno que es reconocido más por la potencia para un turismo desbordado que por su gran biodiversidad. Me refiero a los bosques de Barbas y Bremen en Filandia, cercanos a donde está ubicado su refugio, con sus vecinos los monos aulladores, y donde él y su familia conocieron la existencia de los últimos vestigios del Camino del Quindío y de los “pueblos de indios”, esto es las terrazas arqueológicas que guardan en sus entrañas la información sobre los pueblos prehispánicos.

Carnaval de provincia
No fue fácil convertir una fecha de efeméride patriótica en producto de visita cultural. Esto solo se logra cuando existe consciencia de lo que ello representa para la historia de una región. La formación académica de este gestor le permitió visualizar tal trascendencia, pues su estudio profesional en la universidad del Quindío, como licenciado en ciencias sociales, le abrió el camino del entendimiento.
Ningún filandeño puede hoy ignorar la importancia de este evento. Es un carnaval de provincia que adquiere la faceta de transmisión histórica. Desde el recuento del Tesoro de los Quimbayas, pasando por la vida colonial y el yugo español, el levantamiento criollo, el grito de independencia, las colonizaciones, la arriería, la guaquería y la cotidianidad contemporánea, cada uno de los más de 3000 actores naturales que engalanaron el desfile en la octava versión de 2017, hicieron el papel de su vida, representando con entereza la carga histórica de su compromiso. Es otra dinámica de aprendizaje de la vida ciudadana, que se despierta cada año a partir de la remembranza de una fecha que ya se había entroncado en la mentalidad de los colombianos con cierto mutismo y por qué no, con el olvido que ello representa.

Otros dos
Por fortuna, hoy otras dos localidades del Quindío han entendido que sus fiestas pueden ser un motivo para la causa cultural que conlleve  a un turismo con identidad. Montenegro, con su Semana de la Montenegrinidad, y Quimbaya con sus fiestas aniversarias lo vienen haciendo. Una vez más se demuestra que celebraciones sin licor, sin las opulentas cabalgatas, sin casetas con sonido estridente, pueden también marcar la pauta de un festejo patrimonial. Otros ejemplos lo testimonian: Filandia tiene un antecedente interesante en esta línea, que se cristalizó con la realización del primer Festival Internacional de Cometas en agosto de 1998, pues se hizo rememorando un relato fabuloso, la construcción de una gran cometa en la que su artífice principal fue un personaje histórico llamado Jesús María Ocampo (homónimo del fundador de Armenia),  apodado Chun.
En Salento, el Festival de la Tagarnia demostró que la música puede presentarse en un estrado popular con sentido artístico y no solamente como desfogue para el consumo de licor.

Civismo y sentido de ciudadanía
Varias conmemoraciones del Quindío se han denominado tradicionalmente Encuentro de los Hijos Ausentes o llevaron un título muy bucólico, cual es el de las Fiestas del Retorno, y donde han primado las actuaciones de sus hombres y mujeres, el realce de sus talentos y el espíritu terrígeno que mueve voluntades.
En esta época del turismo contemporáneo, que es globalizante, masivo, cosmopolita y explosivamente comercial, bastante bálsamo derrama sobre los habitantes del municipio anfitrión la “lluvia de tesoros, historias y paisajes” que sintieron  los filandeños en sus comparsas y desfiles del primer día, con las tertulias históricas del segundo día y las presentaciones de tarima del tercer y último día. Fue un festival del civismo y el sentido de ciudadanía.
Mecanismos de motivación cultural necesita hoy el turismo del Quindío, como lo convocó una celebración que se llamó, desde la campaña gubernamental que lo patrocinó, el Concurso del Pueblo más lindo del Quindío. Se lanzó en 1985 y hasta 1987 mantuvo el interés de los habitantes de las doce localidades en torno de la movilización ciudadana, para mantener hermosos sus núcleos urbanos. Llamó poderosamente la atención la promoción realizada para los habitantes de Quimbaya a través de una circular del Club de Leones y el Club Rotario en mayo de 1985, dirigida a todos los estamentos:

“Quimbayuno…
Si nos detenemos a pensar en qué consiste lo del pueblo más lindo del Quindío, a lo mejor ustedes como nosotros creeríamos que no hay motivos para concursar, ya que no tenemos las características de pueblos de Cundinamarca y Boyacá. Pero no, el concurso de ‘El Pueblo más bonito del Quindío’  tiene características muy especiales que le permiten participar a todos los municipios que integramos el departamento. Por ejemplo, en él se tendrá en cuenta la distribución urbana, el trazado arquitectónico, y en eso Quimbaya le tiene ventaja a otros municipios. También se tendrá en cuenta el valor cívico de sus gentes, el espíritu de solidaridad conciudadana y en eso, estamos seguros, somos el número uno, no solo en el Quindío, sino en muchos kilómetros a la redonda. Se tendrá en cuenta el estado de las vías, calles, etc. y también en eso hemos adelantado bastante, aunque existen algunos baches en las calles, pero que se pueden solucionar en el tiempo que resta del concurso. Se calificarán además los sitios destacados y en Quimbaya sí que los hay: la Casa de la Cultura, el coliseo cubierto, el balneario San Fernando, el Cristo Vivo de la Esperanza y el Monumento la Madre, para no destacar sino unos pocos”
Aunque solo Filandia y Pijao se llevaron esos títulos, Quimbaya ganó algo importante: el entusiasmo de sus pobladores, algo que hoy tiene a perderse en el maremágnum del turismo global.

Por: Roberto Restrepo Ramírez (Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío)

Este artículo fue publicado en el diario La Crónica del Quindío el 30 de julio de 2017



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