Texto completo con la
posición de la Academia de Historia
del Quindío, presentada por su Presidente Jaime Lopera Gutiérrez, en la
audiencia pública celebrada el 28 de enero de 2016 en Bogotá en la Corte
Constitucional para dilucidar la tutela interpuesta contra el Consejo de
Estado por la acción popular que obliga al gobierno de Colombia a repatriar
el Tesoro de los Quimbaya que se
encuentra en el Museo de América en Madrid (España) y que fue entregado a la
Corona española a finales del siglo XIX por el presidente Carlos Holguín.
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Posición de la ACADEMIA DE HISTORIA DEL QUINDÍO en la audiencia del 28 enero 2016 en la Corte Constitucional sobre la repatriación del
TESORO DE LOS QUIMBAYA.
La Academia de Historia del Quindío, que
represento en esta sala, celebra la iniciativa de la Corte Constitucional de
convocar a un grupo de interesados en el Tesoro de los Quimbayas no solo para
que los señores Magistrados puedan mejorar la información necesaria a efectos
de tomar una decisión trascendental, sino porque esta convocatoria ha sacudido
en todo el país la esperanza de que este patrimonio cultural regrese a la
Nación.
Fuimos
los primeros en iniciar el debate de la repatriación y reclamamos esa anticipación
como una coyuntura para comenzar el debate sobre los objetos culturales. No es
mucho lo que podemos añadir a las diversas cartas, derechos de petición y
documentos que hemos enviado con insistencia a los Gobiernos anteriores desde
aquel día del año 2003 cuando—con base en este libro del profesor Pablo Gamboa
Hinestrosa—iniciamos desde Armenia la cruzada por esta sublime causa.
Pero
también debemos dejar claro que aquello que debía ser únicamente un debate
diplomático fue imposible por la indiferencia de los administradores públicos
quienes no vieron de cerca el detrimento del patrimonio nacional. Por eso oportunamente
acompañamos la vía subsidiaria, mediante el presente proceso judicial, para que
esta HH Corte se pronuncie en firme y nos dé la ocasión de acatar sus
decisiones como corresponde a los ciudadanos que somos partidarios de estos procedimientos.
Con
respecto a la primera pregunta relacionada con la identidad colombiana en
concordancia con el valor antropológico e histórico del patrimonio cultural,
decimos que las 122 piezas del llamado Tesoro de los Quimbayas hacían parte de muchas
otras que llegaron a España procedentes de Colombia en octubre de 1892, sin
hablar de las piezas iguales de orfebrería quimbaya que se encuentran en
Estados Unidos, cumplieron un papel importante en la celebración del IV
Centenario del descubrimiento de América en Madrid y Chicago, como que todas
representaban al país en su condición de referente de las identidades del país
suramericano. El subsiguiente reclamo a Chicago será otra etapa de la vida de
nuestra entidad.
Uno de
los objetos de esta colección es un símbolo colombiano. Es un poporo quimbaya,
la primera pieza adquirida por el Banco de la República para constituir su magnífica
colección que hoy se llama el Museo del Oro. Los poporos han sido y son un
elemento vital en la vida de las comunidades indígenas de Colombia y reflejan
la cultura que los produjo, en este caso del Período Temprano del valle Medio
del Rio Cauca (o Quimbaya Clásico) que vivió entre 500 AC y el 600 DC.
Las
piezas del Tesoro de los Quimbayas, en una perspectiva contemporánea, ofrecen
una importancia extrema para el estudio de la realidad cultural porque son las
que más información iconográfica ofrecen sobre la relación entre la orfebrería
prehispánica y lo chamánico[1].
Por lo pronto, descubrimos en esas piezas (especialmente en los poporos de la
colección colombiana), una relación con otro patrimonio de la humanidad que
tiene Colombia denominado por la UNESCO los “Chamanes Jaguares de Yuruparí”.
El
parecido es extraordinario: la figura del Chamán Amazónico sentado durante una
ceremonia religiosa, corresponde a la que presentan las piezas del Tesoro de
los Quimbayas. El banco o asiento del chamán simboliza en muchas sociedades
actuales aquel punto central donde, colocada en una posición ritual, la persona
llega a constituir parte de un eje cósmico. Con esta sola alegoría
antropológica es evidente decir que, en resumen, las 122 piezas reflejan en
pasado y en presente la riqueza espiritual de Colombia.
En
cuanto el asunto de la identidad propiamente dicha, debemos hacer un par de
referencias quindianas: venimos de un proceso migratorio que enlazó comunidades
boyacenses, cundinamarquesas, tolimenses, caucanas y antioqueñas en diferente
proporción. Por lo tanto desde hace tiempo estamos hallando nuestras raíces y aun
definiendo las toponimias de las ciudades. Nuestra Academia de Historia se creó
precisamente para darle fuerza a este papel en la medida en que estamos
conquistando un lugar en la Nación: la presencia entre nosotros del Tesoro
ayudaría mucho a las viejas y nuevas generaciones para comprobar que en
realidad estamos precisamente en esa búsqueda de identidad cultural e
histórica.
Por lo
demás la pregunta sobre la identidad no es nueva: el Inca Garcilaso de la Vega
se preguntaba, en el siglo XVII, “quién soy yo”, “de dónde vengo” al
descubrirse como hijo de una princesa inca y de un noble español. Para resolver
el dilema viajó a España para hacer valer sus derechos y su identidad paterna.
Como no fue reconocido como español se declaró mestizo: de aquí salió su obra
para hacerse historiador reconociendo su doble cultura y decidiéndose por su
tierra natal y sus raíces maternas.
Por eso
estamos aquí, con el mandato de Inca Garcilaso, y porque nos duele la ausencia
de muchos años en torno a un patrimonio cultural que los colombianos aclaman
como suyo. En vísperas de superar un conflicto de muchos años, no cabe desear
nuevos desacuerdos sino un conjunto de entendimientos que hagan de este proceso
la seguridad regional y nacional.
El
departamento del Quindío cumple sus cincuenta años de creado el primero de
julio del 2016. Nuestra presencia aquí es una insignia de los más de
seiscientos mil habitantes quindianos que desean el retorno de esta heredad,
así como los 45 millones de colombianos que piensan lo mismo. Por lo cual este Tesoro
es, como diría un amigo mío, un patrimonio familiar inembargable que nunca
debió salir del país.
Finalmente,
a las preguntas sobre los procedimientos eficaces para la restitución de bienes
de valor arqueológico y cultural, y los estándares internacionales sobre
repatriación, creemos que hay especialistas aquí presentes que comprenden mejor
estas situaciones que los miembros de nuestra Academia regional (Jaime Lopera).
28
enero, 2016.
[1] Así lo había advertido ya el arqueólogo
Gerardo Reichel-Dolmatoff con su excelente obra “Orfebrería y Chamanismo”.
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