El mejor alimento de recuperación
personal es el alucinante paisaje, como bien decía el maestro Álvaro Mutis con
motivo de su centenario, el paisaje del Tolima; en mi caso el bello paisaje del
Quindío, sus ríos y aguas cristalinas, el verde de los cafetales y los cruces
de caminos sembrados de árboles y
flores, el más maravilloso espectáculo de colores y de luces, la tierra de mi
infancia, de mis estudios, el punto exacto de la gloria al regresar desde la
Línea y sorprender en el horizonte nuestras ciudades, matizadas por el más
bello concierto de colores y a lo lejos otras poblaciones que enmarcan una
región mágica.
Amo a mi Quindío con profunda emoción
y cada día evoco las pequeñas aldeas que se han venido transformando en las
ciudades modernas y con una mirada nostálgica desde los tejados, percibo el
crecimiento, el nuevo urbanismo y el avance cada día mayor del turismo.
Es imposible ocultar la provincia
añorada, muchos de cuyos vestigios empiezan a desaparecer para darle vía al
raudo avance del nuevo urbanismo que en algunos casos respeta y coexiste con la
bella naturaleza y el verde multicolor, en algunos casos no es posible y ni la
buena planeación, menos gobiernos y legisladores, se preocupan por preservar
nuestra región, para mal del presente y futuro de las nuevas generaciones.
Amo a mi tierra con el fervor de amar
un bien preciado, con sus puertas abiertas para turistas, visitantes y nuevos
residentes, para los de aquí y para los de allá, con la esperanza de que esta
tacita de plata de la que hablara el maestro Germán Arciniegas reluzca
esplendorosa siempre, como un ideal y un propósito existencial.
Es un ideal que no es ajeno a las
buenas predicciones de su futuro, descritas entre otros por el ilustre amigo
Armando Rodríguez Jaramillo, excelente académico y mano derecha de la Cámara de
Comercio, o por José Ignacio Rojas, brillante economista, en fin, por otras
mentes brillantes siempre dispuestas a luchar por la nueva región.
Es probable que estemos sepultando
la maravillosa vieja provincia y se haya
asomado ya un nuevo Quindío; solo por citar un caso, Filandia la hermosa colina
iluminada viene sufriendo una transformación sorprendente por ejemplo, en el
abrumador crecimiento de visitantes, el notorio aumento de turistas extranjeros,
muchos con ánimo de residencia, en la afluencia de restaurantes de calidad
indiscutible y , lo más notorio, en el desarraigo de muchos de sus antiguos
habitantes que por la ventolera urbanística, venden sus propiedades casi en
efectivo y al ir a conseguir donde vivir, se encuentran con ingratas sorpresas.
Es un tema que invito a discutir con motivo del debate electoral, en una ciudad
de todos mis afectos.
La región no es solo verde, pero
claro que el tema social debe estar al orden del día por las grandes falencias
en materia de desigualdad social e inequidad. Es imposible no esconder una
lágrima que la hermosa mañana confunde con la brisa montañera, por la añorada
aldea que se nos escapa.
Gabriel Echeverri González
Académico de Número de la Academia de Historia del Quindío
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